Tierra y polvo
Mide 1.60 m., yo 15 cm. más. Intuyo que no finalizó la EGB, he estado en la universidad. Nació y siempre ha vivido en un pueblo de mil habitantes, la capital de la provincia es el viaje más largo que ha realizado; he viajado al extranjero doce veces. De entre todas las personas que he conocido en mi vida, ese agricultor es una de aquellas que más respeto y consideración inspiran en mí.
Su piel curtida por el sol castellano acumula entre sus pliegues experiencias y emociones que ni mi fértil imaginación podría concebir. Sus manos están plagadas de marcas, precio pagado por arar la tierra, generar alimento para España. Muchas de las personas a las que los agricultores han nutrido, han pasado décadas comiendo entre eructos y maldiciendo la voz que la televisión o la radio emanan, sin preguntarse de dónde proviene lo que están ingiriendo, qué manos han sacado de la tierra lo que dirigen a su boca.
Imagino la casa de la infancia del agricultor, protagonizada por un forzado minimalismo (lo que siempre se llamó austeridad), y excesiva dureza. Dudo que haya leído libros sobre protocolo, o que se inclinase durante horas sobre los capítulos de Urbanidad de esos manuales que en su niñez contenía la educación básica. Pese a ello, frente a mí desplegó más modales que incontables que han calentado la silla de un aula más de quince años, y que se precian de poseer título universitario. El agricultor castellano, en el instante en que entré en la habitación en que nos conocimos, me miró a los ojos de forma directa y sencilla, y me ofreció los buenos días, con tono noble y volumen audible. En nuestro breve encuentro, él sólo se hizo notar para compartir ideas sensatas, que siempre eran producto de haber escuchado a las diferentes partes allí reunidas, ideas que encontraban solución al problema planteado, y satisfacían a todos. No eliminaría una palabra que él pronunció ni cambiaría un tono. No recuerdo el timbre de voz del agricultor, sólo el poso de sus palabras, la manera en que captaba mi atención por encima de las demás personas sentadas a la mesa. Emanaba dignidad, solidez, seriedad, y nervios templados. Por todo ello su recuerdo permanece nítido en mí.
Lo opuesto a mi agricultor, son cuadrúpedos que en el espejo ven emperadores. Que suponen que, por usar calzado deportivo cuando no están practicando deporte y vivir en una ciudad podrida de contaminación, son mejores que un agricultor, que lleva la cintura del pantalón a la altura de la propia, y disfruta de miras amplias. Que pese a desconocer nombres de escritores, sí entiende de naturaleza humana, de entrañas, y sólo necesita un minuto para saber de qué pasta está hecho el individuo frente al que se encuentra.
El agricultor castellano considera elemental tomar la iniciativa de saludar a quien entra en la estancia. Existen mentecatos que ven en ello una punzada a su orgullo, por eso sólo ofrecen los buenos días si el otro lo hace primero, con volumen ridículamente bajo, y tono mortecino. Al igual que el piloto automático del agricultor es ofrecer modales, para los bobalicones es caminar con la barbilla dos centímetros excesivamente levantada, y expresarse indefectiblemente con tono engreído; porque ellos siempre saben todo, no se equivocan, y jamás les queda nada por aprender. Tienen los aires tan subidos, que entran en tu casa y ni saludan, porque eso queda para provincianos. Con languidez cruzan tu puerta, como quien, en extenuante esfuerzo, decide hacerte el honor de su presencia, mostrarte lo que es un señorito de ciudá, cuando en realidad sólo son paletos con móvil. La falta de riego cerebral también les impide pronunciar la deshonrosa palabra gracias. Generan repulsión y lo ignoran. Encarnan el esnobismo, viven para fingir y ocultar quiénes son en realidad. Piensan que su tapadera continúa a salvo, que nadie les ha calado sólo por guardar más silencio que los muertos, durante las comidas en casa ajena. Todos les desenmascaramos hace tiempo, aunque lo desconozcan. Sospechosamente, siempre intentan soslayar el nombre del municipio del que proceden. Desconfía de quien se avergüenza de sus raíces.
Dudo de que pueda catalogárseles de Persona, dado que para ello debe contarse con personalidad. Ellos poseen el mismo encanto y riqueza interior que un organismo unicelular. Están convencidos de ser algo, alguien, incluso mucho; paradójicamente, con cada movimiento y palabra hacen transparente su falta de autoestima, que intentan paliar, así como sus numerosas carencias, con mala educación, prepotencia, y distancia. Tratan con desdén a aquellos que tienen clase, porque les produce envidia, porque saben que nunca disfrutarán de esa sofisticación, dado que no puede comprarse, ni se trata de un problema matemático que puedan resolver. Es una cuestión de categoría y crianza, conceptos cuya superficie jamás arañarán. Siempre serán seres paupérrimos, no importa el precio del automóvil que adquieran.
Los mamarrachos buscan en la paternidad o puestos de trabajo con subordinados, formas de asfixiar a una persona, dominarla, imponerse con actitud propia de un dictador de los años treinta (al tiempo que se consideran progres por vivir mirando una pantalla). Intentan aplastar la personalidad de quien se encuentra bajo su poder, del cuál abusan despóticamente, considerando que sólo están ejerciendo un derecho. Tratan a las personas como un juego de piezas que uno compra para montar una figura de su gusto. Tu vida me pertenece. Me importa un bledo tu identidad, aquí se hace lo que yo diga, para eso te he creado/contratado. Cómo te atreves a no permitir que te moldee como al barro. Tú no eres libre, ¿por qué soy el único que lo comprende? Señoras y señores, el pijo de ciudad es en realidad un esclavista, y más totalitario que Franco.
Esos animales selváticos (con reloj de marca) imaginan que a base de fuerza bruta pueden convertir un ser humano en un autómata, y que, por una vez, van a sentirse poderosos y su voluntad va a imperar. Que algún día dejarán de percibirse como un cero a la izquierda, al fin verán un machote en el espejo. Si no estuvieran enfermos de altanería, pasarían un lustro en un psicólogo para solucionar sus complejos, inseguridades y traumas infantiles, y así dejar de envenenar la vida de quien les rodea. También cesarían de generar lástima. Les dirijo mi desprecio, por todo lo expuesto y por las faltas de respeto, flagrantes y repetidas, a quien es excelso a su lado, desde un agricultor, hasta personas epítome de categoría y buena crianza.

A la Sra. Amaya Guerra, no quiero entrar en disquisiciones, ni polémicas, pero lo de «más totalitario que Franco» sobra.
No se la edad que pueda tener, pero dudo que viviese en época de Franco, yo peino canas y sí viví esa parte de España con Franco. No tuve problemas de ningún tipo tanto a nivel personal como con los amigos en cuanto a ir donde quisiéramos y por las noches nadie te asaltaba y esgrimía una navaja para robarte.
Claro está que cada uno cuenta la feria de cómo le ha ido.
Yo fui feliz en esa época.
Sin más, se despide de Usted un nostálgico de una Historia de ESPAÑA maravillosa.
Ésta ESPAÑA actual no la conozco.
Uno aprende que lo imprescindible
no eran los libros
no eran los discos
no eran los gatos
no eran los paraísos en flor
derramándose en las aceras
ni siquiera la luna grande -blanca-
en las ventanas
no era el mar arribando
su rumia rompedora en el malecón
ni los amigos que ya no se ven
ni las calles de la infancia
ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada.
Lo imprescindible era otra cosa.
Cristina Peri Rossi
Le cambiaría la frase final por Lo imprescindible es el espíritu.
Saludos cordiales
https://ntvespana.com/09/01/2023/la-espana-envidiable-por-gil-de-la-pisa/
En la España gobernada por Franco el porcentaje de psicópatas era muy pequeño en comparación con el actual.
Eso era producto de una cultura verdaderamente católica que, a diferencia de la actual, potenciaba la existencia de buenas personas en vez de lo que ahora ocurre, en que se valora más el poder y el dinero que la personalidad real, fundada en el bien, la verdad y la belleza.
Antes no valía todo para conseguir metas, al contrario de lo que ocurre en las culturas de origen calvinista.
Muy bien descrita la psicopatía y muy bien contrastada con la persona real.
Un saludo y mi enhorabuena por el artículo
Aunque ya veo que lo ha dicho otro, creo esencial insistir: esta señora desconoce lo que fue la etapa de gobierno de Franco, sin duda. NO FUE TOTALITARIA, sino en todo caso AUTORITARIA, que ni mucho menos es lo mismo. El totalitarismo es el gobierno de uno o de un grupo mediante todo tipo de medios legales o ilegales, lícitos o ilícitos, legítimos o ilegítimos, pero sólo y exclusivamente para su propio beneficio. El más clásico es el marxismo-leninismo, sea socialista o comunista, primos hermanos. Franco, desde el final de la guerra comienza a levantar una estructura legislativa, administrativa y judicial que tiene lista prácticamente ya en 1945 a la cual, y esto es lo importante, él mismo se sometió desde entonces. Por ejemplo, fueron más de un centenar los proyectos de su gobierno, él fue siempre también Presidente del Gobierno, que fueron rechazados y/o modificados sustancialmente por las Cortes que lo ignorantes dicen que eran nombradas por él. Y muchos otros ejemplos se podrían añadir, como que su etapa de gobierno benefició a todos, toditos los españoles. En fin, que pena que el artículo es muy bueno, excepto en tamaña metedura de pata. Hay muchos libros que debería leer, señora Guerra.