Terrorismo comunista durante los años 40 y 50 (I)

I – CONSIDERACIONES GENERALES

¿«Maquis», «guerrilleros», «luchadores por la libertad y la democracia» o terroristas y bandoleros?.-

Durante la década de los cuarenta –con algunas ampliaciones aisladas y puntuales a los primeros años de la de los cincuenta– asoló buena parte de nuestra geografía peninsular un fenómeno de inusitada violencia y de inspiración y ejecución mayoritariamente comunista, que sólo puede ser calificado de terrorismo y a sus autores de terroristas. Y decimos fenómeno «terrorista» porque eso es lo que fue; también, como veremos, vulgar bandolerismo. Frente a tal realidad, asistimos hoy, en contra de la verdad histórica incuestionable, a una incomprensible magnificación e incluso exaltación de aquel fenómeno y de sus protagonistas a los que llega a presentarse incluso como a héroes, como si no hubieran sido lo que, repetimos, fueron: puros y duros terroristas que terminaron en degenerar en vulgares bandoleros.

En su momento, los patrocinadores de dicho fenómeno –muy principalmente la URSS de Stalin, la Internacional Comunista y el Partido Comunista de España (PCE), y durante algún periodo no pocos países «democráticos», principalmente Francia y el Reino Unido, pero también los Estados Unidos– consiguieron acuñar la denominación de «maquis» para hacer presentable lo que no lo era aprovechando la honorabilidad que tal vocablo francés había adquirido durante la II Guerra Mundial al ser aplicado a la resistencia contra el nazismo no sólo en Francia, sino en cualquier país de Europa ocupado por Alemania; resistencia que dicho sea de paso iniciaron los comunistas franceses –con la participación de los rojos españoles exiliados en el país galo– únicamente después de que Hitler invadiera la URSS en 1941, pues hasta ese momento habían sido colaboradores entusiastas de los nazis.

Asalto a una diligencia por bandoleros en el siglo XIX

Es a raíz de tal año cuando para designar a los que se agrupan con el fin de combatir a los nazis en Francia, comienza a acuñarse el término, originario de Córcega, «pendre le maquís» –luego, para abreviar, se quedaría en «maquís» o «maqui»–, que literalmente significa «agarrarse al monte» y vulgarmente «vivir a salto de mata»; la traducción española más ajustada es la de «echarse al monte», y no debemos olvidar que la misma ya fue utilizada en España para calificar a los bandoleros que sobre todo durante los siglos XVIII y XIX asolaron con sus robos y pillajes, además de asesinatos y otras fechorías, especialmente las zonas montañosas de Andalucía, Cataluña, Castilla la Nueva y Galicia, cuyo halo de romanticismo, debido generalmente a la literatura de aquella época, nunca nada tuvo que ver con la realidad de su depravada vida, ni con los daños y sufrimientos que causaron a sus víctimas; tampoco con la imagen que la conocida serie televisiva «Curro Jiménez» nos ha ofrecido. Así pues, llamar «maquis» a los comunistas que aterrorizaron buena parte de España en la década de los cuarenta es válido siempre y cuando utilicemos su verdadero significado en español que no es otro que el de bandoleros –que fue como acertadamente les califico siempre el Régimen–, bandidos, salteadores, proscritos, forajidos o brigantes, pero no si se pretende utilizar como si de un honorable «resistente» se tratase.

Hoy en día se intenta presentar aquel fenómeno como si se hubiera tratado de lucha de resistencia contra una dictadura y a los terroristas de «guerrilleros» –vocablo netamente español surgido durante nuestra Guerra de Independencia y que no tiene traducción en ningún otro idioma–, término pleno de honorabilidad cuando se emplea con justicia y exactitud, pues designa a los que, militares o normalmente paisanos, toman las armas en condiciones de franca inferioridad para luchar contra un ejército invasor. Pero a la vista está que ni el término «resistente» ni el de «guerrillero» pueden ser aplicados en el caso que nos ocupa porque para ello debía haber existido en la España de los años cuarenta un ejército invasor contra el que combatir –como fue el francés en 1808 o el alemán en Francia en 1940–, lo que bajo ningún concepto era el Ejército nacional, español, a cuyo frente estaba el Caudillo, que contaba con el respaldo unánime de todo el pueblo español.

Al unísono de lo anterior, también se pretender vender la expresión de «luchadores por la libertad y la democracia» para designar a los que protagonizaron aquel fenómeno. Pues bien, como veremos, nada más lejos de la realidad histórica pues ni luchaban contra el nazismo, obviamente, ni contra el fascismo, pues como ha quedado claro en este trabajo el régimen español no lo era, ni contra una dictadura, pues ni el Régimen lo era, ni Franco era un dictador; pero es que además tampoco dichos terroristas pretendían traer a España la libertad ni implantar una democracia, sino reavivar los rescoldos de la guerra recién terminada, y derribar a Franco y destruir el Régimen sólo para hacer de España, según ellos mismos declaraban en su propaganda, una república socialista soviética dependiente de Moscú, es decir, una dictadura del proletariado en toda regla idéntica a la que en esa misma década fue implantada en los países del Este europeo por orden de Stalin, con la ayuda de las invasoras tropas soviéticas y el silencio cómplice de las democracias occidentales, y que si en España no fue posible se debió a que de nuevo Franco, el Régimen por él auspiciado y el pueblo español lograron una rotunda victoria moral, material, política y militar contra ese mismo comunismo al que ya habían derrotado en la Cruzada.

Partida de terroristas comunistas en los años 40

Por ello debe quedar claro desde el principio que nada de «maquis» –o en todo caso su correcta traducción de «bandoleros» o «bandidos»–, nada de «guerrilleros», nada de «luchadores por la libertad y la democracia», sino únicamente puros y terribles terroristas, porque sus actos así lo acreditan como vamos a ver y en sus momentos finales simples y vulgares bandoleros.

Para abundar más en lo dicho veremos también que a diferencia de lo que ocurre con los  guerrilleros de verdad que luchan por expulsar a un ejército invasor golpeándole en sus puntos más delicados –atacando destacamentos, depósitos de materiales, vías de comunicación, aprovisionamientos, etc.–, los objetivos no serán, salvo en contadísimas y pequeñas ocasiones, ni militares ni de interés militar, sino civiles, tanto en lo humano como en lo material, característica propia sólo de terroristas.

Asimismo, la semejanza de lo ocurrido en España durante la década de los cuarenta es tan evidente con lo desarrollado por ETA desde 1968 hasta nuestros días que, siquiera por honradez y coherencia histórica, si calificamos a ETA o al GRAPO de bandas terroristas, algo que nadie ha discutido nunca, al menos por ahora, debemos calificar de igual forma como de terroristas a aquellos a los que hoy se nos intenta mostrar como «guerrilleros y luchadores por la libertad y la democracia»; incluso el apelativo de terroristas podría en muchos casos y momentos estar fuera de lugar y ser el de «bandoleros» el más exacto «…Lo que hicieron no les hacía merecedores del honroso nombre de guerrilleros y, ciertamente, después de 1946 degeneraron en bandoleros, porque actuaban en bandas; robaban para su lucro personal; mataban para vengar ofensas privadas; violaban para satisfacer sus instintos; raptaban para obtener rescate y operaban en remotas zonas rurales sin importancia militar…» (George Hills en «Monarquía, República y Franquismo»).

Algunas precisiones previas.-

* Tanto sus inductores fuera de España, como sus ejecutores materiales en el interior, estaban animados de un odio visceral y contumaz contra ella, contra Franco y contra el Régimen, como consecuencia de la recientísima y total derrota de su causa en la Cruzada; también por el temor a tener que rendir cuentas de los execrables actos cometidos durante ella en zona roja, los cuales se estaban esclareciendo en esos años gracias a la entrada en vigor de la Ley de Responsabilidades Políticas. Sin duda, tales odios y temores fueron, junto con su visceral radicalismo ideológico marxista, y en la mayoría de los casos comunista, caldo de cultivo idóneo que Moscú, la Internacional Comunista y el Partido Comunista de España (PCE) supieron explotar y manipular hábilmente para embaucar a muchos a fin de intentar azuzar en España los rescoldos de la guerra y conseguir, ahora contra el Régimen, la victoria que no habían podido lograr en ella.

* La situación internacional que sobre todo al finalizar la II Guerra Mundial se creó, por la cual los aliados, Stalin entre ellos, mostraron una especial animadversión contra España, llegando incluso a decretar su bloqueo en la ONU, fue sin duda colaborador necesario y eficaz para que el terrorismo enraizara y azotara España con especial vigor al menos hasta el comienzo de la «guerra fría» entre 1948 y 1949. Especialmente dañina fue la actitud de Francia que permitió que su territorio fuera utilizado como base y refugio por el PCE, el cual llegó durante años a ser casi dueño y señor de los Pirineos galos.

Guardias civiles enseñando a niños a hacer la señal de la Cruz (1941)

* Buena culpa de que muchos ingenuos se decidieran a unirse a las partidas terroristas, fueran como miembros activos de ellas, fuera como enlaces o colaboradores, la tuvo la intensa propaganda que la Internacional Comunista llevó a cabo en la Europa de la postguerra según la cual la caída de Franco y del Régimen era cosa de días porque el pueblo español sufría bajo el peso de una oprobiosa dictadura a la cual bastaba con empujar un poco para que cayera de forma estrepitosa, lo cual era del todo falso, pues tanto el Caudillo como el Régimen que comenzaba a construirse contaban con el respaldo unánime del pueblo español harto de guerra, pero aún más harto de lo que había ocurrido en la zona roja bajo el dominio de aquellos que ahora impulsaban el terrorismo; sin duda el creerse su propia propaganda fue uno de los más importantes errores que cometieron tanto los dirigentes del PCE como sus militantes.

* Hay que destacar y dejar bien patente que desde el comienzo y hasta el final, el Régimen mostró una voluntad absolutamente firme y decidida de luchar contra el terrorismo a vida o muerte hasta lograr su total derrota y extinción, sin estar dispuesto a hacer concesión alguna, sin pensar ni por un instante ni contemplar ni por un momento la más mínima posibilidad de transigir, de negociar, de «tomar la temperatura», de buscar «salidas» o apaños o cualquier tipo de componenda de las muchas que la «democracia» ha utilizado con el terrorismo de ETA con los nefastos resultado que hoy contemplamos al ver los postulados de ETA triunfantes en Vascongadas, a sus organizaciones «políticas» gobernando en tal región y a los etarras en libertad y enseñoreados de las instituciones y las calles.

* Una de las más importantes medidas que adoptaron todos los gobiernos de esos años fue la de no dar publicidad, en lo posible, a los actos terroristas que se producían, cerrando así a sus autores, especialmente a sus inductores, es decir, a la URSS, la Internacional Comunista y el propio Partido Comunista de España (PCE), la gran baza que buscaban y que siempre supone dicha publicidad; no es que se negara su existencia o que se actuara con premeditada opacidad e incluso oscurantismo, como hoy se dice, sino que se entendió desde el comienzo que dar a conocer los hechos de forma sistemática era dar una baza esencial a los terroristas y, por las mismas, quitársela a las fuerzas del orden en su lucha contra ellos. Cuando con la «democracia» se ha hecho lo contrario, los resultados han sido, como vemos, nefastos.

* Contra el terrorismo de aquellos años el Régimen empleó exclusivamente a las fuerzas de orden público, es decir, a la Guardia Civil –principalmente, sobre todo porque buena parte del terrorismo se dio en zonas rurales de competencia de tal Cuerpo– y a la Policía, fuera la Armada –hoy denominada Nacional–, fuera la de Investigación Criminal; sólo en contadas ocasiones se empleó en algunos puntos a reducidos destacamentos militares por periodos muy cortos como apoyo de aquellas, normalmente en misiones de vigilancia de pasos. Así pues, el terrorismo no consiguió otro de sus objetivos que no cabe duda que era implicar en la lucha contra él a las Fuerzas Armadas, provocando una escalada de consecuencias políticas evidentes al hacer parecer al Régimen como una dictadura militar, lo que no era. Así pues, el terrorismo –siempre denominado y tratado como bandolerismo– fue relegado a mero problema de orden público, que es lo que fue.

* La lucha contra tal plaga, que como veremos al final de este anexo alcanzó niveles importantísimos –baste adelantar que mientras ETA ha cometido hasta la fecha, en treinta y cuatro años de existencia, 828 asesinatos, el terrorismo comunista en tan sólo una década cometió 953–, recayó sobre unas fuerzas del orden que entonces –en aquella España de la posguerra repleta sólo de escaseces y carencias, además de rodeada por una guerra mundial de proporciones nunca antes vistas, y para más inri de una España víctima del bloqueo internacional durante la postguerra– eran escasas en número de efectivos y más aún en medios, debiendo actuar en zonas amplísimas a su vez carentes por completo de vías y medios de comunicación tanto para el transporte como para el enlace; entonces la Guardia Civil apenas tenía vehículos, moviéndose siempre a pie o como mucho a caballo, tampoco radios, por lo que para el enlace dependían de los teléfonos fijos que pudiera haber en ciudades o pueblos en muchos de los cuales no había ni uno solo, etc., etc. Es muy difícil hoy en día, cuando dichos medios abundan, hacerse a la idea de las penurias con las que tuvieron que enfrentarse guardia civiles y policías a la hora de perseguir a los terroristas, por eso encierra aún mayor mérito su labor y su victoria lograda sobre la base de la paciencia y el tesón, de la investigación y la vigilancia constantes, haciendo alarde de imaginación, valentía y decisión, asumiendo además un alto precio de sangre entre sus componentes.

Guardias civiles de servicio en los años 50

* También hay que reconocer que la actitud del pueblo español en su unanimidad fue ejemplar y baza importantísima para alcanzar dicha victoria, pues en todo momento supo sufrir con resignación y estoicismo las consecuencias del terrorismo, sin pedir a cambio nada más que su erradicación clara y contundente, sin ceder a su chantaje emocional, sin manifestaciones que por muy numerosas que sedan de nada sirven, apoyando sin fisuras la labor de las fuerzas del orden, plenamente seguro de que antes o después las autoridades y dichas fuerzas serían capaces de vencer a aquellos que intentaban trastocar sus anhelos de paz y trabajo; al igual que guardias civiles y policías, el pueblo español asumió con valentía un altísimo precio de sangre y daños materiales sin ceder en ningún momento a la tentación de la negociación o la componenda.

* Finalmente, afirmar que buena parte del éxito se debió a que cuando los terroristas retaron a los españoles con su guerra, el Régimen, sus autoridades, fuerzas del orden y el pueblo español al unísono aceptaron dicho reto y se pusieron manos a la obra para alcanzar la victoria absoluta; al contrario de como se ha hecho en la «democracia» durante la cual, ante el mismo reto y problema, se ha optado por otras vías que sólo han favorecido la victoria de los terroristas. 

Fases y prolegómenos.-

El fenómeno terrorista del que nos ocupamos en este anexo nació prácticamente nada más iniciarse la Cruzada en 1936, permaneciendo vigente hasta los primero años de la década de los cincuenta, dando sus últimos escasos y puntuales estertores a finales de la misma, atravesando diversas fases y periodos de distinta virulencia.

Aunque como es lógico los periodos en que vamos a dividir las fases por las que atravesó no son estancos, sino que se solapan, variando además en más o en menos según las particularidades de cada región, podemos considerar tres grandes fases:

* Una primera fase que va del segundo semestre de 1936 hasta Octubre de 1944, momento en que se produce y fracasa la invasión comunista del Valle de Arán, caracterizada por el surgir de partidas terroristas dispersas y descoordinadas formadas: entre 1936 y 1939, bien por rojos huidos sea del triunfo del Alzamiento en la zona nacional –principalmente Andalucía occidental y Galicia–, sea de restos de unidades rojas disueltas conforme los nacionales iban liberando provincias que permanecían bajo dominio rojo; y entre 1939 y 1944 por esos mismos rojos bien que ahora, tras el triunfo nacional y al no haber podido huir al finalizar la guerra, se veían en la necesidad de sustraerse a la acción de la justicia de las nuevas autoridades pues la mayoría de ellos habían participado en crímenes durante la contienda. Estas partidas se aglutinaban normalmente en torno a algún personaje de cierto carisma que a su vez agrupaba a amigos, conocidos u otros que por cualquier razón andaban huidos en su zona de actuación. Su ideología podía, por lo tanto, ser comunista, tanto como socialista o anarquista, pues todos ellos habían militado en el Frente Popular y en el ejército rojo. Aunque al principio sus acciones más comunes fueron encaminadas casi exclusivamente a sobrevivir sobre el terreno, proliferando por lo tanto los robos y atracos para conseguir comida, vestimenta o dinero, conforme algunas de dichas partidas consigan cierta estabilidad y permanencia en el tiempo evolucionaron cometiendo secuestros para obtener fondos y asesinatos, en una escalada que será ya imparable. Normalmente aisladas unas de otras, no por ello dejarán de actuar a veces conjuntamente las que coincidan en una misma zona. Asimismo, no estuvieron exentas de tensiones y discrepancias internas o entre partidas que traerán consigo su división, dando lugar a nuevas partidas, existiendo también otras que, al verse debilitadas, se agruparon para ganar fuerza. Será esta primera fase más pródiga en partidas terroristas, así como más tempranera, Galicia, Andalucía occidental –Málaga y Granada incluidas–, Asturias y León, así como algunas zonas de los Montes de Toledo. En esta fase el apoyo de enlaces y colaboradores a los terroristas lo fue fundamentalmente de familiares, amigos o conocidos, es decir, sobre todo de aquellos que tenían un vínculo sentimental con ellos.

Partida de terroristas comunistas

* Una segunda fase que va de 1945 a 1949, momento en que Moscú dará la orden de cesar en la estrategia terrorista, que comenzó tras el fracaso de la invasión comunista del Valle de Arán en Octubre de 1944 cuando Stalin ordenó al PCE utilizar el terrorismo como principal estrategia para derrocar, tras el final de la II Guerra Mundial, al régimen de Franco; estrategia que el tirano moscovita creyó entonces complemento ideal del acoso diplomático por él mismo impulsado; acoso que traería consigo la imposición en 1946 por la ONU del aislamiento sobre España. Así pues, a partir de 1945 el PCE pasó a implicarse totalmente –y ya prácticamente a monopolizar– en la organización del terrorismo en España infiltrando en la Península terroristas convenientemente instruidos cuya misión era doble: por un lado, hacerse con la dirección de las partidas que venían actuando desde hacía años para controlarlas y coordinarlas a fin de instituirse el Partido en dueño y señor del terrorismo para, tras su victoria, que creían segura, estar en la mejor posición posible para hacerse con el poder; por otro, nutrir a dichas partidas aumentando su número, cuantía y calidad impulsando sus actuaciones. Esta fase dará fin en 1949 cuando se proceda a ejecutar las nuevas órdenes de Stalin de cesar en la estrategia terrorista para pasar a otra de infiltración en las estructuras del propio Régimen a fin de subvertirlo y destruirlo desde dentro con el tiempo, una vez comprobado no sólo el fracaso sobre el terreno del terrorismo, sino también obligados los comunistas por el radical cambio de escenario internacional que suponía el comienzo de la «guerra fría» y con ella no sólo el choque de la URSS con las democracias occidentales –por fin desengañadas de su antiguo aliado ruso–, sino también el levantamiento del bloqueo a España y la aceptación y reconocimiento de Franco y el Régimen por parte de la comunidad internacional; a excepción, lógicamente, de la URSS y sus satélites del Este europeo bajo su dominio. Aun con notables fracasos, como veremos, no cabe duda de que la implicación del PCE en el terrorismo de una forma total trajo consigo su aumento y endurecimiento, por lo que esta segunda fase será la de mayor auge de los actos terroristas habituales –robos, atracos y secuestros–, así como de una notable escalada en los asesinatos y, por todo ello, de enfrentamientos con las fuerzas del orden que, no obstante, para entonces ya habían adquirido suficiente experiencia lo que redundó en un impresionante aumento de su eficacia, pudiendo así hacer frente con éxito a la ofensiva terrorista cuando más falta hacía. Ni que decir tiene que a excepción de alguna región en la que los comunistas no lograron hacerse con el control de la mayoría de las partidas, como fue el caso de Cataluña donde los anarquistas no quisieron sometérseles, y Galicia donde existió hasta 1948 una intensa pugna con las socialistas, esta fase alcanzó, con mayor o menor calado, a casi toda la Península. En esta fase las redes de enlaces y colaboradores alcanzan también su mayor amplitud y eficacia, nutriéndose no sólo como en la anterior fase de familiares y amigos, sino también de militantes o simpatizantes del PCE que, organizados por sus dirigentes, les dieron forma y pusieron al servicio de las partidas de terroristas.

* Una tercera fase desde 1950 hasta finales de tal década, en la que únicamente quedaron algunos restos de partidas terroristas –e incluso terroristas aislados– cuya contumacia o intentos de huida les llevó a cometer aún algunos atentados dispersos; durante ella actuaron, ya de forma muy esporádica, restos de partidas e incluso terroristas en solitario cuyo fanatismo les hacía incapaces de asumir su fracaso. Así pues, esta fase no lo fue de terrorismo como tal o como lo había sido hasta 1949, año en el que se puede dar por extinguida tal plaga, sino sólo de actos prácticamente individuales hasta que las fuerzas del orden fueron consiguiendo abatir o detener a los pocos que persistían en su actitud, los cuales, por otra parte, empleaban en realidad su tiempo en sobrevivir mediante robos y atracos, y huir de la presión policial que sobre ellos se ejercía, carentes de apoyo por parte de enlaces y colaboradores, al contrario que había ocurrido en la otras dos fases.

El «modus operandi».-

Con ligeras variaciones, producto más de las peculiaridades personales de sus protagonistas que de otra cosa, el terrorismo comunista, así como el de algunos anarquistas y socialistas, tuvo siempre un mismo modus operandi.

Formada la partida terrorista agrupando a huidos o a infiltrados, normalmente en torno a alguien con cierto carisma o preponderancia sobre los demás –a veces por su currículum como activista, otras por tener el respaldo de la dirección del Partido o simplemente por sus dotes personales–, la partida, fuera por libre o subordinada a la estructura del Partido, procedía a elegir una zona de actuación preferente que normalmente coincidía con aquella en la que habían sido reclutados sus integrantes, fuera por ser oriundos o residir en ella, o fuera por poseer las mejores perspectivas de apoyo.

Partida de terroristas comunistas en los años 40

La partida, una vez «echada al monte», y muchas antes incluso, buscaba crear una red de enlaces y colaboradores que le era esencial, pues sin su ayuda pocas o ninguna posibilidad tenía de sobrevivir, toda vez que dichos enlaces y colaboradores –que pasaban a formar lo que se llamó «organización del llano», en contraposición con la «del monte» que era la partida de terroristas– debían suministrarles víveres, vestuario y otros elementos precisos para subsistir, así como refugio en caso de necesidad e informaciones sobre potenciales objetivos –sobre todo sobre personas susceptibles de pagar buenos rescates por su liberación una vez fueran secuestrados–, así como sobre las fuerzas del orden que actuaban en dicha zona. Dichos enlaces y colaboradores fueron buscados normalmente entre familiares, amigos y otros cuya cercanía ideológica les impulsó a prestarse a colaborar, pero también en multitud de casos los hubo que eran forzados a colaborar bajo amenaza de sufrir represalias, para lo cual los terroristas no dudaban en presentar a los lugareños ejemplos contundentes de lo que le ocurría al que no colaborara –y más aún al que lo hiciera con las fuerzas del orden–, asesinando a alguno como ejemplo; también hubo muchos colaboradores que lo fueron sólo por motivos crematísticos, pues en aquella España de escaseces suponía un gran alivio, e incluso un buen beneficio, el dinero que los terroristas abonaban por algunas colaboraciones. Tan esenciales eran para las partidas terroristas las redes de enlaces y colaboradores que cuando la fuerzas del orden conseguían desmantelar alguna de ellas la eficacia e incluso la mera supervivencia de las partidas las llevaba a la extinción. Muy valorados eran aquellos colaboradores que, por poseer un especial conocimiento de la región, sobre todo de sus pasos –especialmente los de los Pirineos–, ejercían de guías en los traslados de los terroristas, especialmente en los de infiltración en la Península. Una idea de la amplitud e importancia de tales redes de enlaces y colaboradores la da el número de ellos detenidos durante todo el fenómeno: 19.444; cuando algún colaborador o enlace se veía en trance de ser descubierto procedió, normalmente, a huir al monte e integrarse en la partida terrorista a la que venía apoyando, siendo esta una vía de recluta de nuevos miembros muy utilizada por ellas.

Las acciones terroristas más comunes y generalizadas fueron en todas las regiones las mismas:

* Robos y atracos: en viviendas aisladas –granjas, caseríos, cortijos, etc.–, en sucursales bancarias de pequeñas localidades, a pagadores de empresas –sin importarles que ello afectaba directamente a los trabajadores de las mismas a los cuales decían pretender «liberar»–, en comercios y otros establecimientos; en total fueron 5.964 a los cuales daban el eufemístico nombre de «golpes económicos».

* Secuestros, bien de personas adineradas con posibilidades de pagar rescates, bien de otros que no tenían tantas, guiándose los terroristas a la hora de elegir a sus víctimas sobre todo por la facilidad y seguridad de poder cobrar dicho rescate; fueron en total 845.

Portada de ABC dando cuenta del atentando contra el expreso Madrid-Barcelona en 1949

* Sabotajes de tendidos eléctricos y vías férreas; supusieron sólo un total de 538, siempre de poca entidad y escasa repercusión, a excepción del cometido el 12 de Febrero de 1949, cuando dos terroristas conseguían hacer descarrilar el expreso Barcelona-Madrid entre las estaciones de Guiaments y Mora la Nueva causando cuarenta muertos y más de un centenar de heridos muchos de ellos graves.

* Asesinatos de todo tipo de personas, sin respetar ni edad –los hubo de menores e incluso de niños–, ni sexo –incluidas violaciones de mujeres, incluso múltiples–, siendo las víctimas más habituales las de sus robos, atracos y secuestros, así como colaboradores de las fuerzas del orden; no faltando el asesinato de sus propios compañeros de partida fuera por rencillas personales, por diferencias políticas o por sospechar, con o sin fundamento, que iban a desertar y entregarse.

Como puede verse tales actos no dejaban de ser propios de terroristas y de bandoleros; coinciden al cien por cien con los de los habituales de los bandidos de los siglos XVIII y XIX a los que ya hicimos referencia. Hubo también otras acciones que también eufemísticamente calificaron de «golpes políticos» con las cuales en realidad sólo pretendieron enmascarar sus verdadera esencia terrorista y bandolera, como fueron la ejecución de «controles» en algunas carreteras, bien que su objetivo fue el robo a los viajeros de los autobuses de línea –como los bandoleros–, y la «toma» de algunos pueblos –en realidad pequeñas aldeas– en «nombre del pueblo y de la República», cuya finalidad fue también siempre la del robo a sus vecinos o el asesinato de algún lugareño más o menos significado –normalmente algún miembro del ayuntamiento, el párroco o, de existir, algún falangista–; en tales actos solían esparcir propaganda comunista, así como obligar a los lugareños concentrados en la plaza del pueblo a dar vivas a la República o cantar «La Internacional».

La vida de las partidas fue siempre, sin lugar a dudas, extremadamente dura. Obligatoriamente debían permanecer ocultos en los lugares más recónditos y escabrosos de las sierras y montes donde operaban; o en viviendas de colaboradores o en pisos francos en las ciudades, siempre bajo la sombra de la posible delación o aparición de las fuerzas del orden. Los máximos jefes y «estados mayores» se asentaban siempre en lugares distintos al del resto de los terroristas. En los parajes más agrestes y solitarios establecían campamentos para descansar en los cuales fabricaban algún tipo de pequeño chamizo para resguardarse de las inclemencias del tiempo, permaneciendo en ellos poco tiempo, pues era imprescindible para evitar ser detectados estar en continuo movimiento. Cambiaban de ubicación constantemente, cada dos o tres días y muchas veces a diario. Siempre había alguien apostado de vigilancia tanto de día como de noche. Se ocultaban durante el día y caminaban por la noche. Marchaban de uno en uno y muy separados entre sí, yendo alguno de ellos más adelantado actuando de guía. Durante el tiempo que permanecían en los campamentos por el día los hacían pegados al terreno, camuflados, en silencio, entreteniendo el tiempo en la limpieza del armamento o ampliando conocimientos sobre sabotajes, secuestros y toda la gama posible de actos terroristas. Los traslados entre campamentos para llegar a los objetivos, para infiltrarse o intentar huir debían realizarlos siempre de noche, teniendo como único medio de locomoción sus piernas, todo lo cual implicaba un esfuerzo físico extraordinario. Los terroristas recién llegados eran enseguida obligados a cometer algún asesinato para asegurarse su lealtad. Los atentados se cometían, preferentemente, a la puesta del Sol para escapar al amparo de la oscuridad, destruyendo en la huida las líneas telefónicas que encontraban. Establecían depósitos donde enterraban toda clase de materiales, desde armamento y explosivos, hasta propaganda y manuales, pasando por vestuario, víveres, documentación y otros utensilios; especialmente cuidadosa era la ubicación de las «estafetas» de enlace –cajas metálicas, tubos o similares que se enterraban para evitar que fueran destruidos por la climatología en los que se depositaban los mensajes– podían ser de varias clases: para el enlace de unas partidas con otras de una misma agrupación; para la coordinación entre «batallones» y «compañías» y, por último, las de seguridad en las que en fechas fijadas previamente enlazaban personalmente dos o más jefes de distintas unidades de una misma agrupación; solía haber también un tipo especial de estafeta cuya existencia sólo era conocida por el jefe de la agrupación para prevenir los casos en los que un enlace era detenido o muerto por las fuerzas de Orden Público y, por último, había otras estafetas mediante la que algunos terroristas contactaban con colaboradores de confianza normalmente para solicitarles medicamentos y víveres. La soledad, las privaciones, los largos periodos de inactividad y la obsesión por poder ser detenidos o abatidos por las fuerzas del orden supusieron siempre un desgaste psicológico de envergadura.

Miembros de una partida terrorista instruyéndose en el manejo de armas

En general, normalmente las partidas terroristas rehuyeron el enfrentamiento con las fuerzas del orden, los cuales de todas formas fueron habituales cuando eran sorprendidos en el momento de cometer sus fechorías o una vez eran descubiertos tras las oportunas investigaciones; hubo un total de 1.826 de ellos. Fue característica común que tales enfrentamientos lo fueran a vida o muerte por ambas partes debido, por parte de los terroristas, a su fanatismo, así como a la seguridad de que, de ser detenidos, debido a los crímenes que pesaban sobre sus conciencias era segura su condena a muerte y ejecución, por lo que preferían morir antes que entregarse; por parte de las fuerzas del orden porque su decisión de acabar con tal lacra terrorista les impulsaba a que si no eran atendidas de inmediato las reglamentarias intimidaciones a la rendición que se les hacía, no dudaban en emplearse a fondo para abatirles. El resultado de lucha tan radical por ambas partes fue de 2.173 terroristas abatidos, por sólo 467 capturados en enfrentamientos directos. No obstante lo cual ello no supuso, en contra de lo que hoy se quiere hacer creer, ni excesivo uso de la fuerza, ni abuso de autoridad, ni el empleo de medios coercitivos extraordinarios de forma habitual tales como malos tratos y mucho menos la tortura, pues hubo también 2.374 detenidos que acreditan lo dicho, es decir, que las fuerzas del orden procuraban, primero, la detención, y sólo si no se facilitaba la misma se procedía al abatimiento del terrorista. Abundando más en lo dicho hay que señalar que en multitud de ocasiones, a veces con éxito y otras no, las autoridades y las propias fuerzas del orden intentaron convencer a los terroristas, normalmente a través de sus familiares, para que depusieran su actitud, desertaran y se entregaran lográndolo en un total de 546 casos; muchos de ellos, si no tenían delitos de sangre fueron incluso dejados en libertad tras un periodo de colaboración con las fuerzas del orden, llegando incluso algunos a permitírseles formar parte de las contrapartidas de la Guardia Civil.

Actos terroristas: 8.289
Asesinatos 953
Secuestros 845
Sabotajes 538
Atracos 5.964
Choques entre terroristas y fuerzas del orden: 1.826
Terroristas muertos 2.173
Terroristas capturados 467
Terroristas detenidos 2.374
Terroristas entregados 546
Colaboradores detenidos: 19.444
Enlaces 12.948
Militantes del PCE 5.428
Militantes anarquistas/ otros 1.068
Bajas en las fuerzas de Orden Público: 677
Guardias civiles muertos 257
Guardias civiles heridos 370
Agentes de Policía muertos 12
Policías Armada muertos 11
Miembros Ejército muertos 27
Armamento capturado a los terroristas: Subfusiles 516
Fusiles ametralladores 24
Pistolas 3.075
Mosquetones 2.003
Rifles 1.522
Granadas de mano 7.804
Por provincias destacan:
Asesinatos: Asturias 148
Málaga 82
León 75
La Coruña 75
Orense 74
Granada 73
Secuestros: Granada 188
Málaga 141
Cádiz 62
Sabotajes: Teruel 57
Asturias 45
Atracos: Granada 426
La Coruña 412
Córdoba 399
Málaga 352
Cuenca 320
Terroristas muertos: Málaga 186
Granada 155
Córdoba 140
Teruel 105
Enlaces detenidos: Málaga 2.103
Granada 1.883
La Coruña 1.551
Badajoz 931
Contrapartida de la Guardia Civil

Por haberlas nombrado aclararemos, que herramienta fundamental en la lucha contra el terrorismo comunista fue el empleo por parte de la Benemérita de «contrapartidas» consistentes en guardias civiles que vistiendo como los terroristas, llevando sus mismas armas –por habérseles capturado a ellos– y viviendo como tales –con las mismas privaciones de todo tipo que aquellos–, se echaban al monte en sus zonas de actuación haciéndose pasar por una partida de terroristas cualquiera con el propósito de descubrir bien a sus enlaces y colaboradores, bien sus campamentos o, aún mejor, toparse con las partidas para enfrentarse a ellas y detener o abatir a sus componentes.

Las zonas de actuación.-

Sobre el particular debemos hacer las siguientes consideraciones:

Principales zonas de actuación de las partidas terroristas

* Afectada por el fenómeno terrorista comunista fue la Península, no existiendo ni en las islas Canarias ni en las Baleares; de aquella tampoco se vieron afectadas Alicante, Logroño, Murcia, Segovia, Soria y Valladolid, y sólo en un ínfimo nivel que lo hizo prácticamente nulo las de Álava, Burgos, Guipúzcoa, Vizcaya y Zamora; una incidencia bajísima hubo en Guadalajara donde sólo se registró un asesinato, un secuestro y tres atracos.

* Las zonas donde más arraigó y con mayor virulencia se mostró coinciden al cien por cien con las que tradicionalmente fueron bastiones del bandolerismo español de los siglos XVIII y XIX, precisamente aquellas menos importantes desde el punto de vista estratégico, político, económico o militar, y ello porque en ningún momento lograron hacer calar sus postulados y propósitos entre la población española, como pretendían y creyeron que iba a ser fácil, pues suponían que estaba oprimida por una terrible dictadura, por lo cual no les quedó otra a los terroristas que refugiarse y ceñirse a las que por su orografía, aislamiento y atraso –zonas rurales con muy poca densidad de población, escasas de comunicaciones, abundantes en viviendas aisladas en las que encontrar objetivos fáciles o puntos de apoyo y colaboración y también por formar parte de sistemas montañosos con acceso a varias provincias– les ofrecían las mayores posibilidades de supervivencia, de pasar inadvertidos y ampararse en la naturaleza; lo dicho es una muestra más de que ni eran «maquis» –en su acepción de resistentes–, ni «guerrilleros» en lucha contra un ejército invasor, ni «luchadores por la libertad y la democracia» pues en tales zonas poco o nada tenían que hacer si realmente hubieran sido alguna de la anteriores cosas.

* Hubo zonas en las que el terrorismo arraigó más en el monte y otras en las capitales, según fuera la orografía del terreno o la ciudad la que ofreciera mayores posibilidades de enmascaramiento, caso por ejemplo de Madrid y Barcelona.

Principales rutas de llegada de los integrantes de las partidas terroristas

* Las zonas de actuación concretas de las partidas nunca fueron rígidas ni estancas, pues fuera por necesidades de buscar objetivos factibles, fuera por verse en algún momento acosadas por las fuerzas del orden, traspasaban sus límites habituales invadiendo las de otras partidas con las cuales a veces se agrupaban durante algún tiempo.

* Además del puntual reducto que entre las provincias de Ávila y Madrid forman las sierras de Guadarrama y Gredos, fueron especialmente afectadas  por el terrorismo las siguientes zonas:

— En el Norte, los montes de León y la cordillera galaico-cantábrica.

— En el Centro:

+ La comprendida por la Serranía de Cuenca –Montes Universales–, Sistema Ibérico y Muela de San Juan, extendiéndose a través de un ancho corredor hacia Francia a través de las provincias de Zaragoza y Huesca; fue en ésta el terrorismo de gran intensidad y marcada crueldad, alimentándose las partidas especialmente de infiltrados a través de los Pirineos.

+ Los Montes de Toledo, extendiéndose hasta Badajoz y Cáceres para seguir hasta unirse con la vertiente norte de Sierra Morena en dos vías a través de Córdoba.

— Toda Andalucía, destacando en tal región dos subzonas:

+ La cordillera Penibética.

+ La Serranía de Ronda y sus estribaciones hacia Cádiz y Sevilla.

* Como zonas secundarias de las anteriores, y en buena medida utilizadas como vasos comunicantes o de paso entre aquellas, destacan las provincias de Tarragona, Alicante, Albacete, Murcia y Guadalajara para el terrorismo levantino y el de la zona Centro y el de la Penibética; también las provincias Vascongadas, más Burgos y Palencia con respecto al terrorismo en Galicia y la cornisa cantábrica. Tales zonas de «paso» fueron por ello las que menos sufrieron el terrorismo, ya que los terroristas procuraron siempre preservarlas para evitar llamar la atención de las fuerzas del orden sobre ellas y así pudieran seguir sirviendo de tránsito, lo que muchas veces lo fueron más para huir que para infiltrarse.

El respaldo internacional.-

Pareja de la Guardia Civil patrullando por un camino

Todo fenómeno terrorista precisa para poder desarrollarse no sólo de un respaldo popular, que en España no consiguió ni en lo más mínimo, sino también internacional –sea político, ideológico, material o de los tres tipos al mismo tiempo–; también de uno o varios «santuarios», es decir, áreas próximas al país objetivo de tal lacra en las que bajo el amparo de sus gobiernos los terroristas puedan refugiarse, instruirse y descansar; no hay terrorismo que pueda durar mucho sin alguna clase de apoyo internacional expreso o implícito. En el caso que nos ocupa el apoyo internacional vino de parte no sólo de la URSS y de los países del Este europeo que por aquellos años comenzaban a caer bajo sus garras, sino también de las potencias democráticas europeas tales como el Reino Unido y Francia, así como de los Estados Unidos. Los «santuarios» los proporcionaba Francia dejando hacer a los comunistas en su zona Sur, precisamente la pirenaica, es decir, la lindante con España; también en Orán, en el norte de África, desde donde no serán pocos los terroristas que lleguen a las costas españolas o sean enviados a Francia para pasar a España por los Pirineos. Asimismo sirvieron de pseudo-santuarios varios países de América –principalmente Méjico, donde la colonia de exiliados rojos era importante–, desde los cuales existían rutas marítimas que los enlazaban con España, las cuales fueron también muchas veces utilizadas para infiltrar terroristas en la Península. Los intentos de utilizar Portugal fueron rápidamente neutralizados por las autoridades lusas nada dispuestas a permitir en su territorio lo que las galas; muestra de que sin el «santuario» francés el terrorismo comunista a penas hubiera pasado de su fase más embrionaria.

Finalizada la II Guerra Mundial, y a pesar de que la neutralidad española en ella había beneficiado muy especialmente a los aliados –muchísimo más que a las potencias del Eje a las cuales había incluso perjudicado–, así como en contra de las promesas hechas por ellos durante la contienda –recordemos aquí tan sólo una de ellas cuando Churchill dijera en Mayo de 1944 en la Cámara de los Comunes «…Al tiempo que digo hoy palabras amables para España, quiero añadir que espero que ella represente una fuerte influencia para la paz en el Mediterráneo después de la guerra. En cuanto a los problemas políticos internos de España eso es cosa de los propios españoles. A nosotros, como Gobierno, no nos compete intervenir en tales asuntos…»— al fin de dicha contienda no dudaron en volverse contra España:

* Decidieron dejar a España fuera de la Conferencia de San Francisco celebrada entre Abril y Junio de 1945 en la que se creó la ONU.

* Cuando se reunieron en Potsdam en Agosto de ese mismo año, ingleses, norteamericanos y soviéticos emitieron una nota en la que manifestaron que «…por su parte, no apoyarán solicitud alguna que el actual Gobierno español pueda presentar para ser miembro de las Naciones Unidas, por haber sido establecido ese Gobierno con ayuda de las potencias del Eje, y porque, en razón de su origen, naturaleza, historia e íntima asociación con los Estados agresores no reúne las cualidades necesarias para justificar su admisión.».

* En Marzo de 1946 los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Reino Unido y Estados Unidos emitían una nota en la que manifestaban haber acordado «…que, mientras el General Franco continúe mandando en España, el pueblo español no puede contar con participar de lleno y cordialmente con aquellas naciones del mundo que… han derrotado al nazismo alemán y al fascismo italiano, los cuales ayudaron al actual régimen español a encaramarse al poder… No hay intención alguna de intervenir en los asuntos internos de España… es de esperar que los dirigentes españoles y liberales puedan encontrar pronto la manera de desprenderse pacíficamente de Franco, abolir la Falange y establecer un gobierno interino y de transición… son esenciales a este fin la amnistía política, el regreso de los españoles exiliados, la libertad de reunión y de asociación política y la adopción de medidas que aseguren la celebración de elecciones públicas libres. El Gobierno interino que se constituya con estos fines y siga el cumplimiento de los mismos, obtendrá el reconocimiento de plenas relaciones diplomáticas y la adopción de aquellas medidas prácticas que ayuden a solucionar los problemas económicos de España…».

* Por último, el 13 de Diciembre de 1946 la Asamblea General de la ONU aprobaba, por 34 votos a favor, 6 en contra y 13 abstenciones, una propuesta polaca según la cual «…recomienda que se prohíba la participación del Gobierno de Franco en organismos internacionales establecidos por las Naciones Unidas o relacionados con ella, y asimismo la participación en conferencias y otras actividades organizadas por las Naciones Unidas o por dichos organismos… Además, la Asamblea General… recomienda que si en un plazo razonable no ha establecido un Gobierno que derive su autoridad del consentimiento popular y se comprometa a observar las libertades fundamentales… y a celebrar elecciones libres… el Consejo de Seguridad estudie los medios necesarios para remediar la situación. La Asamblea recomienda que todos los miembros retiren inmediatamente de Madrid sus embajadores y ministros plenipotenciarios… «.

Pero como el lector ya sabe, nada de lo anterior, sobre todo por injusto, amedrentó ni a Franco ni menos aún al pueblo español que demostró hasta la saciedad, haciendo alarde de un espíritu de sacrificio muy posiblemente irrepetible, su lealtad y apoyo unánime al Caudillo y a su Gobierno.

Ni que decir tiene que el PCE se vio, por todo lo anterior así como por otros muchos gestos, respaldado internacionalmente en su estrategia terrorista para provocar las tensiones internas en España que, según ellos, debían terminar por derrocar a Franco y destruir al Régimen, confiando encontrarse en una posición privilegiada para recoger los beneficios de tal caída haciéndose con el poder en favor de la URSS. Así pues, las distintas maniobras internacionales, detrás de las cuales estuvo siempre la mano de Stalin, fueron causa esencial de ese terrorismo y, por ello, sus terribles consecuencias responsabilidad de los países que las secundaron, es decir, del Reino Unido, Francia y los Estados Unidos principalmente y como más destacados.

Si nos fijamos en las fechas vamos aún más a confirmar lo que hemos dicho, pues como vemos, el terrorismo comunista comenzará realmente en el verano de 1945, alcanzará su cenit en 1947 y decaerá estrepitosamente en 1948 y 1949. Es decir, que emergerá y se desarrollará mientras dure el idilio entre las potencias occidentales y la URSS, y decaerá en cuanto la «guerra fría» entre ellas comience a tomar cuerpo. Así pues, si en 1945 y 1946 tanto ingleses, como franceses y estadounidenses hubieran hecho caso de lo que Franco les decía reiteradamente, es decir, de que él no era el enemigo a batir, sino todo lo contrario, y que contra quien tenían que actuar era la URSS y el comunismo, el PCE no se hubiera sentido respaldado para poner en marcha el fenómeno terrorista que tanto dolor causó en España. Cuando por fin los aliados occidentales comenzaron a darse cuenta de quién era realmente el enemigo y se decidieron poco a poco a retirar su apoyo político a las iniciativas de la URSS contra España, dicho terrorismo decayó y cesó.

René Pleven

Lo mismo ocurriría con los «santuarios» en territorio galo, cuando en Julio de 1950 las nuevas autoridades francesas decidan ponerles fin. Efectivamente, en tal mes y año, a petición de varios diputados, el Gobierno galo encabezado por René Pleven, llevará a cabo una activa campaña para destruir el poder del comunismo en Francia a fin de acabar con las táctica de subversión que llevaba a cabo, mediante la cual no dejaban de incordiar y favorecer a la URSS en la ya declarada «guerra fría» con las democracias occidentales. Entre otras actuaciones la policía francesa realizó amplias batidas en el Sur del país contra las infraestructuras del PCE. Tan sólo en Toulouse descubrieron depósitos de armamento de tal calibre que llegaron a intervenir hasta siete toneladas de armas, municiones y explosivos. Asimismo, la «Fernández-Valledor» –como veremos más adelante empresa de propiedad comunista, fuente principal de ingresos del PCE, así como herramienta esencial para la instrucción de terroristas– fue intervenida y desmantelada asestando al Partido un golpe mortal en lo que a sus finanzas se refiere. Asimismo, cerca de 250 activistas comunistas españoles fueron detenidos. Por último, el comunismo fue declarado fuera de la ley en Francia, al menos durante algún tiempo, teniendo sus dirigentes que huir del país.

Primera Parte


2 respuestas a «Terrorismo comunista durante los años 40 y 50 (I)»

    1. Estimado seguidor: ¿por qué? Con su comentario no se da cuenta de que demuestra dos cosas: a) no sabe lo que fue el fascismo ni menos aún la etapa de gobierno de Franco, y b) todo lo que se dice en esta serie de artículo sale de los archivos originales, por cierto, también a su disposición si es que tiene el valor intelectual para revisarlo. La historia, buena o mala de cada cual hay que admitirla como fue, no como se querría que hubiera sido, sino caemos en el fanatismo y la ceguera, que son lo mismo. Saludos cordiales

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