Una cum

No es mi intención hablar del Canon romano y de su expresión una cum referida al sucesor de Pedro. Se trata de otro sentido a estas dos palabras, sentido admirable y sublime, profundo, que debe traspasar el corazón del sacerdote llenándolo de contrición y, a su vez, de admiración.

Se trata de ofrecer el santo sacrificio a Dios Padre una cum, junto a, en comunión con todos los Penitentes que una vez existieron, y que hicieron de sus vidas un reflejo de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. “En unión a ellos” para suplir nuestra debilidad y exiguos sufrimientos; por nuestra falta de generosidad para sufrir con el Cordero Inmaculado.

Esta unión puede ser muy fructífera para el sacerdote, ayudándole a vivir intensamente el santo sacrificio, y a entender que tal sacrificio va más allá del tiempo físico de su celebración. Pues la santa misa debe ocupar la mente y el corazón del sacerdote diariamente. El sacrificio de Jesucristo debe ser materia de constante meditación, de constante presencia en la mente del sacerdote, para que esté animado de un deseo ardiente de santidad para subir dignamente al altar.

Unirnos a aquellos Penitentes es tener más vivo aún el sacrificio del Hijo, tan agradable al Padre. Si in persona Christi el sacerdote oficia la santa misa, más agradable será al Cielo su misa cuanto más se asemeje a su Maestro. Cuánto ayuda a esta semejanza la vida de penitencia y sacrificio. Los Penitentes que a lo largo de la historia de la Iglesia nos han dejado el ejemplo radical de sus vidas son fuente de ayuda grandísima para el sacerdote y su sacerdocio. Al mirarnos en ellos vemos nuestra pequeñez a causa de nuestra poquísima generosidad en ofrecer sacrificios.

Si la santa misa es el sacrificio del Redentor, también para el sacerdote su misa debe ser su sacrificio. ¿Cómo? Llevando con plena generosidad el sacrificio como “vestido” sacerdotal; haciendo que la vida de penitencia sea querida y deseada por el sacerdote, como fruto del deseo ardiente de identidad con su Maestro, quien debe causa exclusiva de su vida sacerdotal.

El camino de penitencia es el camino del sacerdote, no puede elegir otro, se equivocaría trágicamente si lo hiciera. No puede haber otro referente para el sacerdote que la Cruz, de donde nos vino la salvación eterna, y donde está de forma exclusiva la salvación del hombre. Donde está la salvación del alma del sacerdote.

Ave María Purísima


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