Una fotografía que valió el Premio Nacional de Fotografía


Si hay un fotógrafo que pasó a la historia de La Coruña por su profesionalidad y su buen hacer fue el ya desaparecido Alberto Martí Villardefrancos. Basta con pronunciar su nombre no solo para evocar a un auténtico artista, sino también para traer a la memoria al mejor historiador gráfico de nuestra ciudad de todos los tiempos.
Su cámara, siempre con ella al hombro, y su ojo, observador incansable de su entorno ciudadano, captó las mejores imágenes de las que fue testigo La Coruña a lo largo de una buena parte del pasado siglo XX.
Alberto Martí, fallecido en 2017, cosechó, en 1960, un importante galardón: el Premio Nacional de Fotografía por una instantánea obtenida en el restaurante “Lhardy”, sito en la calle de la Galera de La Coruña en mayo de ese mismo año.
Los hechos, que motivaron la toma de la fotografía ganadora, se produjeron la noche del viernes 6 de mayo de 1960, en el interior del afamado establecimiento hostelero ya referido, donde se vivieron momentos de angustia ante la posibilidad de que los hechos se precipitasen de forma que produjesen un fatal desenlace.
Sin embargo, este suceso tuvo sus inicios, el día 3, en Gijón cuando el marinero de profesión, José Casqueiro Juncal, un individuo de 38 años de edad, padre de familia, desembarcó, con permiso, del buque “Castillo de Figueras” en el que se encontraba enrolado.
Afectado por una enajenación mental que le produjo delirio persecutorio, nada más pisar tierra creyó notar que alguien lo seguía, incluso que algún viandante profería contra él amenazas de muerte, llegando al convencimiento de que tenía los días contados.

Convencido de que el interés en seguirlo y atentar contra su vida se debía a la cantidad de dinero que portaba, se apresuró a girarlo a su casa en evitación de que pudieran sustraérselo. Sin embargo, hecha está operación siguió observando que era seguido por desconocidos que, sin duda, pretendían matarlo, al menos estaba convencido de ello.
Con este convencimiento, huyó de Gijón, embarcándose en un tren que lo trajo a La Coruña a donde llegó el citado día 6.
Por lo que se supo y tras constatar en su demencia que también en La Coruña seguía siendo perseguido y ante la sospecha que tenía de que pretendían asesinarlo, penetró en una tasca y fue allí donde sustrajo el cuchillo, que le fue intervenido tras su detención, con el que pretendía defenderse en el supuesto de ser atacado.
A eso de las once de la noche del citado día 6, el tal Casqueiro entró en un bar de la calle de los Olmos donde pidió una copa, asegurando al que se la sirvió, el propietario del establecimiento, que aquella sería la última que tomase ya que aquella noche iba a morir.
Tras abandonar el bar, se dirigió por la calle de la Galera, accediendo al interior de la cafetería-restaurante “Lhardy”, un afamado local del centro coruñés, en cuyo interior se encontraban, en aquel momento, unas treinta personas repartidas entre la barra de la cafetería y el restaurante anejo.
El precitado José Casqueiro se dirigió a la barra y pidió un café que le fue servido. En ese momento, uno de los clientes que ocupaban un taburete echó mano a uno de sus bolsillos, gesto que advirtió el autor de los hechos, motivo por el cual, extrajo el cuchillo y comenzó a gritar manifestando que aquel gesto del cliente no era otra cosa que la voluntad de extraer un arma de fuego para matarlo.
Ante el temor a ser agredido, el cliente se separó de Casqueiro lo que este aprovechó para abalanzarse contra otro de los presentes, asestándole hasta tres puñaladas que le produjeron diferentes heridas que fueron consideradas, posteriormente, como de carácter reservado.

A la vista de los hechos y tras el consiguiente alboroto en el local, otro de los clientes trató de asir por la espalda al autor de la agresión, sujetándole la mano en la que portaba el cuchillo. Sin embargo, Casqueiro, logró cambiar el arma de mano asestándole una cuchillada que le interesó la pleura lo que obligó a trasladarlo a un centro hospitalario.
Consecuencia de estos hechos y tras retirar a los heridos, el local quedó vacío. En ese instante uno de los camareros, Félix Lousa, que no había sido testigo de los hechos se acercó al individuo que portaba el arma, creyendo que se trataba de un borracho, y lo conminó a que depusiese su actitud.
Lejos de atender el requerimiento, Casqueiro, puso el cuchillo cerca de la garganta del camarero, amenazando, voz en grito, con matarlo si alguien se acercaba.
Entretanto, gran cantidad de curiosos se reunieron en el exterior del establecimiento mientras se reclamaba la presencia de la Policía y de una ambulancia.
Minutos después, se personaron en el establecimiento el Inspector del Cuerpo General de Policía Celso Otero de Arce, acompañado del Sargento de la Policía Armada Servando Rodríguez Rodríguez, del Cabo 1º del precitado Instituto Antonio Álvarez y de otro Policía quienes, de forma Pacífica, conminaron al agresor a que depusiese su actitud.
Haciendo caso omiso a los requerimientos, Casqueiro, exigió, bajo amenaza de matar al camarero, que tanto el Inspector como uno de los Policías presentes abandonasen el local y cerrasen todas las puertas.
Durante los siguientes minutos, casi una hora, se vivieron instantes de gran incertidumbre ante la posibilidad de que se produjese un fatal desenlace ya que, caso de que la Policía se abalanzase sobre el agresor, la vida de camarero correría serio peligro.
Aprovechando un descuido de Casqueiro y tras unas señas hechas al camarero, el Inspector, el Sargento, el Cabo 1º y un Policía se abalanzaron contra él, logrando derribarlo y desarmarlo no pudiendo impedir, sin embargo, que el Sargento Rodríguez fuera alcanzado con el cuchillo esgrimido por el agresor, provocándole heridas que le obligaron a ingresar en el Hospital Militar de La Coruña.
En la instantánea, tomada por Alberto Martí desde el exterior del restaurante, de forma discreta, sin posibilidad de utilizar el flash en evitación de que su uso produjese un efecto indeseado, se observa a José Casqueiro, sosteniendo un cuchillo en la mano con el que amenaza al camarero Félix Lousa, ante la mirada atenta de dos Policías Armadas que aguardan el menor descuido del agresor para desarmarlo y proceder a su detención y posterior traslado a la Comisaría coruñesa.
Por lo que narró algún testigo presencial de aquellos hechos, ante la posibilidad de que, de resultas de una mala intervención policial, alguien pudiese salir herido, se aguardó, con paciencia y tratando de convencer al agresor, hasta que surgió la oportunidad más ventajosa para los actuantes para reducir al autor del hecho y proceder a su detención.
La prensa de la época refiere, aunque vagamente, que algunos de los testigos del suceso, una vez estuvo reducido el agresor, trataron de abalanzarse sobre él con el fin de agredirlo, algo que se pudo evitar gracias a la intervención de los policías actuantes y de algún periodista.
El detenido fue puesto a disposición de la Autoridad judicial quien ordenó su ingreso en prisión y su traslado, en los días siguientes, al Hospital Psiquiátrico de Conjo (Santiago de Compostela) donde quedó ingresado.
Por lo que se sabe, José Casqueiro no dejó, ni por un momento, de mantener su versión de que los hechos se desencadenaron como consecuencia del temor que tenía a ser asesinado.
Esta es la pequeña historia de esta instantánea que, en 1960, le valió a Alberto Martí el “Premio Nacional de Fotografía”.
Blog del autor: http://cnpjefb.blogspot.com/

Interesante y curioso hecho.
Especialmente cuando a día de hoy se sabe que el acoso organizado tácticas de descomposiciòn sicològica que llevsn al suicidio inducido,está dirigido principalmente por ratas de las diferentes policías,seguridad privada y más chusma asociada.El dr. Iñaki Piñuel y Zabala experto español en el tema es claro y conciso cuando manifiesta …» que no se pueda demostrar no quiere decir que no esté ocurriendo»…dificilmente lo van a demostrar los mismos que perpetran el crimen.
A saber lo que le hicieron a este pobre hombre…
Exacto. Cuantos de estos hechos han venido de la mano de la mafia y de la masonería… de hecho, son intocables tras siglos porque eliminan de una forma u otra a los que consideran sus enemigos, muchas veces simplemente por que les perjudican opiniones certeras. Por es no permiten que se hable de ellos.
Hicieron que Henry Ford, donde dijera dijo, terminara diciendo diego… se dice, se comenta de «accidentes» de tráfico… Un señor que no podía ni ver a los amos anglo sionistas porque sabía de que hablaba, con datos pero sin insultar y lo daba a conocer… los amos se valen primordialmente de sus lacayos masones de izdas y dchas, y de la mafia, que es la misma cosa (Juan Pablo I, y así le fue). Y económicamente con el poder bancario sobre su empresa en este caso.
Terminó pidiendo perdón y retractándose ante la logia anglo sionista B´nai B´irth; se hace masón y puso todo su empeño y poder a sus pies, hasta tal punto le amedrentaron y le hicieron la vida imposible, y esto desde las instancias del estado, que por supuesto estaba y está pringado/infiltrado hasta el tuétano (JFK, otra víctima de los masones).
Los Ford, al ser preguntados por que ya no donaban a la Iglesia católica, y sin embargo si pasaban a hacerlo con la protestante y demás gnosticismo anticristianos, sin medida, respondieron al párroco católico que fue por el acoso de la masonería (Masonería, religión y política, de M.Guerra Gómez). Es la cheka en un sito o en otro, con un nombre u otro y en cualquier tiempo. Doblegar la voluntad del resistente o eliminarlo… por cierto, en eso consiste el gran hermano de cerebro conectado a la nube (al deseo de los amos que premiarán o castigarán por el mero pensamiento -ya lo hacen- experimentalmente). Hay muchos casos de personajes famosos e infinidad de anónimas víctimas, que serán incluidas en accidentes o suicidios por los hermanos situados al efecto en la cadena social.
Con todo, a veces se comenta en contra de la masonería o de sus amos, pero no pasa nada. El caso es que, no hay nada que moleste más al Malo que la Verdad, eso no lo toleran (doy fe y me conforta saber por los que se consideran mis enemigos y nada menos que por los labradores arrendatarios asesinos de turno, que no me equivoco mucho).
Todo lo dicho no quita que esa persona de la foto o muchas otras puedan padecer realmente algún trastorno real o sea, natural. O inducido por sus perseguidores/acosadores, pues la víctima a fuerza de temer/desconfiar termina haciéndolo de todos y puede terminar desarrollando una paranoia real entre otras cosas. Por su puesto, en el proceso, desmoronando su vida y las de sus allegados.