Sí a la caza. No a los idiotas ecologistas

El inolvidable e insuperable Félix Rodríguez de la Fuente, entre su abundantísima labor, escribió el prólogo de la Enciclopedia de la Caza, parte del cual reproducimos para escarnio de los ecologistas idiotas, pandilla de malnacidos, hijos de sus madres que hoy viven a costa del erario público y gracias a la imbecilidad de políticos mediocres y cobardes, y votantes peores en realidad que ellos. Que ustedes lo disfruten y… se lo restrieguen por la cara siempre que puedan.
«Cuando un naturalista que dedica la vida al estudio y protección de la naturaleza toma la pluma para prologar una enciclopedia de caza, necesariamente ha de hacerse una pregunta. ¿Es justo que el zoólogo, el proteccionista, el amigo de los animales, abra las páginas de un libro que, de manera tan rigurosa como atractiva, , describe las técnicas de la persecución, el acosa y la muerte de las criaturas salvajes?
El naturalista, con toda sinceridad, no tiene más remedio que responderse a sí mismo afirmativamente: puede y debe introducir al lector en las artes venatorias. Primero, porque él mismo llegó a conocer y a querer a los animales siguiendo las venturosas sendas del cazador. Y, sobre todo, porque la caza, lo que los científicos llaman la predación, ha vendo constituyendo el resorte supremo de la vida desde que ésta apareció sobre nuestro planeta. Porque el cazador, si mata siguiendo las rígidas e inmutables leyes que ha impuesto la naturaleza a la gran estirpe de los predatores, regula, con su acción, y dirige, al mismo tiempo, el complejísimo concierto de las especies: el equilibrio entre los vivos y los muertos…
Querría, también recordarle las reglas estrictas que, desde el principio de los tempos, han venido respetando todos los cazadores, desde el tiburón al águila, desde la mantis religiosa al tigre. Reglas cuya transgresión transforma al predator en hediondo necrófago, al noble cazador en despreciable matarife…
El predator no sólo es el guardián de los pastos y de los frutos, al evitar la excesiva proliferación de los fitófagos, sino que también actúa como un verdadero forjador, va mejorando las condiciones anatómicas, fisiológicas, y psíquicas de todas sus presas. Pero el propio cazador ha de adaptarse también, incesantemente, a las depuradas cualidades conquistadas por el vegetariano, porque todos los predatores mal dotados, incapaces de mantener su «plena forma» en esta fascinante y trágica carrera de perfeccionamiento, son incapaces de cazar habitualmente, se debilitan más y acaban desapareciendo como individuos o como especies en el concierto de la vida…
Por ello, compañero cazador que, olvidado de tu condición de artesano, de intelectual, de financiero o de político, te sumerges de pronto en la eterna e inmutable tensión del predator ante la presa, piensa que la naturaleza ha impuesto reglas muy severas a cuantos nos hallamos en la cúpula de la pirámide de la Vida. No mates, caza. Porque no es lo mismo matar que cazar. La persecución, el acoso y la muerte de la pieza, siempre han exigido del cazador esfuerzo físico y agudeza mental. Y en cuanto al ejercicio de la caza contribuya a desarrollar tus músculos y a afinar tus sentidos, será para ti una actividad noble y deportiva, regida por la eterna ética biológica. Una sola pieza que te exija una tarde entera de persecución, una penosa espera desafiando al cierzo o un laborioso cálculo de estrategia cinegética, representa más alta conquista y más provechosa dedicación que cien infelices animales derribados con comodidad y sin fatigas. Porque no es la cantidad de capturas lo que forma y ennoblece al cazador, sino la calidad de las mismas»

Desde luego, mejor que el término ecologista es el término animalista para nombrar a toda esa caterva de alucinados desalmados (sin alma) y descerebrados que criminalizan toda la que ha sido hasta ahora milenaria relación del hombre (varón y hembra) con los animales, y proponen a cambio una falsa, absurda y necia compasión hacia los animales.
De hecho, el animalismo es hijo putativo de la noción marxista de lucha de clases: el «sujeto» explotado sería el mundo animal, y el «agente» opresor, el hombre. Nada nuevo bajo el sol.
Con todo, lo más ignominioso de esta movida es que los adalides del animalismo son, en el 99% de los casos, también feministas supremacistas, o sea, abortistas, antifamilia tradicional, antinatalistas, ultralaicistas, perroflautas, globalistas, proinvasión migratoria, anticatólicos, partidarios de la ideología de género, abanderados de las movidas LGTBIQ… En definitiva: el ser animalistas (supuestamente compasivos y respetuosos con los derechos de los animales) no les impide el apoyar todas las medidas anteriores expuestas que son las que han convertido a España en una cloaca de podredumbre moral, en una sociedad radicalmente enferma de materialismo, nihilismo, individualismo, relativismo y hedonismo.
Reconozco que puedo parecer muy crítico o tal vez injusto con el movimiento animalista y que hasta pudiera parecer que soy insensible hacia el mundo de los animales. Sin embargo, modestia aparte considero que sin ser un dechado de virtudes y bondades para con los animales sí que soy un hombre joven normal, sobre todo católico, que los trata como se debe tratar a un animal: como un ser vivo que es «esencial y cualitativamente distinto del hombre, porque Dios no ha creado a los animales a su imagen y semejanza, solo ha creado al hombre, varón y hembra, a su imagen y semejanza, con vocación a la vida eterna, con lenguaje articulado, con inteligencia racional, con alma inmortal, con sed de Dios…»
Solo el hombre busca a Dios, solo el hombre tiene sed de eternidad, sed de infinito, sed de Dios…Ninguna especie animal busca a Dios, manifiesta sed de Dios, salvo la especie humana, el Homo Sapiens Sapiens. Solo que me temo que este dato importa un comino a los adalides teóricos del animalismo y a todas sus tropas de intransigentes y totalitarios peones de la causa, capaces algunos de ellos al menos de alegrarse de la muerte en la plaza de un torero, de las heridas a veces mortales provocadas por la actividad de pesca y caza en algunas personas practicantes de tales seculares prácticas deportivas (más que deportivas: la pesca y la caza atesoran seculares valores culturales, antropológicos, éticos, humanos, cinegéticos, medioambientales, filosóficos, económicos, lúdicos…), de la muerte por cáncer de un niño que soñara con ser torero…
A decir verdad, estos animalistas (muchos de los cuales no tienen ni pajolera idea ni experiencia alguna de lo que es la vida rural) son tontos útiles del gran proyecto de ingeniería social puesto en marcha por el muy masónico y sionista Nuevo Orden Mundial: subvertir todos los fundamentos de la civilización cristiana en aras de la vertebración o gestación de un mundo sin patrias, sin fronteras, mestizo, multicultural, con una única religión mundial sincretista…
Estimado seguidor: mil gracias por su comentario, tan completo, tan interesante, tan novedoso. Saludos cordiales
A ustedes por la oportunidad y por tan interesante bitácora.