Sentido cristiano de la sociedad

El hombre es sociable por naturaleza, tal ha sido el designio de Dios[1], autor de la naturaleza, que manda que los hombres vivan en sociedad, razón por la cual os hombres nacen ordenados para este fin. Negamos que la causa de la sociedad civil sea la voluntad libre de cada uno de los hombres, el cual por propio consentimiento cede algo de su derecho y de su libertad para formar tal sociedad, como mantiene la teoría roussoniana[2].

La tradición de la doctrina católica distingue entre sociedad y Estado. La sociedad civil contiene en su seno un conjunto de sociedades[3], de las cuales el Estado es una de ellas; éste tiene sus límites en su ámbito territorial y en su naturaleza jurídica, y se integra, a su vez por otras sociedades que no puede ni debe absorber: las familias, los municipios, organizaciones económicas o culturales, etc. Además, el Estado coexiste con una sociedad universal de naturaleza distinta, que es la Iglesia.

El bien común[4] es el principio que crea la sociedad humana y la conserva, razón por la cual es ley primera y última de toda sociedad. Además, se considera a la sociedad como un ente que tiende, bajo en gobierno de la Providencia y mediante la colaboración de los distintos órganos que la forman, a conseguir los eternos fines de la civilización humana.

La sociedad es un medio, no un fin, con relación a la persona humana. La sociedad sirve, por tanto, para que el hombre posea los medios eficaces para alcanzar su propia perfección. La sociedad es para el hombre y no el hombre para la sociedad. El concepto social cristiano consiste en el desarrollo de los valores personales del hombre completo y en el pleno desenvolvimiento de la persona. El bienestar material, la perfección de la virtud moral e indirectamente la salvación eterna de los hombres son los objetivos de la comunidad civil[5].

Totalmente opuesto a este concepto social cristiano es la concepción material de la sociedad[6], que subordina toda autoridad social al estímulo único de la utilidad o del interés. Ejemplo palpable es nuestra sociedad utilitarista, partidista y hedonista, donde no hay lugar para el desarrollo moral y espiritual de la persona humana, ni aun mucho menos par la salvación eterna; dimensión religiosa debidamente excluida férreamente de la sociedad civil.

Existen sociedades intermedias entre el ciudadano y el Estado, entre ellas la familia; sociedad anterior al Estado y que posee una vida propia e intangible. Existen otras organizaciones públicas de distintos ámbitos, que tiene su derecho a existir y deben ser reconocidas por el Estado y respetadas, cuando no estimuladas y respetadas por él. Tradicionalmente la Iglesia siempre ha recomendado que en el seno de la nación crezcan y se desarrollen organismos y entidades que ayuden al Estado en la gestión de los asuntos públicos, pues tienden al bien común del Estado. También advirtió de los peligros que podían suponer para el bien común y la paz social la existencia de grupos de presión[7], sindicatos patronales  y de obreros, si no aciertan a supeditar sus intereses personales al de la sociedad.

[1] “Los hombres gozan de libre voluntad, pero han nacido para formar una comunidad natural.” Diuturnum Illud. [8]. León XIII.
“Dios autor de la naturaleza manda que los hombres vivan en sociedad civil.” Ibid. [7].
“La providencia de Dios ha dispuesto que el hombre nazca inclinado a la unión y asociación con sus semejantes.”. Immortale Dei. [2]. León XIII.
[2] “Los que pretenden colocar el origen de la sociedad civil en el libre consentimiento de los hombres, poniendo en esta fuente el principio de toda autoridad política, afirman que cada hombre cedió algo de su propio derecho y que voluntariamente se entregó al poder de aquel a quien había correspondido la suma total de aquellos derechos. Pero hay aquí un gran error…” Diuturnum Illud. [8]. León XIII.
“Porque, cuando el hombre se persuade que no tiene sobre sí  superior alguno, la conclusión inmediata es colocar la causa eficiente de la comunidad civil y política no en un principio exterior o superior al hombre, sino en la libre voluntad de cada uno; derivar el poder político de la multitud como de fuente primera.” Libertas Praestantisimum. [12]. León XIII.
[3] “Es necesaria  la unidad armónica y coherente de todas las asociaciones, para que puedan tender todas ellas al bien común del Estado.” Divini Redemptoris. [32]. Pio XI.
“La Iglesia recomienda la existencia la existencia en su seno de la nación de algunos cuerpos intermedios que coordinen los intereses profesionales y faciliten al Estado la gestión de los asuntos del país.” Comunidad internacional y tolerancia. [13]. Pio XII.
[4] “El bien común de la sociedad es superior a cualquier otro interés, porque es el principio creador, es el elemento conservador de la sociedad humana.” Nostre Consolation. [11]. León XIII.
“Después de Dios, el bien común es la primera y última ley de la sociedad humana.” Au Milieu Des Sollicitudes. [23]. León XIII.
[5] “El hombre busca en la tranquilidad del orden público, fin inmediato de la sociedad civil, el bienestar y, sobre todo, los medios necesarios para perfeccionar su vida moral, perfección que no consiste en otra cosa que en el conocimiento y práctica de la virtud.” Sapientiae Christianae. [16]. León XIII.
[6] “Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, rechace toda forma de materialismo, que no ve en el pueblo más que un rebaño de individuos que, individuos y sin interna consistencia, son considerados como objeto de dominio y de sumisión.” Con Sempre. [38]. Pio XII.
“La sociedad humana basada sobre fundamentos materialistas sería una colectividad sin otra jerarquía unitiva que la deriva del sistema económico.” Divini Redemptoris. [11]. Pio XI.
[7] “La constitución de grupos de interés poderosos y activos es quizá el aspecto más grave de la crisis…, sindicatos patronales u obreros…, “truts” económicos…, agrupaciones profesionales o sociales…, un poderío que les permite pesar sobre el gobierno y la vida de la nación.” Comunidad internacional y tolerancia. [12]. Pio XII.

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