Tradiciones caducas
Hay tradiciones que ya no están de actualidad, que no van con los tiempos modernos, con el hombre de hoy. ¿Esto es verdad? Quizá. No todas. Algunas, evidentemente sí. Pero, una tradición que se considere caduca, ¿hay que despreciarla por inútil e inservible? Pongamos un ejemplo. La Iglesia ha enseñado de forma unánime, a través de siglos, la necesidad de las relaciones Iglesia-Estado, y, a su vez, la concepción cristiana del Estado. Esta enseñanza se considera caduca hoy día. ¿Es acaso inútil e inservible? ¿Por qué? En sí, ¿esta tradición ya no tiene sentido? Nuestra respuesta es que tal tradición sigue teniendo mucho sentido. Lo que ocurre es que las circunstancias sociales y políticas, del todo contingentes y circunstanciales, han supuesto la adopción generalizada de las sociedades democráticas anticristianas, haciendo inviable la concepción cristiana del Estado. La Iglesia al amoldarse a las circunstancias del mundo, en su afán de “dialogo” y “apertura”, ha propiciado que tal tradición quede obsoleta.
Pero insistimos, ha quedado obsoleta no por la pérdida de valor y sentido de la tradición en sí, sino a causa de las circunstancias del mundo moderno y de su política, que han propiciado que aquella tradición no tenga actualidad alguna. Algún día las circunstancias sociales y mundiales de la política podrán cambiar y entonces aquella “obsoleta” tradición puede volver a tomar vigencia y actualidad.
De forma análoga, ¿no podemos interpretar lo que está pasando en la Iglesia con la moral sexual, por ejemplo? ¿No se intenta decir que la tradición de la Iglesia, sus enseñanzas, no dan respuesta a las necesidades del hombre moderno, a su forma nueva de vida y a sus expectativas?
A caso, ¿no se intenta fijar en la mente de cada uno que la moral sexual de la Iglesia ha quedado obsoleta porque se opone a los deseos del hombre de hoy? ¿Obsoleta, y, por tanto, caduca? Que la sociedad guste de la vida inmoral, que las leyes la propicien, que las leyes desprecien la ley divina y la ley natural, todo ello es circunstancial y limitado a una época de la historia de la sociedad, en nada hacen caduca la moral sexual católica, y el mandato expreso del Señor de no cometer actos impuros, por ejemplo.
La tradición de la moral católica, su vigencia, no depende de las circunstancias del mundo que nos rodea; su vigencia es perenne e inmutable a través del tiempo, hasta su consumación. Su vigencia y actualidad depende del Autor del mandato, que lo ordenó ajeno la contingencia del tiempo y a los deseos del hombre. La moral católica, y la sexual en particular, forma parte de la tradición perenne de la Iglesia. No es inútil por caduca. Porque ni está caduca ni es inútil.
Aun cuando desde el seno de la Iglesia se intente alterar la moral sexual adaptándola a las exigencias de las leyes anticristianas de los Estados, y Organizaciones internacionales, ateos y beligerantes con la ley divina, la tradición de la moral sexual católica sigue vigente, actual y sin caducidad. Así lo atestigua la inmutable Obra de Redención.
Ave María Purísima.

Hay imposiciones que siempre vienen de los mismos. Siempre los enemigos del cristianismo han coreado el estado laico, para meter toda su maldad por vena. Antes quieren al fanático islámico que al cristiano. No es ni lógico ni racional; es el relativismo engañoso de los que se tienen por superiores, es odio fomentado por cada grado que consiguen, gracias a la eficaz escuela de los que les manejan, tal como estos son manejados.
España vio tiempos en que el estado era cristiano, porque la inmensa mayoría lo era. Con todas las imperfecciones que se quieran pero con una aspiración común. Con todo, lo echaron abajo los menos, pues los que actuaron de buena fe se dejaron engañar con el tiempo.
Sabemos por el Cristo que no será así finalmente, ni pinta que tiene, pero debería; si el cristianismo colmara cada rincón haría inevitable un estado cristiano (como llegó a suceder en parte). No es tradición, es una aspiración, una consecuencia que debería ser lógica si el Malo no fuera tan «bueno» en lo que hace. Este es un mundo tamiz, donde lo relativo juega con ventaja, donde triunfa la mentira y la salvación se gana a titulo personal. El verdadero cristianismo es la Verdad del Padre, absoluta e inmutable, con independencia de lo que se haga llamar cada cual. La aspiración del cristianismo es la salvación de la sociedad toda. A Dios todo, y al cesar lo que se merezca.