Turismo, esa bestia que bestializa a los seres humanos
Llegó el verano y con él las vacaciones; en la mayoría de los casos bien merecidas, en no pocos en absoluto.
Y con ambas cosas llegó el turismo que hoy lo es en masa o de masas; aunque hoy turismo se hace casi todo el año y… también en masa; caso sonado es el del «finde» (¿?), antes conocido como «domingueros».
El abaratamiento extraordinario del turismo ha traído su masificación, que es vicio que todo lo corrompe y destruye.
Ciudades, entornos naturales, museos y monumentos se inundan con manadas de ñus, porque no son otra cosa sino animales en desplazamiento, disfrazados de manera ridícula, obscena o patética, con miradas perdidas, latas de bebidas y sudorosos hasta lo repugnante, que nada saben, ni ganas que tienen, y que nada aprenden, ni ganas que tienen. Lo dicho: manadas de ñus en desplazamiento sin rumbo fijo con la mirada perdida, empanados, embobados, de un lado para otro sin ton ni son, guiados o no por guías de manada o por el cabeza de familia o del listo del grupo de amigos sin otro objetivo que oír pero sin escuchar y mirara pero sin ver.
Todo se vuelve intransitable, hortera, zafio e incluso peligroso porque los ñus reaccionan no pocas veces con agresividad cuando se les mira tal cual son y se dan cuenta o se les recrimina, por ejemplo, su vestimenta y actitud cuando invaden una catedral o una iglesia incluso en plena celebración del Santo Sacrificio de la Misa; bueno, cuando les recrimina este menda, porque ni al segurata, ni al cura, ni al sacristán que además cobra del cura, ni al obispo del lugar se les ocurre darles un toque, recriminarles o largarles a leches como Nuestro Señor hizo con los mercaderes de templo.
En fin, que la degradación es muestra de decadencia y nuestra sociedad tan pretendidamente moderna y avanzada está en plena decadencia, va cuesta abajo, sin frenos y con viento en cola.
Un asco.
Para terminar esta breve válvula de escape de mi indignación, les dejo unas reflexiones que puede que les consuelen. A mí lo han hecho durante algunos minutos, luego, al volver a tropezarme con otra manada de ñus he vuelto a encolerizarme, he tensado mis nervios y músculos, me he endurecido y he pasado entre ellos dando codazos a diestro y siniestro con la mirada al frente y sin parar, muy contento al oírles bramar ¡exigiendo educación!; que se jodan, a ver si no vuelven por estos páramos.
“Turismo. Suben el monte como animales, bestialmente, empapados en sudor; nadie les ha dicho que a lo largo del camino pueden contemplarse vistas muy hermosas” (Nietzsche, El caminante y su sombra)
“Todos tienen, dicho con otras palabras, el derecho (y casi el deber) de profanar, con sus voces y sus gritos, sus pantalones cortos y su cara de buey perdido entre la manada, esos lugares en los que sólo se debería penetrar con el respeto y la emoción de quien accede a un lugar sagrado” (Javier Ruiz Portella, Los esclavos felices de la libertad)
“Seréis hombres tratando con los que lo son, que esso es propiamente ver mundo; porque advertid que va diferencia de ver al mirar, que quien no entiende no atiende: poco importa ver mucho con los ojos si con el descubrimiento nada, ni vale el ver sin el notar” (Baltasar Gracián, El criticón)
“Cuando no se encuentra reposo en sí mismo, es inútil buscarlo fuera” (La Rochefoucauld)
“Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el monte. Tú también sueles anhelar tales retiros. Pero todo esto es de lo más vulgar, porque puedes, en el momento que te apetezca, retirarte en ti mismo. En ninguna parte un hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su propia alma; sobre todo aquel que posee en su interior tales bienes, que si se inclina hacia ellos, de inmediato consigue una tranquilidad total” (Marco Aurelio, Meditaciones)

¡Menudo repertorio de pensamientos y frases!
¡Es usted un iconoclasta!, Sr. Enríquez.
¡Mira que meterse con las masas y su explotación!
Y, hablando de masas, recuerde aquello de «La rebelión de las masas».