Sin contrición no hay perdón de los pecados

Queridos hermanos, ¿nos encaminamos hacia una relajación de la confesión que hará que ésta desaparezca? Nunca ha estado tan desvanecida  la importancia de este Santo Sacramento como en estos momentos, donde si por un lado se habla con asiduidad de la  confesión, por otro se habla de una confesión donde se insiste más en la importancia de la  intención del penitente, en sus simples deseos, que en la confesión completa de sus pecados con el debido de dolor de contrición y propósito de enmienda.

¿Qué puede ocurrir con la relajación del Sacramento de la Penitencia? No tenemos más que ir a la experiencia del pasado, pues, queridos hermanos, nada hay nuevo en nuestra Madre Iglesia. Veamos lo que dice un manual de confesión antiguo (Tratado de la Divina Confesión. Mario Aubert. Barcelona. 1851):

¿Qué ha resultado de haberse abolido en ciertas comarcas el uso de la confesión? Crímenes sin número y desórdenes nunca oídos. He aquí lo que se lee en la liturgia sueca:

Cuando se ha introducido una relajación excesiva en las reglas prescritas para la confesión auricular (confesión de los pecados ante el sacerdote), sobre los ayunos, celebración de fiestas, etc., a estas concesiones se ha seguido al momento un libertinaje tan horrible, que no hay hombre que, por más que se le diga, no se crea autorizado para satisfacer sus pasiones, en vez de escuchar los saludables avisos que le dan. Si les exhortáis a confesarse para cercioraros de la sinceridad de su conversión, a la cual únicamente puede darse la absolución, os contestarán que no debe forzarse a nadie. Si les recomendáis la observancia del ayuno, se entregan, al contrario, a los deseos desarreglados de su vientre. En una palabra, conforme el proverbio, los caballos arrastran al cochero, y las riendas no bastan para conducir el carro.

Los luteranos de Nuremberg quedaron tan espantados de la multitud de crímenes que se cometieron casi tan luego que se abolió la confesión auricular que enviaron una embajada a Carlos V para suplicarle que se dignase restablecer por medio de un edicto el uso de la confesión. Los ministros de Strasburgo emitieron el mismo voto en un memorial del año 1670 que presentaron al magistrado. Estas peticiones fueron recibidas del modo que merecían. Un magistrado, un monarca puede ser bastante poderoso para hacer doblar la rodilla, pero su poder no llega a hacer abrir las conciencias. 

Queridos hermanos, nada más contrario y falso a la verdad de este Santo Sacramento que la confesión con un simple acto de  arrepentimiento general sin la confesión explícita de los pecados uno a uno, sin las debidas condiciones ya mencionadas de contrición, propósito de enmienda y deseo de cumplir la penitencia.

Queremos insistir en la importancia y necesidad de la contrición para el perdón de los pecados. 

Necesidad de la contrición

El Concilio de Trento define la contrición como un dolor del alma y una detestación de los pecados cometidos, con la resolución de no volver a pecar más en lo sucesivo. Vemos, por esta sencilla definición, que la contrición mira tanto al pasado, el pesar de haber ofendido a Dios, como al futuro, en la resolución de no volver a  ofenderle más.

La contrición es un dolor del alma, un verdadero pesar y arrepentimiento interior de haber ofendido a Dios. La contrición no es un simple dolor sensible, sino un acto de la voluntad, es la determinación firme que detesta haber pecado y no quiere volverlo hacer en adelante.

Dios no va a perdonar a quien no se arrepiente sinceramente, esto sería incompatible con sus divinos atributos, con su Sabiduría y Justicia. Para obtener el perdón de las culpas es preciso tener contrición de ellas, y nada pude suplir la contrición, por el contrario, la contrición lo suple todo. Una perfecta contrición nos restablece en la amistad con Dios.

Hay dos especies de contrición, nos dice el Concilio de Trento, una perfecta, porque la caridad es su principio; la otra imperfecta que se llama atrición. Ésta es producida o por la consideración de la fealdad del pecado, o por el temor al castigo que merece.

En una y otra hay temor y amor a Dios, pero de un modo distinto. En la atrición es un temor servil, que nos hace temer las penas del pecado, y un amor de Dios que supone esperar bienes de Él. En la contrición el temor es un temor filial, que nos hace temer el pecado porque desagrada a Dios, y amor de caridad que nos hace preferir la gloria de Dios a cualquier otra cosa.

Nada mejor que un ejemplo para conocer qué es la contrición y la diferencia entre las dos contriciones. Sigamos con el libro anteriormente nombrado:

Un padre tenía tres hijos, que enviaba todos los días a una pradera para guardar tres corderitos que había puesto a su cuidado. Sucedió que un día los niños se durmieron voluntariamente, y que durante su sueño los lobos del vecino bosque se echaron sobre los corderitos, y se los llevaron; despertados por los tristes balidos de sus corderitos, se pusieron los niños a llorar y llenar los aires con sus gemidos y quejas; los tres estaban inconsolables de la perdida que acababan de sufrir. Más he aquí cuál era la causa de su pesar. Preguntados por que lloraban, dijo el mayor de edad: Yo lloro porque mi padre me castigará y pondrá en penitencia por haber permitido que me quitasen el cordero; sin esto yo no lloraría. Yo lloro, dijo el segundo, a casusa de las penitencias que van a darme; pero también por el sentimiento que tendrá mi padre cuando sepa que los lobos han comido sus corderos: El más joven, que lloraba más  amargamente que los otros, decía en medio de sus sollozos: Lo que me aflige únicamente es la pena que recibirá mi buen padre. Yo preferiría estar en penitencia toda mi vida que haberle causado semejante pesar.

El primero de esos niños es la imagen de un cristiano que no tiene más que un temor servil y que dice: Yo cometería pecado, sino hubiese infierno. El segundo representa al que tiene una contrición imperfecta, que teme al pecado no solamente porque hay infierno, sino que también porque desagrada a Dios; en fin, el tercero es el emblema del cristiano que detesta sus pecados, porque desagradan a Dios que es infinitamente bueno e infinitamente amable.

 Medios para adquirir la contrición.

Queridos hermanos, no es tan fácil salir de un pecado como caer en él. Si bien pecamos por nuestra voluntad no podemos salir del pecado por la sola voluntad y sin la ayuda de la gracia de  Dios. Nuestra perdición viene de nosotros, pero nuestra salvación sólo de Dios. Esta es una verdad de fe definida en el Concilio de Trento: Si alguno dice que el hombre puede sin estar prevenido por la inspiración del Espíritu Santo creer, esperar, amar o arrepentirse de sus pecados, como es necesario para recibir la gracia de la justificación, sea anatema. La salvación depende de Dios, y no podemos nosotros librarnos del peligro del pecado por nuestros propios medios.

¿Cómo podemos conseguir el dolor de contrición? Veamos los siguientes medios:

1º. Cesar de ofender a Dios.

2º. Hacer obras de penitencia.

3º. Orar con fervor, reconociendo la miseria en que nos ha dejado el pecado.

4º. Pedir a Dios por medio de la penitencia y la oración la contrición, al tiempo de considerar sobre la gravedad y las razones para detestarlo.

Del propósito de enmienda.

El propósito de enmienda es parte esencial de una verdadera contrición, consiste en la resolución de volver a ofender más a Dios.

La enmienda debe ser sincera, que salga del corazón;  firme, no basta una veleidad del momento, sino una decidida actitud de no querer pecar más; universal, es decir, de evitar todo pecado mortal y venial deliberado; y, por último, perseverante a lo largo de nuestra vida.

Queridos hermanos, hagan todos los esfuerzos posibles para tener contrición de los pecados y firme propósito de enmienda, sólo así el alma estará verdaderamente sanada del pecado, liberada de sus consecuencias, reconciliada con Dios, sintiendo la efusión del Espíritu Santo que se derrama en el alma embriagándola de divina alegría.

Ave María Purísima.


2 respuestas a «Sin contrición no hay perdón de los pecados»

  1. Gracias Padre, pienso que la verdadera contriccion y dolor de nuestros pecados no tiene normas ni puntos ni estrategias a seguir , primero de todo ha que tener un amor tan grande a Dios , que esta contriccion y amargura sale del alma espontáneamente y nuestras lágrimas brotan espontáneas al haber decepcionado a Dios la persona que más te quiere en ente mundo y da vergüenza porque dio la vida por cada uno de nosotros y esto nos separa de nuestro Creador . El alma nunca estará contenta hasta que haya llegado a Dios, pues estamos echos a su imagen y semejanza y nunca encontraremos felicidad hasta unirnos con el. Pero hablemos de un alma que lleva mucho camino recorrido de la mano de su amado Dios , este va forjando en su alma día a día la necesidad de no poderse separar de él, porque este es su todo . Un alma pura con una infancia espiritual sencilla sin muchas teológicas y normas hace las cosas que el Espíritu Santo le va forjando poco a poco a prueba de fuego en su corazón con sus sufrimientos llevados con Dios , con sus alegrías ofrecías a Dios toda su vida ha sido una espera en Dios y Dios no defrauda nunca ni se aparta Dios ama y envuelve a ese alma en Divina provincia, y sabe que todo lo que le pasa viene amorosamente de Dios para su bien a este alma no le sirven puntos a seguir por ya por si es generosa , y su corazón es de Dios , y si peca sentirá en su alma el dolor más grande por separarse de Dios y haberlo ofendido , y a su vez se verá sucia hasta que no alcance el perdón de Dios este lo buscará con impaciencia , y hasta después de confesado querrá reparar para alegrar a su Padre y por supuesto tiene enmienda firme de no volver a pecar

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