Sobre la meditación u oración mental
Naturaleza de la meditación u oración mental.-
La meditación, consiste en una comunicación reflexiva con Dios, ocupando la mente en las verdades de la fe, para regular así la conducta propia.
Según Santa Teresa de Jesús, la meditación es comunicarse íntimamente, y con trato de amistad, con Dios, expresando su amor a Aquel del cual sabe el alma que es muy querida.
Para Lacordaire, la meditación es, ante todo, mirar una verdad, después poner todo el amor que se pueda en ella, y por fin, aplicársela.
Por su parte, San Francisco de Sales dice, que la meditación es hacer como las abejas, que no abandonan una flor sin antes haber recogido toda la miel.
Para otros autores espirituales la meditación es como un «espejo en el que el alma se conoce a fondo»; como una «mina de tesoros riquísimos»; como un «bálsamo que mitiga las penas»; como una «fuente de raudales de gracias»; como una «hoguera en la que se enardece el corazón», y como un «lugar apacible, de reposo, en donde el alma, acosada por los sin sabores del mundo, encuentra el sosiego y la paz espiritual que necesita».
Necesidad de la meditación.-
Se comprende la necesidad de la meditación, si atendemos al proceso con que se enlazan las diferentes facultades del hombre. Porque vemos que las ideas influyen, no sólo en el corazón, sino en las diferentes actividades humanas, aun sin advertirlo. Y puesto que obramos como amamos, y amamos como pensamos, de aquí que sea necesario meditar para sentir la piedad, y para vivir cristianamente y como el cristiano debe dejar, a su paso por la vida, un reguero de luz y una estela de generosidad y de amor, por esto necesita considerar la Vida de Jesucristo, sobre todo su Sagrada Pasión, las Verdades eternas, la Vida de la Virgen María, los ejemplos de los Santos, las virtudes cristianas y todo cuanto sirva para volverle más discreto, más abnegado, más reflexivo, y sobre todo, más sobrenatural y más semejante al modelo de los que se tienen que salvar.
Pero es necesario, para meditar u orar mentalmente bien, preparar el alma. No se puede prescindir de la preparación de la meditación, preparación que es «remota» y «próxima»; la «remota» es «natural» y «sobrenatural»; la «natural», consiste en la quietud del espíritu, de la imaginación y del corazón; y la «sobrenatural» incluye el vivir como Dios quiere. El alma frívola, disipada e inquieta, no puede meditar con provecho; y el alma manchada con infidelidades y pecados, si no pide con fe perdón, no puede ir a la la oración mental o meditación bien preparada.
La preparación «próxima» consiste en leer los puntos de la meditación concretamente. A la meditación propiamente tal, suelen preceder estos actos:
1.° LA ORACIÓN PREPARATORIA, que consiste en ponerse, con un acto de fe, delante de Dios, y considerarse la persona que medita como criatura ante el Creador, como pecador ante el Perdonador y como favorecido ante el Bienhechor; y después darle gracias por los favores recibidos, ofreciéndole la meditación con humildad y reverencia, y procurando una actitud de respeto, en cuanto al exterior del cuerpo, de los ojos y de las manos.
2.° LA COMPOSICIÓN DE LUGAR, que tiene por fin envolver el espíritu en un ambiente que ayude a penetrar mejor el asunto de la meditación, procurando ayudar a la imaginación y a la memoria con las circunstancias de tiempo y de lugar.
3.° LA PETICIÓN, que consiste en pedir con gran humildad y confianza el fruto que se desea alcanzar de la meditación; con esto viene ya la meditación propiamente dicha, cuyo mecanismo, en cada punto de la misma, suele comprender estos aspectos o fases:
- a) MOMENTO COGNOSCITlVO.- Ante todo debe intervenir el trabajo de las facultades cognoscitivas. Se debe recordar el contenido de un punto de la meditación, poniendo presente ante el espíritu, con viveza y relieve, y concretamente, el hecho de que se trata, o la verdad que se quiere entender.
Para esto sirve la atención; es decir, el apartar del pensamiento todo lo que no sea el hecho o la verdad que se quiere meditar, proyectando el entendimiento sobre la materia de la meditación, que puede ser o un «hecho» o una «verdad»; cuando la materia de la meditación es un hecho, resulta práctico hacer intervenir a la imaginación; mientras que cuando lo que se medita es una verdad, debe tomar parte principalmente el entendimiento, con el discurso.
b) MOMENTO AFECTIVO.- Mientras se ejercitan la memoria sensible y la intelectual, y sobre todo, cuando intervienen la imaginación y el raciocinio, se va despertando en el alma la onda afectividad, correspondiente a las imágenes y reflexiones que se van produciendo, con lo cual se va matizando de sentimiento lo que se recordaba y se conocía al meditar; luego se intensifica el conocimiento; y, finalmente, éste, acompañado del afecto llega a las puertas de la voluntad y llama insistentemente hasta que la facultad volitiva abre sus puertas.
- c) MOMENTO VOLITIVO.- Al llegar a este estado, el alma humillada ante la Majestad de Dios. o enardecida o entristecida o iluminada, oye unas sugerencias divinas, una palabra suave, que la invita a formular algún propósito con el cual pueda luego vivir mejor y según el grado de generosidad que el alma tiene, responde con resoluciones diferentes a lo que Dios insinúa; así es como brota el propósito; y la voluntad dice: “Voy a dejar este peligro; voy a practicar tal virtud, en tales ocasiones”: “quiero esto, y lo quiero por esta razón”.
4º COLOQUIO.- Repetidos estos actos, en los diferentes puntos de la meditación, se llega al coloquio o conversación con Dios, pidiéndole gracia abundante para cumplir lo prometido.
5º FRUTO DE LA MEDITACIÓN.- Es éste muy variado, pues la meditación acostumbra a profundizar en las cosas, ayuda a desprenderse de las comodidades de la vida, dispone para recibir más luces sobrenaturales, conocer mejor a Dios, arrojar el pecado del alma, purificarse, llenarse de espíritu sobrenatural, y convertirse en apóstol de las almas, por medio de las oraciones, de los dolores y de las obras de celo.
Resumen.-
Antes de meditar:
ADORA a Dios con humildad, creyendo que en estos momentos te mira, te oye, te habla, te bendice y te ama.
AGRADECE a Dios, los beneficios que te ha hecho al crearte, y al conservarte la vida, y sobre todo al darte su gracia, su amistad y los tesoros de los sacramentos divinos.
PIDE a Dios, que te dé luz, fe, fuerza y generosidad, para meditar con provecho.
OFRECE a Dios todos los actos que vas a hacer en el tiempo que dedicas a la meditación.
Durante la meditación:
LEE atentamente pequeños fragmentos de algún libro espiritual, destinado a la meditación.
REFLEXIONA repetidas veces sobre las verdades que has leído, haciendo aplicaciones de orden práctico: 1.° para no pecar; 2.° para practicar las virtudes; 3.° para ejercitar el apostolado cristiano.
DECÍDETE a mejorar tu vida en su conjunto, con las luces y con las enseñanzas recibidas.
PROMETE a Dios, que practicarás los propósitos hechos con su divina gracia.
Después de meditar:
SUPLÍCALE que te ayude para que en las ocasiones que durante el día se presenten, cumplas lo prometido en la meditación.
REZA devota y pausadamente un Padre nuestro y un Ave María.

Termino de leer despaciosamente este artículo y, antes de acometer su lectura, me escuché enterita la entrevista que el conductor del canal de Youtube «Razón o fe» le hace a un señor que se llama Ramón Nogueras. Psicólogo de profesión, divulgador científico, profesor universitario, 44 años, ateo radical, afirma desde su pensamiento crítico y ateísmo militante que la «fe religiosa es creer en mierdas» (sic).
Acaba de publicar un libro en el que, al parecer, refuta la fe y justifica por qué en efecto la creencia religiosa es «creer en mierdas» (sic). Desde luego yo, a mi pesar de que no soy especialmente bueno o lúcido dando razones de mi fe religiosa -por más que sí lo hago, sí lo intento, sí salfo a los areópagos a que puedo para hacerlo-, de por qué creo en el Dios Uno y Trino, me siento interpelado por tantos ateos y ateas que, habiendo sido o siendo infinitamente más inteligentes que yo, no dieron o han dado el paso a la afirmación de la fe religiosa.
Ellos y ellas en efecto no dieron el paso a la fe religiosa, en tanto yo sí que lo intento, sí: salgo a los areópagos a que puedo para hacerlo. Pero a lo que íbamos: la fe religiosa que ha movida la existencia de los mártires, de los santos, de los verdaderos testigos o confesantes del Señor, del Dios Uno y Trino, ¿es creer en mierdas?
Me parece una falta de respeto tremenda a la experiencia de la fe hablar en estos términos.