Terrorismo comunista durante los años 40 y 50 (II)

II – LA ESTRUCTURA TERRORISTA DEL PCE

Que por las circunstancias del momento en Francia, el PCE no pudiera dedicarse como hubiera querido a potenciar el terrorismo en el interior de España, no quiere decir que permaneciera inactivo o que por un momento olvidara sus deseos de venganza contra aquellos que le habían derrotado en la Cruzada recién finalizada. Así pues, de 1939 a 1944 el PCE trabajó incansablemente para lograr la necesaria cohesión, organización y potencial que le permitiera, llegado el momento, estar en disposición de actuar decididamente en España.

Españoles en un campo de refugiados en Francia en 1939

Durante los últimos meses de la guerra, y más aún conforme su final se acercaba, de lo poco que iba quedando de zona roja fluyó sobre Francia una marea de refugiados de toda clase y condición, fueran soldados o civiles «…Un pueblo entero cae sobre Francia; ricos y pobres, burgueses, comerciantes, campesinos, funcionarios públicos y militares, todos ellos mezclados con caballerías, carros, autos, con pobres ajuares, con todo lo que puede ser cargado sobre un coche, arrastrado o cargado a la espalda…» (James Clair Guyot), que al atravesar la frontera eran sistemáticamente confinados en alguno de los quince campos de concentración habilitados a los efectos por las autoridades galas –más otros que se crearon en Orán, en el norte de África–, en los que el trato que recibían los españoles de parte de las autoridades francesas –y especialmente de los guardianes senegaleses y marroquíes que les custodiaban– era realmente deplorable «…alborotaban como bestias y como bestias eran tratados…» (James Clair Cuyot); «…la evacuación de los residuos intestinales se lleva a cabo en la orilla del mar. Una estrecha franja a lo largo del agua, tan larga como el campo, está prácticamente llena de excrementos. A ella han de acudir los hombres, las mujeres y los niños…» (Nemesio Raposo, encerrado en el campo de Argeles-sur-Mer).

Vista general de un campo de refugiados españoles en Francia en 1939

El número estimado de españoles que cruzaron la frontera francesa durante los últimos meses de la guerra fue de unos 400.000. No obstante, su regreso comenzó de inmediato: en Marzo de 1939, es decir, todavía con la contienda en marcha, bien que a punto de acabar, regresaron unos 70.000, de los cuales 10.000 eran soldados. Durante el segundo semestre de 1939 fueron unos 200.000 los que regresaron a España una vez comprobado que nada tenían que temer quienes no tuvieran sobre su conciencia y manos delitos de sangre o de colaboración activa en ellos. A comienzos de 1940 los exiliados rojos, sea en Europa o en América, eran un máximo de unos 150.000.

Mientras lo anterior sucedía con los soldados y con la gente normal, los jefes y autoridades rojas, tanto civiles como militares, se buscaban mejor destino no sólo gracias a los contactos y apoyos de la Internacional Comunista, sino también de las ingentes cantidades de dinero y bienes de todo tipo que habían conseguido sacar de España para asegurarse un exilio dorado «…Mientras Negrín (último Presidente del Gobierno rojo, que se instaló en Londres) vive en la opulencia y derrocha una fortuna en licores y banquetes, hay otros… que no han recibido ayuda de nadie. Negrín, que en España no tenía una peseta, vive como un capitalista…» (Wenceslao Carrillo, padre de Santiago Carrillo).

Santiago Carrillo en 1939

Entre los más afortunados de ellos estaban los dirigentes del PCE que como Dolores Ibarruri «La Pasionaria», por ejemplo y entre otros muchos, marcharon directamente a Moscú dispuestos, como siempre, a acatar las disposiciones que para el futuro tuviera a bien emitir Stalin. Durante algunos pocos meses quedó en Francia como miembro más destacado de la dirección del PCE Santiago Carrillo –personaje que con el tiempo, como veremos, tendrá especial protagonismo en el asunto que nos ocupa–, quien antes de partir para América en 1940, se ocupó personalmente, junto con otros subalternos de su confianza, en poner en práctica la consigna llegada de Moscú de mantener a toda costa la unidad y disciplina entre los militantes del PCE confinados en los campos para lo cual no dudaron en emplear, como de costumbre, toda clase de métodos y violencias «…hubo militantes que al ser sometidos a sus interrogatorios llegaron al borde de la locura… y algunos, ante las infames acusaciones que les hacían, al suicidio…» (Enrique Líster, destacado dirigente del PCE); asimismo Carrillo creó la denominada Comisión de Trabajo del Comité Central encargada de mantener la cohesión, de continuar con el adoctrinamiento político entre los refugiados e, incluso, de seleccionar a los que veían con mejor disposición para trasladarlos a la URSS a fin de que fueran preparados como agentes para el futuro.

Thorez
Andre Marty

Además de la URSS, el Partido Comunista Francés, dirigido entonces por Maurice Thorez y André Marty –este último conocido como «El carnicero de Albacete», máximo dirigente durante meses de las Brigadas Internacional en España–, tomará rápido protagonismo y jugará a partir de este instante un papel fundamental en el apoyo a los comunistas españoles, tejiéndose entre ambos un entramado realmente tupido de relaciones políticas y personales que sobrevivirá incluso a la caída de la Unión Soviética en la década de los ochenta. Así, desde muy pronto la influencia de los comunistas franceses se dejará sentir sobre los españoles, al tiempo que éstos contarán con un apoyo esencial para su desarrollo, máxime en circunstancias tan difíciles como las de aquellos instantes.

Con el eficaz apoyo financiero y material de los comunistas franceses, los españoles pudieron impulsar una eficaz labor de proselitismo entre los refugiados españoles confinados en los campos de concentración galos, tanto en Francia como en África, entre los cuales, debido a sus terribles condiciones de confinamiento encontraron un amplísimo y fructífero caldo de cultivo; máxime cuando gracias a ese apoyo de los comunistas franceses podían ofrecer a los que se avenían a someterse al Partido la mejora sustancial de su condiciones de vida e, incluso, la libertad y la integración en la sociedad francesa, siempre y cuando, eso sí, se comprometieran a dedicar al Partido el tiempo y los esfuerzos que este les exigiera ahora o en adelante. Muchos de los así reclutados por el PCE serán los que pasen en su momento a integrar las partidas terroristas.

Firma del pacto nazi-soviético

Pero mientras lo anterior sucedía, conviene reseñar, aunque sea brevemente, un hecho de gran trascendencia para el futuro. El 23 de Agosto de 1939 se hacía público la firma del «Pacto Molotov-Ribbentrop» de amistad germano-soviético que, aunque supuso un tremendo mazazo emocional e ideológico para todos los comunistas del mundo –y en especial para los españoles por suponer una manifiesta traición de la URSS, su principal referencia, a los ideales por los que habían luchado en nuestra guerra hasta hacía muy poco–, no por ello impidió que la intensa labor de proselitismo que se llevaba a cabo en los campos franceses se detuviera.

Como consecuencia de dicho pacto, en Septiembre de tal año comenzaba la II Guerra Mundial una vez que Alemania invadía Polonia por el Oeste, mientras la URSS lo hacía por el Este, además de anexionarse los tres países bálticos y atacar a Finlandia, algo que hoy siempre se pasa por alto. Tal hecho llevó a Francia a declarar la guerra a Alemania, motivo por el cual las autoridades galas se vieron en la urgente necesidad de recabar cuanta ayuda les fuera posible, acudiendo incluso a los comunistas a los que hasta ese instante no veían con buenos ojos, no teniendo inconveniente ahora en cederles parcelas importantes de actuación, principalmente en fábricas de armamento, construcción de fortificaciones y un largo etcétera que los dirigentes comunistas franceses aprovecharían hábilmente para aumentar su influencia política, ideológica y material en todo el país; mientras los españoles hacían lo propio en el Sur, es decir, en los departamentos pirenaicos.

Pero debido a la vigencia del «Pacto Molotov-Ribbentrop» –cuyas consecuencias el Gobierno galo no valoró en todo su alcance–, los comunistas, en vez de colaborar a la defensa de Francia frente Alemania, siguieron fieles a las directrices de Moscú y utilizaron el potencial conseguido para favorecer la invasión germana de Francia por ser Hitler aliado de Stalin. Así, desde Agosto de 1939 hasta la invasión de la URSS por las tropas alemanas en Junio de 1941, tanto los comunistas franceses como sus satélites españoles no dudaron en alabar los éxitos nazis y colaborar a ellos con acciones de sabotaje y terrorismo que favorecieran a las tropas alemanas «…El Partido Comunista de España recibió orden, por entonces, de sabotear a la nación vecina (Francia), al fin y al cabo la nación de un Gobierno que le acogía como huésped y en granjas, en fábricas, en oficinas, en talleres, incluso en fábricas de material de guerra, comunistas españoles y franceses comenzaron una labor de torpedeamiento y sabotaje para la producción francesa en momentos angustiosos para la guerra….» (Tomás Cossías).

Pero como es costumbre entre los comunistas, que ante todo velan siempre por proteger a sus dirigentes, a pesar de lo dicho los últimos de ellos que permanecían en Francia, como Santiago Carrillo, marcharon al extranjero en 1940 nada más caer Francia en manos germanas, aunque sólo fuera como medida de precaución.

Jesús Monzón

Es en estas circunstancias cuando el PCE decide la formación de lo que puede considerarse como embrión del subsiguiente fenómeno terrorista comunista en España. Efectivamente, a finales de 1940 se creaba en el sur de Francia la denominada «Agrupación de Guerrilleros» formada por comunistas españoles a cuyo frente el Partido situó a Jesús Monzón Reparaz, por entonces el único dirigente comunista de cierta relevancia y experiencia que quedaba en Francia. Monzón tenía 40 años de edad; era licenciado en Derecho y miembro del PCE desde muy joven; al producirse el Alzamiento Nacional logró huir a Francia desde Pamplona gracias a la ayuda de un amigo carlista; regresó a España siendo durante la guerra fiscal del Tribunal Popular rojo de Vascongadas y gobernador civil de Albacete, Alicante y Cuenca; al terminar la guerra se exilió en Francia implicándose activamente en la organización de terroristas comunistas que primero colaboraron con los alemanes y luego lucharon contra ellos; dirigió la invasión comunista del Valle de Arán en 1944; consciente de que su fracaso significaba su sentencia de muerte, decidió permanecer clandestinamente en España; expulsado del PCE, fue denunciado por los propios comunistas por orden de Carrillo, siendo detenido por la Policía en Barcelona en 1945; sentenciado a 30 años de cárcel, fue indultado en 1959 marchado a Méjico; regresó a España en 1969 fundando el Instituto Balear de Estudios Empresariales; murió en 1973. Monzón, alias «Mariano», era en esos años «…un tipo de comunista fanático, mediocre, pero de hierro para hacer cumplir a sus subordinados las consignas, logrando con su gran capacidad de organización una que resulta modelo, así en el orden político como militar. Contaba con numerosos colaboradores y orientó su trabajo en el sentido de que la organización política había de ser la base de la organización guerrillera…» (Tomás Cossías).

La «Agrupación de Guerrilleros» de Monzón pasó de sus primeros cincuenta miembros a mil quinientos en pocos meses gracias a esa cantera de exiliados confinados en los campos de concentración franceses que poco a poco había venido siendo eficazmente trabajada por el PCE, en cuya infraestructura, creada también como hemos dicho durante los últimos dos años, encontró sólida base para afianzarse y extenderse. Monzón dividió la agrupación en dos ramas: una política y otra militar, formadas por un complejo sistema de comités o «soviets».

Tres eran las regiones principales en el sur de Francia en las que en un principio se asentaron y organizaron los terroristas comunistas españoles de cara a su acción –de momento contra los alemanes, pues no hay que olvidar que la agrupación estaría al servicio de los nazis hasta Junio de 1941, momento en que Hitler invada la URSS y Monzón ordene un giro de 180º a sus actividades, no porque los alemanes tuvieran ocupada Francia, algo que a los comunista nada les importó nunca, sino porque Hitler había atacado a Stalin–:

* Primera región, departamentos franceses de Tarn, Herault y Aude, dirigida por

Bas Aguado

(a) «Pedro».

* Segunda región, departamentos de Pirineos Orientales, Ariege y Alto Garona, dirigida por Agustín Cortés.

* Tercera región, departamentos de Geers, Altos Pirineos y Bajos Pirineos, dirigida por Julio Mera, como los otros fanático comunista, aunque era sobrino del dirigente anarquista Cipriano Mera.

Englobadas bajo el pomposo nombre de «Agrupación de Guerrilleros Españoles», todas ellas dependían del Comité Central del PCE –ubicado en la pequeña localidad de Montrejau, cercana a Toulouse–, cuyo secretario general era Monzón, quien contaba como colaboradores más cercanos con un secretario de organización y una secretaria de propaganda. Dependiente de dicho comité figuraba un «Cuartel General de la Agrupación» situado en Toulouse –cuyas instalaciones estaban custodiadas por el denominado «Batallón Especial»–; una «Unidad de Enlace político-militar entre el Partido y el Estado Mayor de la Agrupación» y un «Grupo de Servicios Especiales» que, en realidad, era una pequeña y secreta partida de hombres de total confianza del comité central encargados de asesinar a quien dicho comité considerara, así como de realizar atracos –denominados «golpes económicos»— para obtener fondos para financiar al Partido llegando a recaudar por tal sistema hasta diez millones de francos, cantidad entonces astronómica. Dependiente de ese «Cuartel General» se formarán con el tiempo cuatro «Divisiones»«Div. 26 Perpiñán», «Div. 88 Toulouse», Div. 102 Pau» y «Div. 158 Tarbes»— a su vez subdivididas en siete «Brigadas».

A partir de Junio de 1941, los incipientes terroristas comunistas españoles sólo pensarán en luchar contra los alemanes en territorio francés, y ello no para liberar Francia, sino únicamente como forma de ayudar a la URSS creando a su enemigo nazi cuantos problemas pudieran en cualquier punto de tan extensa retaguardia. Así, las acciones impulsadas por Monzón estuvieron dirigidas a dificultar la vida y movimientos de las tropas alemanas en el sur de Francia, para lo cual contó con abundante armamento que le llegara vía aérea desde el Reino Unido, más el que robaban en las fábricas francesas y a los propios alemanes. Por contar con personal muy fogueado en nuestra guerra, no cabe duda que su efectividad fue muy superior a la de los resistentes franceses. Las acciones serán numerosas, dirigidas principalmente «…contra las comunicaciones…volando puentes, fábricas de materiales de guerra, hostilizando convoyes y saboteando por todos los medios la producción bélica, su distribución y todo cuanto supusiera algo de valor para los alemanes…» (Tomás Cossías). Los comunistas españoles llegarán incluso a protagonizar acciones realmente audaces –bien que sólo una vez que los alemanes estuvieran ya en retirada– como fue la «toma» en Agosto de 1944 de la localidad de Foix, cerca de Andorra, a cuya guarnición de 2.000 alemanes hicieron prisionera, procediendo a ahorcar en la plaza del pueblo a sus mandos más caracterizados; también fue llamativa la liberación de numerosos presos de la cárcel de Nimes.

Así, los comunistas españoles, gracias a su intensa actividad contra los alemanes desde Junio de 1941 consiguieron para mediados de 1944 haberse labrado un amplio y acreditado historial con el que pronto hicieron olvidar, como los comunistas franceses, su también activísima colaboración con los nazis desde Septiembre de 1939 hasta Junio de 1941. Para cuando en 1944 los aliados desembarcaban en Normandía y los alemanes iniciaban la retirada, el apogeo de los comunistas españoles en el sur de Francia era total, actuando cada día con mayor audacia, enseñoreándose de las ciudades y del campo sin ningún tipo de escrúpulo; entre otras cosas llevaron a cabo numerosos «ajusticiamientos», por supuesto sin juicio ni garantías procesales alguna, de reales o pretendidos «colaboracionistas», aprovechando las circunstancias e impunidad del momento para cobrarse cuentas personales pendientes, así como para eliminar a potenciales adversarios políticos del momento o futuros. Para finales de 1944 no sólo poseían una amplísima infraestructura de todo tipo, sino que también lograban el reconocimiento de las nuevas autoridades galas que incluso concederían a muchos de ellos honores, condecoraciones, el ingreso en las Fuerzas Armadas francesas –algunos incluso fueron nombrados Generales honoríficos–, el amparo de la nacionalidad gala y sueldos y pensiones. El costo de todo ello fue, no obstante, muy alto, pues no menos de unos 4.000 comunistas españoles pagaron con su vida la lucha que –no se olvide, por el comunismo y la URSS, no por la liberación de Francia, ni la libertad, ni la democracia– llevaron a cabo durante la contienda mundial.

Conforme la derrota de las potencias del Eje estaba cada día más cerca, la euforia entre los comunistas españoles, que no cesaban de cosechar reconocimientos de parte de los aliados, crecía, lo que unido al potencial que poseían, del que no se recataban en hacer alarde siempre que podían, les hacía prometérselas aún más felices pensando en que en breve se daría la orden para actuar contra España; algo que no sólo se sentía en el ambiente, sino que era vox pópuli por doquier, pues los comunistas se creían su propia propaganda según la cual «…las democracias vencedoras no iban a permitir, ni lo iban a tolerar, que el General Franco, puesto en España por Hitler y Mussolini, permaneciera ni un momento más en el poder…».

Con la mirada puesta en tal objetivo, y dueño el PCE de la práctica totalidad del sur francés incluida su capital, Toulouse, en Agosto de 1944 se creaba en tal ciudad la denominada «Junta Española de Liberación» que, controlada por los comunistas, acogía a representantes del PSOE, la CNT y el PSUC catalán, cuya principal y única meta era invadir España para, una vez realizada la «hazaña», recabar la ayuda de los aliados y lograr con su apoyo material y tropas eliminar el «…último reducto fascista de Europa…». En Octubre se hacía realidad la promesa, y Monzón daba la orden para invadir España a través del Valle de Arán.

Como ya relatamos con suficiente detalle en este trabajo a la hora de tratar los hechos concernientes al año 1944, no vamos en este anexo a volver a reseñar lo que fue la invasión comunista de Octubre del mismo. Sólo recordar al lector brevemente sus datos más significativos:

* El 3, 5 y 8 de Octubre se producían las primeras infiltraciones previas cuyo objetivo era distraer a las Fuerzas Armadas españolas sobre el verdadero momento y punto en que se iba a producir la invasión principal. El 19 de dicho mes se producía la verdadera invasión a cargo de unos 5.000 hombres: la principal fuerza lo hacía por el Valle de Arán con objetivo Viella; la segunda avanzaba por el valle del Gállego y la tercera columna por el Port Vell de Lérida.

* Las Fuerzas Armadas españolas, así como las de Orden Público, principalmente la Guardia Civil, que sabían de los planes de invasión y llevaban varios meses reforzando sus efectivos en todo el Pirineo, apoyados por la población civil de la zona, consiguieron, tras algunos duros enfrentamientos iniciales, que la ofensiva comunista fracasase estrepitosamente, obligando a Santiago Carrillo –que días antes había vuelto al sur de Francia desde Méjico para tomar las riendas del Partido, bien que sólo una vez que Francia había quedado limpio de alemanes– a ordenar el día 27 la cancelación de la ofensiva y la retirada de los que habían logrado sobrevivir.

Partida de comunistas españoles entrando por el Valle de Arán

* El resultado fue de cerca de 600 comunistas muertos, más otros 1.500 prisioneros, muchos de ellos heridos; es decir, que fueron baja casi la mitad de los invasores; las del Ejército y Guardia Civil rondaron el centenar. Durante los meses de Noviembre y Diciembre, como es lógico, hubo que llevar a cabo numerosas acciones de limpieza de grupos de terroristas –algunos de cuantía nada desdeñable pues estaban formados por hasta 300 hombres–, que por una u otra causa no habían podido retirarse a Francia, viéndose obligados a hacerlo ahora a través de los pasos más difíciles e inhóspitos de los Pirineos, siempre perseguidos de cerca por la Guardia Civil o el Ejército, todo lo cual dio lugar a constantes enfrentamientos muy localizados. Otros de los dispersos creyeron mejor, en vez de retirarse a Francia, marchar al interior de la Península en busca de contactos y apoyos, fiados de la profusa propaganda que les había suministrado el Partido según la cual el pueblo español estaba por la labor de levantarse lo que convertía a cada ciudadano en compañero y camarada; como sabemos nada más lejos de la realidad, lástima que muchos de aquellos que optaron por tal posibilidad terminaron también siendo detenidos en las capitales de provincia más cercanas a los Pirineos tales como Zaragoza, Pamplona, San Sebastián, Lérida, Gerona y Barcelona. En cuanto al destino de Monzón, único dirigente del PCE que había decidido observar la acción desde el interior de España, para lo cual se había trasladado a Barcelona, temiendo fundadamente por su vida si volvía con sus correligionarios a Francia y, al fracasar los intentos de eliminarlo, como ordenara Carrillo, terminó siendo delatado por sus propios compañeros y detenido por la Policía española.

Es en ese instante, recién llegados a Francia también otros muchos dirigentes del Partido, cuando van a llegar las nuevas instrucciones de Moscú de poner en marcha la estrategia terrorista como forma de derrocar a Franco y destruir el Régimen. Para ese instante, no antes, el PCE se encontraba henchido de fuerza y ánimo, dotado de un potencial humano y material desmesurado, respaldado por uno de los aliados, Stalin, y recibiendo el reconocimiento de los otros por su actuación contra los alemanes; así pues, creía llegado el momento adecuado para pasar a la acción de forma decidida en la Península, hacerse con el control de las partidas terroristas que en ella había  –fueran comunistas o no– e impulsar el terrorismo. Por todo ello, será a partir de 1945 cuando comience la segunda fase de las tres citadas.

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Consecuencia directa del fracaso de la invasión por los Pirineos fue la dispersión de numerosos terroristas que, contumaces, decidieron buscar refugio en el interior de España, no sólo con la intención de evitar ser detenidos, sino con la de contactar con los que de una u otra forma sobrevivían en distintas zonas y ciudades, con el objeto de crear células y grupos que formaran la base de la futura infraestructura sobre la que otros pudieran penetrar en la Península con seguridad y dedicarse a la labor tanto de proselitismo como de atentados. Junto a ellos, no fueron pocos los que, igualmente contumaces, se dispusieron a travesar la frontera pirenaica para penetrar en España con las mismas intenciones, creyendo ciegamente la propaganda del Partido según la cual el pueblo español estaba deseoso de ser «…liberado de la opresión fascista…».

Por todo lo anterior se abre durante algunos meses, desde finales de 1944 hasta el verano de 1945 una corta sub-fase que puede considerarse embrionaria de lo que vendrá después, durante la cual elementos en general dispersos o agrupados en reducidas células procuraron enquistarse en aquellas capitales o zonas en las que podían encontrar el apoyo inicial que les permitiera iniciar la labor de proselitismo y captación de otros; al mismo tiempo, llevaron a cabo algunas acciones de propaganda muy rudimentarias y algunas actuaciones, con violencia o sin ella, para obtener los medios imprescindibles para subsistir.

Algunos ejemplos de lo que decimos son los siguientes:

* Valentín Chueca, antiguo Carabinero, entró en España junto a Esteban Lafuente, ambos con documentación falsa, por la localidad de Ochogavía (Navarra). Chueca estaba convencido de poder crear una extensa red en Zaragoza, ciudad a la que se dirigió cargando abundante propaganda impresa, dejando en sus afueras escondido para el futuro un subfusil Thompson, cartuchos y algunas granadas. Aunque logró tomar contacto con otros terroristas maños, su aventura, como la del resto, terminó en las Navidades de 1944 cuando fueron detenidos, sin darles tiempo a llevar a cabo algunos sabotajes que tenían en preparación.

* A finales de 1944 se detectaba en Zaragoza la presencia de una célula terrorista dirigida por Alfonso Escanero, quien había llegado a la capital aragonesa desde Madrid, juntándose con una pareja que había conocido anteriormente. Curiosamente la más activa de los tres sería la joven –apodada «Elisa», amante del tercer miembro de la célula apellidado Morcillo– que tenía a su cargo la labor de propaganda, realizando ella misma a máquina los pasquines que distribuían subrepticiamente en algunas fábricas; donde tuvieron más eco tales panfletos fue en la cárcel provincial, evidentemente entre los presos comunistas allí encerrados, a los que conseguían hacer llegar la propaganda en hojas de papel de envolver cortadas en tiras que los presos tenían luego que recomponer para leerlas. Debido a tal labor, la célula creció uniéndoseles algunos otros, entre ellos Juan López, que se encargaría de organizar grupos para atentados con el asesoramiento de un ex-Comandante de Infantería apodado «Isaac» que había sido expulsado del Ejército por su mala conducta.

La labor de este grupo se prolongó durante todo el invierno de 1944-1945, logrando mantener periódicos contactos con otras células de Madrid gracias a Morcillo, cuyo trabajo como comercial le permitía desplazarse regularmente a la capital de España; en Madrid llegaron a contar con una imprenta clandestina ubicada en un túnel excavado en el domicilio de uno de los activista situado en Carabanchel Bajo y otra «legal», pues eran los empleados de ella los que por la noche entraban sin conocimiento del dueño con una copia de la llave y procedían a editar los pasquines. Jefe del grupo de Madrid era José Vitini Flores (a) «Ernesto» –que se había infiltrado desde Francia–, que junto a otros dos, apellidados Plaza y Carmona, constituyeron el primer grupo terrorista urbano que se conoce como tal con contacto con la dirección del Partido en Francia.

El primer atentado que cometieron fue el asalto de la delegación de Falange en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. Vitini y los otros dos, a pesar de que el objetivo del asalto era sustraer unas armas que sabían se guardaban en el local –y que entregaron a dos mujeres que a los efectos les esperaban en las cercanías–, aun en contra de las órdenes, asesinaron a dos falangistas que se encontraban en el interior del local. Como es de suponer, el hecho, máxime en aquella España recién terminada la Cruzada, tuvo una enorme repercusión generando un amplísimo rechazo.

Posteriormente, el grupo, antes de ser detenido, aún tendría tiempo de colocar pequeños artefactos explosivos en la Vicesecretaría de Educación Popular, en la redacción del diario Informaciones, en las oficinas de la Sección Comercial de Alemania, así como de atracar un almacén de maderas.

Ni que decir tiene que tanta actividad puso rápidamente a la Policía tras la pista del grupo que terminó por ser al poco tiempo detenido, arrastrando consigo a los de Zaragoza ya citados.

* En Junio de 1944 era detenido un grupo liderado por Jaime Burguete cuando intentaba asaltar a un sereno en Barcelona.

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Como ya reseñamos, pocos días antes de que se llevara a cabo por Monzón la invasión del Valle de Arán en Octubre de 1944, llegaba desde Méjico a Toulouse, Santiago Carrillo, asegurando poseer amplios poderes del Buró Político del Partido, máximo órgano de dirección del mismo, dedicándose inmediatamente a desplazar a los partidarios de Monzón y a crear su propia camarilla con la que hacerse con el control efectivo del PCE, al menos, y por el momento, en Francia.

Georgi Dimitrov

En los meses siguientes, y por orden expresa de Stalin, llegarían desde Moscú al sur de Francia –bien que pronto todos se instalarán en París– otros altos dirigentes del comunismo español, tales como «La Pasionaria», Francisco Antón –en ese momento amante de aquella–, Enrique Líster, Vicente Uribe, Juan Modesto, Antonio Mije, Julián Grimau, Fernando Claudín, Antonio Cordón, Juan Comorera y otros, los cuales portaban instrucciones precisas y expresas de Stalin, vía Georgi Dimitrov, máximo dirigente de la Internacional Comunista o Komintern, de tomar las riendas del Partido y «…desarrollar a gran escala la lucha guerrillera… contra el franquismo opresor y tiránico…»; es decir, de impulsar el terrorismo como estrategia de acoso contra España, Franco y el Régimen.

De acuerdo con lo anterior, los líderes comunistas españoles decidieron que el terrorismo que se iba a desarrollar en España debía ajustarse a tres tipos de acciones:

* Los «golpes económicos», es decir, robos y atracos, para que las partidas terroristas dispusieran de fondos propios; sin perjuicio de que parte de los beneficios así obtenidos debían ser enviados a Francia para abastecer las arcas del propio Partido.

* Las «eliminaciones físicas», es decir, asesinatos de personas de cualquier nivel del Régimen, presentándolos como actos de represalia y justicia contra la pretendida tiranía del mismo.

* Los «golpes políticos», es decir, los sabotajes, cuyo objeto era dificultar en lo posible la reconstrucción de España alargando las penurias de la post-guerra para intentar provocar en la población descontento y rechazo al Régimen.

Los dos últimos tipos de acciones tenían además el objetivo de hacer creer a la comunidad internacional que en España existía malestar, descontento y desafección al Régimen, motivo por el cual sus ciudadanos pugnaban por levantarse en armas, optando de momento, debido a su debilidad, por el asesinato y los sabotajes, intentando con ello los comunistas justificar una intervención de las tropas aliadas que plagaban Europa.

Aunque siguiendo las reglas de la guerra subversiva analizaron la necesidad de lograr y disponer en España de alguna zona «liberada», es decir, dominada por los terroristas que sirviera como base y, al tiempo, demostración de fuerza, lo sucedido con la invasión del Valle de Arán les hizo desistir, eligiendo entonces a Toulouse como centro principal de operaciones; significativo fue que ninguno de los máximos dirigentes del PCE se atreverá nunca a marchar al interior de España –a excepción de Grimau que lo hará en 1963, siendo detenido, enjuiciado y ejecutado por el cúmulo de cargos y pruebas existentes contra él por su participación durante la guerra en múltiples torturas y asesinatos–, prefiriendo siempre la seguridad del país vecino, dejando los riesgos a sus peones y subordinados.

Asimismo procedieron a crear la organización que debía dirigir y coordinar la estrategia terrorista decidida:

— Máximos órganos del Partido:

* Comité Central: Dolores Ibarruri «La Pasionaria», Vicente Uribe y Antonio Mije

* Buró Político: Santiago Carrillo, Francisco Antón, Enrique Líster, Fernando Claudín, Ramón Soliva y Luis Cabo.

Enrique Líster
Modesto Guilloto
Antonio Cordón

* Consejeros más relevantes del Comité Central: Juan Modesto, Evaristo Luis Fernández, Álvarez Marino, Sergio Gómez, Cortés, Luis Delage, Leví de Falcón, Daniel Anguiano, Vicente Arroyo, Antonio Cordón, Federico Melchor, Hidalgo de Cisneros, Leandro Carro, José Moix, José Bárzana y Sánchez Biedma.

Además de las anteriores comisiones, por iniciativa personal de Carrillo, que se autoproclamó su director, se creaba en Marzo de 1945 la denominada Escuela del Buró Político cuya misión principal iba a ser, según declaró el propio Carrillo en la asamblea general del PCE que se celebró el 1 de Abril de dicho año «…la guerra política general contra el régimen español…»; más en concreto este nuevo organismo iba a dedicarse a la formación de los «…cuadros políticos y militares…», es decir, a los futuros jefes de las partidas terroristas «…Seleccionados los equipos de cursillistas, durante seis meses era realizada de modo intensivo la capacitación, que comprendía dos asignaturas teóricas y tres prácticas. Eran las primeras la inevitable Historia del Partido Comunista de la URSS y las Cuestiones Políticas Españolas; y las prácticas, manejo de explosivos, técnica de sabotaje y destrucciones y ejercicios de tiro…» (Comín Colomer). Los cursillos duraban de uno a tres meses. Curiosamente, los textos utilizados para dichas materias se editaban bajo cubiertas con nombres falsos, por ejemplo, la Historia del PCUS se titulaba «Obras completas de Rubén Darío». Como «profesores» ejercerían todos los máximos dirigentes del PCE comenzando por la propia «Pasionaria».

Muy ligada a la citada escuela iba a estar la que durante varios años sería una de las principales fuentes de ingresos del PCE, así como base de entrenamiento de terroristas: la empresa «Fernández-Valledor y Cía» –oficialmente «Entrepise Forestiere du Sud-Ouest», cuyos socios y directores eran Evaristo Luis Fernández y José Antonio Valledor, ambos dirigentes del PCE–, que con la ayuda inestimable de los comunistas franceses, muchos de cuyos dirigentes y militantes comenzaban a ocupar no pocos cargos en la administración local francesa, consiguió rápidamente adquirir en propiedad o en arrendamiento grandes extensiones de bosques en los departamentos del Alto Garona, Ariége y Altos y Bajos Pirineos, de los cuales la empresa del PCE obtenía el carbón y la leña necesaria para la calefacción de los ayuntamientos y otros edificios oficiales de la zona, permitiéndole un rapidísimo crecimiento, expandiendo su negocio hasta contar con grandes serrerías, depósitos de maderas, almacenes y talleres de todo orden siempre relacionados con la industria de la madera. Ni que decir tiene que a ello contribuyó que los empleados eran en su totalidad militantes comunistas, los cuales toleraban, por el bien del Partido, sueldos más bajos que los de la competencia, así como que el salario de un día de trabajo al mes fuera directamente a las arcas del PCE.

Aprovechando las actividades comerciales de la «Fernández-Valledor y Cía», la Escuela del Buró Político pudo disponer de dos zonas de entrenamiento discretas y a salvo de cualquier tipo de indiscreción para sus terroristas, situadas en los departamentos de Ariége y en el del Bajo Pirineo. Gracias a ello, los futuros terroristas pasaban a figurar como empelados de la empresa, pudiendo realizar sus prácticas de tiro y con explosivos en el monte sin problema alguno. Para ello el PCE disponía de abundantes depósitos de armamento y explosivos en Toulouse, Nimes, Pau, Perpiñán y otras localidades de la zona, porque por un lado no había entregado todo el que poseía cuando las autoridades francesas lo habían requerido conforme la guerra terminaba; por otra, porque bien se había preocupado el Partido de quedarse con parte del que enviaran los ingleses durante la guerra. Puede afirmarse que con tantas facilidades, más en muchos casos sus años de experiencia de combate, fuera en la guerra de España o en la II Guerra Mundial, los terroristas comunistas que van a infiltrarse en la Península poseían una muy buena formación para las labores de sabotaje, asesinato y atracos que fundamentalmente iban a realizar.

Equipo médico en la entrada del «Hospital Varsovia»

Otra fuente de ingresos nada desdeñable del PCE para financiar el terrorismo en España iba a ser el denominado «Hospital Varsovia» de Toulouse en el que se asistía a los militantes del Partido, pero que en realidad no era más que una tapadera mediante la cual poder obtener, como así sucedería durante años, cuantiosos fondos de varias organizaciones de ayuda de los aliados como fue el caso del «Unitarian Service Comitée» estadounidense, de la Central Sanitaria Suiza con sede en Polonia y otras incluidas en el Banco de los Países del Norte de Europa en el que la URSS poseía mucha influencia.

Carrillo con el equipo de Radio España Independiente o Radio Pirenaica

La radio sería asimismo para el PCE instrumento eficacísimo no sólo de propaganda, sino también de trasmisión de mensajes cifrados a sus partidas terroristas en España. Los inicios se sitúan en 1944, cuando el PCE conseguía, de la mano de los comunistas franceses, el uso de parte de las instalaciones de Radio Toulouse. Hacia 1945 lograba ya disponer de su propia emisora denominada «Radio Pirenaica» que, en 1947, y por razones tanto de seguridad como de control, se trasladó a Moscú pasando a denominarse «Radio España Independiente»; en 1954, un año después de la muerte de Stalin, sería ubicada en Bucarest (Rumania) desde donde emitiría hasta su desaparición en 1978. Tan importante herramienta estuvo siempre férreamente controlada por el PCE, eligiéndose con sumo cuidado a su personal. Como primer director, que lo sería

Ramón Mendezona, Alias Pedro Aldámiz, trasmitiendo

durante 25 de los 31 años de existencia de la emisora, se nombró a Ramón Mendezona Roldán, nacido en Argentina –hijo de un reconocido comunista alemán y de una española–, quien en los años treinta se había trasladado a España donde se licenció en Farmacia, siendo durante la guerra destacado miembro de la organización de propaganda del PCE. Como primer locutor se eligió a Gregorio Aparicio Frutos, quien fuera durante la guerra comisario político del ejército rojo.

Beltrán, alias «El esquinazao»

Además de todo lo anterior, el entramado terrorista comunista estableció una complicada red para llevar a cabo con éxito la importantísima labor de infiltración de los terroristas en la Península, para lo cual hacía falta contar con pasos fronterizos seguros, documentaciones falsas y en largo etcétera. Por ejemplo, en lo relativo a los pasos se dividió la frontera pirenaica en cuatro sectores con centros en Bayona (Bajos Pirineos), Le Boluonx (Pirineos Orientales), Aulus-les-Bains (Ariége) y Gavarnier (Altos Pirineos), nombrándose jefe de tan importante labor a Antonio Beltrán Casaña (a) «El Esquinazao», activísimo militante comunista con un amplísimo historial delictivo, que durante la guerra había llegado a mandar una Brigada Mixta, quedando al final de la misma embolsado por las tropas nacionales durante varios meses en la zona de Bielsa, en el Pirineo oscense, logrando evadirse a Francia.

Como ejemplo de la complicada trayectoria que debía seguir un terrorista para infiltrarse en España y para dar una idea lo más clara posible del complejo funcionamiento de la amplísima estructura terrorista del PCE, reseñamos a continuación la declaración realizada ante la Policía por uno de ellos, apellidado Carmona, tras ser detenido:

«…Liberada Francia marché a Toulouse y me enrolé en las «guerrillas» que se estaban formando para invadir España. Fui nombrado Teniente y licenciado tras los fracasos de Octubre de 1944. A principios de 1945 fui colocado en la empresa «Fernández-Valledor y Cía», dedicada a la tala de bosques. Estando en Las Landas, cuando el Partido me consideró capacitado fui llamado a Toulouse. Una vez en las oficinas de la empresa, fui presentado a un instructor. Ambos marchamos a París, donde el Buró Político tenía los aparatos burocráticos. En un café… tomamos contacto con un tal «Juan», que nos condujo a una casa… A poco de llegar  apareció «Ramón» o «Román»,… quien nos habló de que el Partido necesitaba hombres de categoría para enviarlos a Barcelona y otros puntos. Luego «Román» me entregó propaganda del PCE y la prensa de la ciudad condal, para que me fuese ambientando. Dos semanas más tarde fui presentando a Santiago Carrillo y otros destacados militantes, quienes a un grupo reducido, que hasta entonces no se había reunido, nos sometieron a un examen, para comprobar nuestro estado de capacitación. Concluido el mismo, fuimos llevados ante «Julián», encargado de proporcionarnos la documentación falsa consistente en cartilla de racionamiento, cartilla militar, carnet sindical, etc. A cada uno del grupo nos fueron entregadas cinco mil pesetas. Provistos de todo, fuimos llevados a otro camarada responsable cuya misión era la de trasladarnos a Burdeos. Allí habríamos de aguardar la orden para trasladarnos a España. En Burdeos fuimos alojados en casa de camaradas franceses por espacio de cuatro días. Al término de ellos apareció una joven conocida por «Isabel», que nos acompañó  hasta la estación de ferrocarril, donde nos entregó unas instrucciones sobre lo que teníamos que hacer y los correspondientes billetes para un pueblo cercano a la frontera española. Al llegar al término del viaje nos esperaba de nuevo «Isabel», que había hecho el trayecto en coche. En dos vehículos, fuimos trasladados a otro pueblo fronterizo con España, donde se hicieron cargo del grupo tres guías con el cometido de repasar la frontera. Entramos por la parte de Navarra. Después de seis noches andando, llegamos a Pamplona. Tomamos un tren hasta Zaragoza. Permanecimos en la ciudad aragonesa unas horas, hasta subir al exprés Madrid-Barcelona. En la ciudad condal, nos disgregamos. Dos nos alojamos en la pensión Doré. Dos días más tarde aparecieron tres camaradas con orden de marchar los cincos hacia Mosqueruela (Teruel), para incorporarnos a la Agrupación Guerrillera de Liberación. Al cruzar el Ebro por debajo de Caspe, fuimos sorprendidos por la Guardia Civil…».

El PCE, siempre muy quisquilloso con todo lo referente a organización y jerarquía, entre otras cosas porque sus dirigentes siempre sufrieron verdadera obsesión por contar con una cadena de mando que les permitiera controlar hasta en lo más mínimo a sus militantes, iba a demostrar, una vez más, en la organización del terrorismo, dicha obsesión. Además de lo que hasta el momento hemos visto, llevó a cabo las siguientes acciones:

* Se crearon varios «estados mayores», de forma que no hubo partida terrorista, por pequeña que fuera, que no contó con uno de ellos. Sus integrantes debían situarse en el lugar más favorable para «…ejercer de un modo efectivo…» su misión de dirección; recomendando instalarse en las poblaciones. Debían disponer de los oportunos enlaces, estafetas y apoyos para «…enlazar regularmente con las unidades a sus órdenes y con la unidad superior…». También debían crear un servicio de información propio sobre la base de algunos terroristas de entera confianza dependientes directamente de dicho «estado mayor»; ni que decir tiene que su labor no era tanto obtener información sobre posibles objetivos como asegurarse de la lealtad de los otros terroristas, debiendo, en caso necesario, proceder a su denuncia e, incluso, a su eliminación si así lo ordenaba la dirección del partido.

Miembros de l «Agrupación guerrilleras de Granada» en 1948

* Aunque hubo múltiples mutaciones y variantes a tenor de las circunstancias, el PCE creó lo que denominó «Ejército Guerrillero Nacional» como marco superior y general de su estrategia terrorista. Dentro del mismo se crearon «ejércitos guerrilleros» sectoriales según la zona de España de que se tratara; así, hubo un «Ejército Guerrillero Nacional del Este y Centro» y otros más. Cada «ejército» se subdividía en «Agrupaciones Guerrilleras» en las cuales radicaba el mando efectivo de las partidas terroristas de una zona. Su jefe se elegía entre aquellos militantes más experimentados y con «mejor biografía» comunista. Se valoraba especialmente para ser nombrado jefe de una Agrupación su responsabilidad, capacitación política, antecedentes extremistas, haber intervenido personalmente en actos violentos –sobre todo asesinatos–, capacidad de decisión, valor personal, etc. Dichos jefes recibían un nombramiento por escrito que les acreditaba ante los terroristas a los que iba a mandar. Como colaboradores inmediatos, el jefe disponía del correspondiente «estado mayor» y del sempiterno comisario u «orientador» político. Los mandos superiores de las Agrupaciones formaban el denominado «Comité o Tribunal Guerrillero» que juzgaba sumariamente, por supuesto sin garantías de ningún tipo, las supuesta o reales faltas de los guerrilleros, especialmente la desobediencia de órdenes y aún más las posibles desviaciones políticas; ni que decir tiene que no fueron pocos los casos en que tales «juicios» acabaron con la muerte del encartado, como veremos.

* Las Agrupaciones no fueron nunca estables, pues sufrieron constantes modificaciones en sus estructuras, tanto reagrupamientos como escisiones. Básicamente hubo las siguientes:

— Centro-Extremadura, que comprendía las provincias de Cáceres, Toledo, Ávila y zona norte de las de Badajoz y Ciudad Real.

— Madrid, circunscrita a la capital.

— Ciudad Real, que comprendía dicha provincia, menos su zona norte, más las de Córdoba y Jaén.

— Córdoba, que comprendía parte de dicha provincia, Sur de Badajoz y zonas limítrofes de las provincias adyacentes.

— Galicia, que comprendía la cuatro provincias gallegas más León.

— Zona Este de Ciudad Real, Sur de Cuenca y Oeste de Albacete.

— Granada/Málaga, más zonas limítrofes de Almería.

— Serranía de Ronda y Campo de Gibraltar.– Levante/Aragón que comprendía Teruel, Valencia, Castellón, parte de Cuenda y limítrofes de las adyacentes.

— Asturias/Santander, más Zamora y Palencia.

Partida de terroristas comunistas

* Las agrupaciones se subdividían en «batallones», mandados por «comandantes», compuestos por un «estado mayor» de ocho terroristas, a su vez formados por entre dos a cuatro «compañías».

* Las «compañías», mandadas por un «capitán», poseían una «plana mayor» de seis terroristas y podían estar compuestas por entre dos a cinco «secciones».

* Las «secciones», mandadas por un «teniente» y un «sargento» podía estar compuestas por entre dos a cinco «grupos».

* Los «grupos», mandados por un «sargento» y un «cabo», que era la unidad mínima, estaban compuestos por entre tres a siete terroristas.

Primera parte


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