Sánchez vs Franco

La anunciada profanación de la sepultura de Fraco, en la que tanto empeño tiene Sánchez, ha sido, por desgracia, casi el principal asunto que ha distraído a los españoles desde la llegada al poder de tal individuo. Son varias las causas por las que no se ha producido de momento. Conviene conocerlas en detalle para estar atentos al futuro inmediato tras el periodo estival, ya que la guerra del socialista contra el Generalísimo no ha terminado. ¿De quién será la victoria final?

Desde que llegó a la Moncloa de rondón, por la puerta de atrás, de forma legal pero ilegítima y antidemocráticamente porque no lo ha hecho ganando unas elecciones, y además lo ha conseguido sobre la base de todo tipo de minorías –siempre nos han dicho que la democracia es el gobierno de la mayoría–, Pedro Sánchez ha convertido, sólo por sí mismo, que conste, la profanación de la sepultura de Franco en su más empecinado, contumaz y obsesivo objetivo; decimos profanación porque exhumación es desenterrar a alguien por razones objetivas de imperiosa necesidad, normalmente judiciales y con todas las garantías legales prescritas, mientras que profanar es desenterrar a alguien sin razones objetivas de ninguna clase, sólo por satisfacer un impulso enfermizo, perverso o incluso diabólico, y en esta caso podemos añadir que por un paranoide odio ideológico.

El primer problema que le ha surgido a Sánchez en su degenerado afán ha sido su propia ignorancia e ineptitud, ya que no sabía que a pesar del lamentable estado en que se encuentra el Derecho y la Ley en España, aún quedan islas de seriedad, decencia y honradez. Así, nada más sentarse en la poltorna y alardear de que iba a profanar la sepultura de Franco de inmediato –no tenía nada más en su podrida cabeza–, los abogados y asesores monclovitas le dejaron bien claro que para ello debía cumplir ciertos requisitos, uno de los cuales, el principal e inexcusable, el de contar con la autorización expresa de los familiares.

Siguiendo la máxima secular socialista según la cual dicho partido acata la ley mientras le favorezca y la vulnera cuando así no lo haga –socialistas del PSOE, ojo, porque los socialistas del resto del mundo, al menos del occidental y civilizado, nunca llegaron a esbozarla y mucho menos a poner en práctica–, Sánchez puso en marcha un grupo encargado de contactar con todos los posibles implicados para buscar la fórmula de satisfacer su malsana obsesión.

En un primer momento obtuvo el lamentable e indigno visto bueno de la jerarquía eclesiástica, cuando el Vaticano se inhibió ladinamente, y Blázquez y más aún Osoro dieron su explícito visto bueno, incluso llegando a presionar al prior del Valle, fray Santiago Cantera, para que cambiara de actitud, ya que éste había dejado entrever sus reticencias a la profanación.

Pero hétenos aquí que por primera vez en su vida toda la familia Franco cerró filas –no pocos de ellos hasta ahora de trayectorias personales más que penosas– y como una piña dejaron ante notario bien claro que NO autorizaban ni iban a autorizar la profanación; más aún, anunciaron una batalla legal a muerte, dando de inmediato los primeros pasos que fueron ponerse en manos de abogados competentes, anunciar que no iban a hacerse cargo de los restos y comunicar fehacientemente al prior del Valle su postura.

Un hecho providencial vino a clavar un puñal en las ínfulas vesánicas de Sánchez: en primera instancia un juez sentenciaba que la también profanación de la sepultura del Gral. Sanjurjo llevada a cabo por el ayuntamiento pro-etarra pamplonés, había sido manifiestamente ilegal y, más aún, que la familia tenía pleno derecho a que los restos de su antepasado volvieran al lugar del que habían sido extraídos.

Dicha sentencia venía a dar la razón a los asesores monclovitas que desde el primer momento no ocultaron la verdad a Sánchez, es decir, que no sólo no podía, sino también que era una estupidez. Aquí hay que reconocer en tales personas su talla al haber conservando la objetividad en el análisis y más aún el valor, cualidades esenciales en todo aquel que tiene que aconsejar a quién le paga, sobre todo cuando tal persona es un fanático irreflexivo y degenerado moral como Sánchez.

Pero la sentencia no sólo supuso un jarro de agua fría para Sánchez, sino también para la jerarquía eclesiástica, cuya miseria y ruindad quedó también en evidencia, toda vez que en su día el obispo del lugar había dado el visto bueno a la profanación de la sepultura de Sanjurjo en contra, y aún engañando, a la familia del General a la que había prometido no hacerlo; lo mismo que se preparaban a hacer Blázquez y Osoro, con el silencio cómplice de todos sus «colegas» episcopales.

Desde ese instante, poco a poco la jerarquía eclesiástica cambió de rumbo, llegando a dejar ver, eso sí, como siempre de forma ladina, que sin el permiso de la familia poco podían hacer; podían y debían haberlo dicho desde el primer momento. Fue también el instante en que el prior del Valle, cargado ya de las razones evidentes que antes le negaban tales prelados, dejó bien claro que sin el permiso de la familia él no iba a permitir la profanación; hecho de gran relevancia porque al fin y al cabo es quien manda en la basílica donde yacen los restos de Franco.

Pero como la ceguera, el fanatismo y la degeneración moral son defectos dañinos en extremo tanto para el que los padece como para los que dependen de él, Sánchez puso entonces en marcha la típica campaña de confusión movilizando al aparato mediático socialista-comunista de agit-prop, cuyos pseudo-medios y pseudo-periodistas dejaron caer a diestro y siniestro cuantas falsedades, medias verdades y estiércol lograron elaborar.

Como nada sirvió para doblegar voluntades, entre otras cosas porque todavía quedan ciudadanos que no están dispuestos a dejarse enterrar sin luchar, entre ellos no pocos periodistas de verdad –y muchos desconocidos que llevaron a cabo una impactante y simpática campaña titulada «El Valle no se toca» que estuvo en el candelero nacional durante días–, no le quedó a Sánchez más remedio que tomar en consideración el último recurso esbozado por sus asesores: el real decreto.

Pero claro, sobre él esos mismos asesores también le habían dicho lo siguiente: que tal recurso, utilizado por un presidente que lo es no por haber ganado unas elecciones y por un asunto que no es, ni por asomo, ni de interés ni nacional ni local, arrojaría sobre él serías dudas sobre sus convicciones democráticas e incluso apuntaría a que posee fuertes tendencias dictatoriales –máxime cuando no sería la pirmera vez, caso RTVE–; algo que, además, la comunidad internacional tmabién valoraría seriamente, pudiendo incluso llegar a temer que en cualquier momento ese tipo de veleidades pudieran aplicarse a sus intereses económicos y comerciales en España.

Máxime, cuando es evidente que una cosa fue profanar la sepultura de un General como Sanjurjo, que pocos recuerdan hoy quién fue, y por un simple ayuntamiento, y otra muy distinta la de Franco, que sigue siendo uno de los personajes históricos más conocidos y renombrados en el mundo, y ello por el Gobierno «democrático» de una nación; que no hay forma legal de profanar dicha sepultura sin el permiso de la familia, por lo que la demanda anunciada por ella la tiene perdida Sánchez en España y/o en Estrasburgo y/o en La Haya, lo que supondría un varapalo monumental, sobre todo si la sentencia llegara cuando, caso de ganar las próximas elecciones generales, siguiera en la Moncloa; que donde yace Franco es una basílica, la cual, por ello, está bajo la tutela del Vaticano, es decir, de un Estado extranjero, que lo es con todas sus prerrogativas, el cual, para más inri, y a pesar de Francisco I, sigue disfrutando de una influencia y prestigio internacional de primer orden.

Todo lo anterior ha sido lo que ha obligado a Sánchez, mal que le ha pesado, que ha sido mucho, a posponer «para después de verano» el asunto que tanto ansía; por mucho que nos muestre sus dientes constantemente debajo de sus gafas de Sol el cabreo que se lleva a la playa es monumental.

Queda por ver lo que va a ser en el futuro. No hay que descartar ninguna de las siguientes posibilidades, dadas las características totalitarias y stalinistas del personaje: que lleve a cabo la profanación en pleno mes de Agosto en el mismo momento en que haga público la firma del real-decreto aprovechando alguno de los despachos que tendrá con el rey –quien dicho sea de paso no opondrá impedimento alguno en firmarlo, faltaría más–; que expida el real-decreto a la vuelta del verano; que poco a poco vaya dejando caer en el olvido el asunto a la espera de verse confirmado en el cargo tras las elecciones generales, sean en 2020 o antes.

Dados los serios problemas psicológicos evidenciados por Sánchez desde hace tiempo, agravados desde su acceso al poder, algo que le ha trastocado groseramente, es muy difícil saber qué va a hacer. El problema que tiene lo es de soberbia incontrolada, de ego desordenado y de odio ideológico, por lo que digerir el tamaño sapo que se ha tenido que tragar –que por ahora Franco le ha derrotado– le resulta casi imposible; otra cosa es que poco a poco le ayuden a digerirlo los que le rodean.

Una pista nos la va a dar la actitud que adopte desde ahora, y sobre todo tras el verano, el aparato de agit-prop marxista, cuyos medios son siempre hechura de sus dirigentes ideológicos y materiales, entre ellos el propio Sánchez. Si rebajan sus ínfulas y van dejando olvidar el asunto, será buena señal, si no lo será mala.

 


Una respuesta a «Sánchez vs Franco»

  1. Me causa tristeza que siendo tantos que estamos en contra de estas actuaciones, no nos podamos organizar adecuadamente para hacernos oir, con razones y verdad
    Me da asco la deriva sectaria que asola España y oir a tanto tertuliano televisivo repetir sus mantras mentirosos
    Soy un compañero de la 34 promoción, tambien infante. Un abrazo

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