Mons. Sebastián Taltavull, obispo de Mallorca, otro que tal baila.
El pasado mes de Septiembre el Papa Francisco I nombró obispo titular de la diócesis de Mallorca a Mons. Sebastián

Taltavull Anglada, y al poco ha saltado la noticia, que para algo están las hemerotecas y la memoria de algunos que es prodigiosa.
Y es que este nuevo obispo fue uno de los casi doscientos «teólogos» que en 1989 se adhirió al manifiesto denominado «de Colonia», por la ciudad en la que se publicó –cómo no Alemania, algo huele a podrido luteranismo en los clérigos católicos de aquel país– en contra de Juan Pablo II, entonces Papa y ahora santo. Aclaremos antes de nada que aunque el manifiesto y los firmantes fueron publicitados en la revista Ecclesia a bombo y platillo como si de reputados teólogos se tratara, Taltavull ni lo era, ni lo es, ni lo será por mucho que quisiera y que le duela, ya que en tal disciplina a penas si llega a monaguillo y, además, principiante.
¿Y quién es Taltavull? Mejor dicho ¿cuáles son sus coordenadas? Pues habiendo sido designado por Francisco I se las pueden imaginar. Defensor, de algunos «cristianos perseguidos en los últimos estertores del franquismo», por lo que pasó por los calabozos; qué heroicidad la suya y ya nos imaginamos qué clase de cristianos defendió del régimen más católico que ha existido desde el reinado de los reyes católicos. Sin currículum intelectual en lo teológico y doctrinal como no podía ser menos al nombrarlo un teólogo y doctrinario de reconocido prestigio como lo es Francisco I. Fracasado fundador de no sabía ni el mismo qué quería fundar hace alguna década, por eso el obispo de entonces, más listo y escamado, no le dejó. Cercano, no, lo siguiente, a los socialistas, o sea, a los sin Dios y a los anti-España de siempre, versión, eso sí, para empeorar la cosa, mallorquina, es decir, con fuerte tufo separatista; es la moda entre la jerarquía eclesiástica española, con perdón, actual. Decidido importador a las islas Baleares del dialecto de las provincias catalanas.
Por último, un obispo que en su toma de posesión dijo cosas tan profundas como las siguientes: su deseo por trabajar «a buen paso y con alegría» (¿?) por una Iglesia «más cercana» (¿?) «que sirva de la mejor manera al pueblo» (¿?), del «inicio de una nueva etapa» (¿?) en la que «hemos de seguir trabajado» (¿?) y que apostó por una Iglesia «transparente, cercana y con vocación de servicio de manera incondicional» (¿?); no aclarando qué entiende él por esas palabras y frases en las que, además de no nombrar ni a Dios ni a Nuestras Madre Santísima, no dice nada y son, para más inri, burda copia de las que incesantemente nos sueltan los politiquillos profesionales que nos desgobiernan. O sea, de nuevo la mediocridad y la demagogia al poder, en este caso eclesiástico.
Pero lo importante, con ser ya bastante el penoso devenir histórico de este obispo, es el hecho relatado al principio, es decir, que fue adherente del «Manifiesto de Colonia» en 1989. ¿Y en qué consistió aquello? Pues basta leer algunos de sus más enjundiosos párrafos para saber lo que entonces opinaba sobre el Papa, el de aquellos años, claro, Mons. Taltavull, en realidad en contra del Papa; sí, en contra:
«…la curia romana está nombrando a obispos en todo el mundo ignorando las propuestas de las iglesias locales y sus derechos creados. En todo el mundo niega el derecho eclesiástico de profesar a teólogos y teólogas cualificados. Esto es una violación peligrosa de la libertad de investigación y doctrina que subraya en muchas partes el Concilio Vaticano II . Somos además testigos de un intento teológicamente muy cuestionable de ampliar y excederse de forma inaceptable en las competencias doctrinales, además de las jurisdiccionales…»… «Cuando el Papa hace lo que no le corresponde, no puede pedir obediencia en nombre del catolicismo. Debe esperar que se le contradiga…»…»Asistimos a un proceso de someter a las iglesias locales, a rechazar la argumentación teológica y a relegar a los laicos en la Iglesia, a crear un antagonismo desde arriba que agudiza los conflictos con medidas disciplinarias…».
Pero es que, no contento con el apoyo expreso a dicho manifiesto, Taltavull firmó poco después, junto con 63 «teólogos» españoles, con perdón Taltavull, una cartita en la que, más antipapistas que aquellos antipapistas, declaraban que:
«…consideraban oportuna su intención y acertada en su diagnóstico (el manifiesto)… (y denunciaban las actuaciones) excluyentes, discriminatorias y autoritarias del Vaticano… así como la existencia de coacciones, falta de libertad, censura, clima de temor y parcialidad en el nombramiento de nuevos obispos… (y por ello) la consolidación de una visión involutiva del catolicismo…».
Vamos, que entonces Taltavull y los demás acusaban públicamente y denigraban al Papa y… ¿ahora? Pues ahora él dice ser íntimo de este Papa, claro, y, aplicando la ley del embudo, muy propio de taltavulles y demás personajillos de la misma ralea, donde dijeron «digo» dicen «Diego» y a Francisco I, que hace todo lo que ellos criticaban en Juan Pablo II, que no lo hacía, le alaban, defienden, bisagrean y limpian los zapatos hasta el éxtasis. Ver para creer.
No es de extrañar que en la diócesis de Mallorca se refugie uno de los firmantes de la carta de los cuatrocientos curas separatistas de hace no mucho, el ínclito P. José Turull Anglés, bien es verdad que el único de los más de cien sacerdotes y religiosos de tal diócesis, el cual ahora queda bajo la sombra del buen árbol de Taltavull durante los cinco años, hasta que cumpla 75, que le quedan de obispo; suerte que ha tenido el cura.

¿Qué diría Jesús de todo esto, donde se ve a las claras que no es el amor lo que prima?
¿Qué diría Aquel que sin decir Palabra, fue como cordero al matadero?
Y era Dios Quién, agachando su cabeza, por el cansancio, por los golpes, los insultos, avanzaba humilde y en silencio hacia Su Muerte, por todos nosotros, por usted, por los criticados, por mi, por grandes y pequeños.
¿QUE DIRÁ?: NADA.
SOLO NOS MIRARÁ A LOS OJOS
AMÉN.