Técnicas de ejecución de la Revolución hacia 1936

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En noviembre de 1935, el Ministerio de la Gobernación redactaba un extenso informe titulado “La 3ª Internacional en España”, que trataba sobre las actividades de la Internacional Comunista o Komintern en territorio nacional[1], señalándose, en su introducción, que el comunismo no había podido desarrollarse con soltura en la Península hasta los primeros compases de 1930, curiosamente coincidiendo con la caída de la dictaduría primorriverista[2]. Tras la experiencia trágica de la revolución de octubre de 1934, aumentaría la preocupación gubernamental por el fenómeno del comunismo, como consecuencia de haberse celebrado en el verano de 1935 el famoso VII Congreso de la III Internacional en la capital moscovita, donde se habló sobre España, sobre la pasada revolución asturiana y sobre la constitución de los frentes populares…Al Gobierno español no le gustó nada lo que trascendió de aquel congreso sobre nuestra nación y emitió incluso una comunicado, en boca del ministro de la Gobernación, señor Portela Valladares[3]. En cualquier caso, fruto de dicha preocupación sería la redacción de la extensa memoria, a la que antes hemos aludido, donde se analizaba casuísticamente cómo era y cómo funcionaba la Internacional Comunista en nuestra Patria.

Pues bien, hemos de decir que, según este tomo de información y enlace policial, en el otoño de 1935, el comunismo tenía en nuestro país un número aproximado de afiliados entre 120.000 y 130.000 individuos, no incluyendo en esta contabilidad los innumerables simpatizantes de que también gozaba el movimiento comunista; en el campo socialista[4], principalmente. Por lo demás, en territorio español, se hallaban en pleno funcionamiento los siguientes organismos de la III Internacional, de la que el PCE era una simple sección nacional: la juventud comunista o Komsomol; los Pioneros rojos; la Internacional roja femenina; la Internacional de campesinos; la Internacional sindical roja, con su especial rama “Oposición Sindical Revolucionaria”; la Internacional de marinos y trabajadores del puerto; la sección de antimilitarismo; la federación deportiva obrera; la liga anticlerical revolucionaria; la unión de escritores proletarios revolucionarios de Hispanoamérica; la Sociedad para las Relaciones Culturales con el extranjero; el Socorro Rojo Internacional (de 85.000 a 90.000 afiliados) con pingües beneficios[5]; la sociedad de amigos de la URSS; las filiales del turismo soviético; la unión internacional del teatro y cine revolucionario; y la Internacional de mineros.

Nuestro país, por su incultura pasional e individualismo crónico, resultaba por entonces muy permeable a las nuevas prédicas revolucionarias; y la propaganda extremista hacía grandes progresos en dicho sentido. Así, antes de la revolución de octubre de 1934, se publicaban en nuestro país hasta un total de 58 publicaciones de matiz anarco-marxista, existiendo además once editoriales de igual ideología. Tras el parón forzado, por la represión de las actividades revolucionarias de 1934, un año más tarde se volvían a publicar en territorio español diecinueve periódicos de significación marxista y anarquista. Motivado por todo ello, nuestro país representaba un terreno propicio para la germinación de un estallido revolucionario, por mor de las desigualdades sociales existentes y la precariedad económica derivada de la Gran Depresión de 1929.

Y, en este punto, no debiera olvidarse que un partido comunista sometido a la disciplina de la III Internacional podía funcionar legal o ilegalmente, según las condiciones de cada momento y lugar. Ahora bien, aún desempeñando su cometido y funcionando   dentro de la legalidad, el Partido Comunista estaba obligado, por prescripción del Komintern, a poseer una organización secreta dispuesta a actuar[6]. El partido, por tanto, tenía que disponer de unas comisiones militares auxiliares, prestas a lanzar la insurrección cuando lo determinase el comité central o el  Komintern. Por ende, los revolucionarios tenían que conocer el arte militar, distinguiéndose dos fases bélicas completamente diferentes: el combate en ciudades y poblaciones, de carácter obviamente insurreccional, para hacerse con el poder del adversario, eliminado los jefes y oficiales del mismo, a fin de constituir bases seguras de futuras operaciones bélicas, para, seguidamente, pasar al enfrentamiento entre dos Ejércitos regulares, el de las clases dominantes y el ejército rojo, propiamente dicho[7].

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Dejando a un lado, la descripción interna de la organización de la III Internacional, convendría detallar cómo se llevaba a cabo un proceso revolucionario, bajo la tutela de la  Internacional Comunista. Pues bien, primeramente era menester una preparación a propósito del movimiento rebelde, después la ejecución revolucionaria propiamente dicha, y por último la explotación del éxito de la revolución. En la primera fase, se buscaba compactar y organizar un frente único de todas las fuerzas proletarias, por lo que se necesitaba la unión con los partidos socialistas y demás colectivos revolucionarios, ante la debilidad del mensaje comunista en la opinión pública, militarizando la militancia comunista, para hacer estallar la revolución en el momento que se juzgase oportuno. Transcribamos, pues, lo que el informe referido dice acerca de las técnicas para conducir la revolución marxista-leninista, tras la fase preparatoria[8].

1ª. – ACCIÓN SOBRE LAS MASAS:

Aterrorizar al burgués, echándose a las calles en masa con las armas en la mano, empleo de patrullas, ametralladoras y autos blindados. Desarmarlo, suprimiendo los periódicos a fin de que no pueda  saber nada privándole de dinero con el cierre  de los Bancos, quitándole todos los medios de transporte (autos) e impidiéndole organizarse (inspección de las reuniones sospechosas de burgueses).

Nacionalizar los Bancos, fábricas, industrias y comercios particulares (papel correspondiente a las células). Procurarse el dinero necesario, embargando los Bancos y por medio de contribuciones impuestas a las cajas públicas y particulares.

Establecer una policía y una justicia populares, reglamentando la circulación por medio de un carnet de identidad. En estas condiciones no habrá medio de que el burgués pueda escapar.

Conocimiento e inspección de las armas en poder de particulares, con cuyo pretexto se podrán efectuar registros e imponer multas.-

2ª.- ACCIÓN SOBRE EL PODER PÚBLICO:

Aislar al Poder Central apoderándose de las Comunicaciones y Transportes (papel desempañado por las células correspondientes).

Aislar por los mismos medios los organismos subordinados, como los Gobiernos provinciales y las Comandancias militares “suprimiendo” sin vacilar a las personalidades molestas.

Erigir un poder soviético en frente del antiguo poder en todos los sitios en que el movimiento tenga una evidente superioridad y, solamente entonces, derrocar a las Autoridades legales.

No tocar a los lugares, donde los partidos gubernamentales tengan la superioridad, limitándose a aislarlos completamente para que, faltos de órdenes de noticias, de dinero y de abastecimiento, puedan ser fácilmente dominados una vez que el régimen soviético se haya consolidado en el resto del país.

No tocar a la parte administrativa, sustituir en todas las administraciones con la “célula” administrativa a la antigua dirección; el resto será ejecutado durante la fase de explotación. Respecto al ejercicio, no buscar conflictos.

Aislar a los mandos y cuarteles, impidiendo a los jefes y oficiales que acudan a sus puestos. Tratar de obtener deserciones, primero aisladas, y después por grupos, reuniendo en seguida el mayor número posible de desertores para demostrar al pueblo que en revolución está sostenida por el Ejército, sirviéndose de aquellos núcleos para seducir a otras unidades; en una palabra: toda propaganda y astucia.

Explotación del éxito.

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3ª.- La tercera fase consiste en el aplastamiento definitivo de la clase burguesa, y el establecimiento de un terror permanente a fin de destruir toda posibilidad de reacción ulterior. He aquí lo que dice Trotsky, en su estudio “sobre el terrorismo”; muchas personas creen que el carácter cruel de la guerra civil es la consecuencia del “asiatismo” ruso y de su cultura atrasada; así, los adversarios de nuestra revolución en Europa Occidental no dejan de decir que en Rusia florece el “socialismo asiático” y que en los países civilizados la revolución de triunfar, no sería con tantas crueldades. Todo esto no son más que una sarta de necedades, puesto que en un país capitalista la resistencia de la burguesía tendría que ser más grande porque los intelectuales están más ligados al capital que en Rusia, y son más hostiles al comunismo. “La guerra civil tiene que ser inevitablemente mucho más violenta en esos países que en el nuestro y yo os garantizo que la próxima rebelión del proletariado francés, hará palidecer los fastos de la Commune de París”. Lozovsky[9], secretario general de la Sindical Roja Internacional, confirmaba, de esa manera, ese punto de vista del Komintern: “En el transcurso de una lucha social exacerbada, la indecisión y las vacilaciones suelen costar mucho más caras que la mayor crueldad con el enemigo de clase”[10].-

Como puede observarse, la táctica revolucionaria de los comunistas, que el ministerio nos desvela, finalizando el año 1935, no se apartaría de lo que se vivió trágicamente en la zona republicana durante la contienda de 1936-1939. Y es que la guerra civil era imprescindible para apoderarse definitivamente del poder político, en concordancia con las técnicas bolcheviques de la época, pues no dejaba de ser una fase más del proceso revolucionario; iniciado aquí antes de romperse las hostilidades bélicas en julio de 1936. No en vano, Largo Caballero y otros dirigentes socialistas así lo venían pregonando[11] y confesando desde meses atrás[12]; e incluso la conclusión de este peculiar proceso insurreccional se lo adelantaría el citado a los combatientes del Ejército republicano, tras crear su gobierno la figura del comisario político para las tropas movilizadas[13]; medida coercitiva tomada a imagen y semejanza del Ejército soviético, a raíz de la revolución bolchevique[14]. Pues bien, lo que Largo Caballero proclamó, por orden ministerial de 16 de octubre de 1936, a propósito de las normas generales del comisariado de guerra, era lo siguiente[15]: También conviene convencer a los trabajadores que defienden con su vida el régimen republicano de que, al término de la guerra, la organización del Estado sufrirá una profunda modificación. Se irá a una estructura distinta de la presente en lo social, en lo económico y en lo jurídico. Todo ello en beneficio de la clase trabajadora.

Eufemísticamente, lo expuesto por Largo significaba la instauración definitiva de un estado socialista de cariz leninista. No en vano, desde julio de 1936, las milicias socialistas y comunistas controlaban el orden público, tras el reparto libre de armas a partidos y sindicatos de izquierdas, una vez rotas las hostilidades en el país. Solamente era cuestión de tiempo.

NOTA.- El autor es historiador, con título universitario de posgrado (Máster), politólogo, con Máster de posgrado, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y abogado colegiado con más de 20 años de ejercicio profesional. El presente artículo lo ha confeccionado con pleno respeto por la normativa en vigor y con una finalidad exclusivamente divulgativa e histórica; pero reservándose, frente a denuncias desaprensivas, todo tipo de acciones legales en defensa de sus derechos. Todo ello en consonancia con el texto de la Constitución española, la cual, proclama la libertad de expresión, la libertad ideológica, el derecho de investigación y el derecho al honor.  El autor es investigador autónomo, actuando en consonancia con su criterio libre e independiente, sin someterse a colectivo político y sindical alguno.
[1] Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1519, Exp.8, folios 1-87.
[2] En cambio, el sindicalismo socialista se vio bastante beneficiado por el régimen político del general gaditano, lo que no fue óbice para que, caída la Dictadura, la familia de Primo de Rivera fuera perseguida por los socialistas.
[3] “MADRID.- Como bien dijo ayer mañana el jefe del Gobierno, una buena parte de la reunión estuvo dedicada a cuestiones de orden público. El señor Portela informó con todo detalle a sus compañeros de los manejos que se realizan en España, cumpliendo indicaciones de los dirigentes de la Tercera Internacional. Aludió el señor Portela al discurso de Dimitroff*, en el último Congreso de Moscú, en el que se refirió con bastante insistencia a España, nación que en estos momentos, según este significado miembro comunista, ofrece mayor facilidad, no solo para propaganda, sino para la ejecución. Este discurso del personaje comunista se ha visto reflejado en la realidad, y que según conocimiento que tiene el señor Portela, se organiza con toda clase de elementos, un frente único para maniobrar en España. Lo doloroso de estos manejos es que en ellos aparecen complicadas personas de alto relieve en la política de la República y que hasta hace poco pertenecían a uno de los partidos que forman la actual coalición. Se tienen noticias, incluso, de que se ha facilitado el acceso a España de partidas de armas por algunos puertos del Sur. El Gobierno, penetrado en la importancia del problema, con absoluta unanimidad, estuvo conforme en aceptar toda clase de medidas, cualquiera que fuera su gravedad, para reducir a la impotencia el movimiento que se prepara con fondos de Moscú. El Gobierno tiene las dos fechas en que los extremistas proyectan los manejos revolucionarios, habiéndose dado órdenes severísimas”. Confróntense: “Se prepara un frente único de acuerdo con la III Internacional”, El Diario de Ávila, (14.09.1935), p. 1; “El Gobierno español atento a los manejos de Rusia en relación con nuestro país”, El Adelantado de Segovia, (14.09.1935), p. 4; “Manejos revolucionarios”, La Voz de Cantabria, (15.09.1935), Santander, p. 1.
*G. Dimitrov, secretario general de la III Internacional  (1934-1943).
[4] La UGT, las populosas juventudes socialistas y una parte considerable del partido socialista estaban ya por entonces muy seducidas por el ideal soviético, hasta el punto que el mismo Presidente del partido, Francisco Largo Caballero, se consideraba asimismo como el segundo Lenin, comentando a la prensa que cada día se mostraba más alejado de la legalidad republicana y más cerca del comunismo y su táctica; diferenciando la revolución de la insurrección, que necesariamente tendría que llegar de mano de los socialistas… Fuente: La Rioja, Logroño, (15.09.1935), p. 1; Gaceta de Tenerife, (10.09.1935), p. 1.
[5] Por ejemplo, desde noviembre de 1934 hasta febrero de 1935, el Socorro Rojo Internacional había recaudado tres millones de francos “para las víctimas de la represión en España”. Fuente: Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1519, Exp.8, folios 5 y 6.
[6] Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1519, Exp.8, folios 37.
[7] Op. cit., folios 62 y ss.
[8] Op. cit., folios 58-61.
[9] Solomón Abrámovich Lozovski (1878-1952), bolchevique destacado, fue secretario general del Profintern, la Internacional Sindical Roja, desde 1921 hasta 1937. Fue ejecutado.
[10] Eso mismo sostenía Margarita Nelken ante las juventudes socialistas: el sentimentalismo en la hora de la lucha es imperdonable. Nosotros hemos sido muy sentimentales. Por sentimentalismo no se destruyó la gran catedral de Oviedo y sirvió para que ametrallaran al pueblo trabajador que se había levantado en armas contra la reacción y la burguesía. Cf. La Libertad, (26.03.1936), Madrid, p. 3
[11] Consúltese 18 de Julio de 1936; entre el mito y la realidad, SND Editores, Fuenlabrada.
[12] Cf. “Habrá Soviet en España en cuanto caiga Azaña”, La Prensa, Nueva York, (21.02.1936), p. 1 y 2.
[13] Decreto del 15 de octubre de 1936, Gaceta del 16.
[14] Cf. Comín Colomer, E. (1973): El comisariado político en la guerra española 1936-1939, Editorial San Martín, Madrid, p. 46.
[15] Comín Colomer, E. (1973), El comisariado político en la guerra española… pp. 47-51; “Informe sobre la organización del Ejército republicano en Asturias”, Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1344, Exp.3, folio 62.

2 respuestas a «Técnicas de ejecución de la Revolución hacia 1936»

  1. Clarísimo, como se ve en la foto, lo primero que hace la élite anglo sionista a través de sus lacayos masones, es armar a su escoria Disraeli Rothschild de turno (roja, , cómo se ve en la foto o islámica como quizás terminemos por ver; por uno u otro procedimiento más o menos ortodoxo/legal. Y los demás con tirachinas, a correr o a esconderse. Por supuesto, asegurarán una mínima oposición armada para justificar sus crímenes.

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