Una frase injusta y envenenada

La pronunció S.S. Juan XXIII en el discurso inaugural del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962:

“Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad”.

Esta frase crea por sí misma una ruptura: una Iglesia que condena con severidad y una nueva Iglesia que es misericordiosa. No hay continuidad. Hay un punto y aparte.

Cuando la Iglesia ha condenado los errores con penas severas como la excomunión, ¿erró en hacerlo? ¿Cómo se combaten los errores que pretenden atacar la fe católica y llevar a la condenación a las almas? Siempre la pena máxima de excomunión se aplicó con suma diligencia, nunca arbitrariamente y siempre a casusa de la contumacia del pecador.

Lo verdaderamente fundamental es que la Iglesia, siempre vigilante a la verdad de la fe revelada, actuó, cuando la situación lo requería, con firmeza ante la herejía y el error.

Durante los tres primeros siglos de su existencia, la Iglesia no sólo tuvo que sufrir la persecución de la Roma pagana, sino aún algo más peligroso el resurgimiento de herejías que pretendían destruir la fe. Los paganos jamás podrían haber arrancado la fe a los cristianos, la herejía sí. Es verdaderamente épico la lucha de la Iglesia de las catacumbas por ser fiel a la fe recibida ante el poder de los emperadores, y ante la astucia y malicia de los herejes. Pero la Iglesia triunfó. Pudo con ambos peligros, con ambos enemigos.

La condena ejercida por la Iglesia sobre los errores y herejías ha sido una necesidad sobrevenida, un arma a emplear en su responsabilidad de defender la fe y mantenerla en toda su pureza, tal como la ha recibido.

Si la fe católica llegó intacta al Concilio Vaticano II fue gracias al celo constante de la Iglesia, al empleo de medidas drásticas y severas, cuando fue necesario, porque así lo exigía la salva guarda de la salvación de las almas.

“Usar la medicina de la misericordia” es un concepto ambiguo, que no se entiende bien, confuso. ¿Cómo se usa la misericordia contra la herejía? Quizá dictando que ya no existe la herejía; entonces ya no hay penas que aplicar, y sólo cabe hablar de misericordia con aquellos que piensan distinto. Ya no hay errores, sólo hay formas diferentes de pensar, las cuales hay que ponderar y considerar misericordiosamente.

La frase pronunciada por el Papa contiene lo que siempre hemos oído y seguimos oyendo: “el espíritu del Concilio”. Este “espíritu” está “concentrado” en estas pocas palabras de la frase. Y este “espíritu” supone una “nueva” Iglesia que ya no tiene que defender la fe católica, porque ya no hay motivos de peligro para ella; una Iglesia que decreta que ya no tiene enemigos sino hermanos; una Iglesia que ya no ve al mundo como enemigo de la salvación de las almas, sino un aliado con el que hay que colaborar, dialogar y trabajar.

La Iglesia no estuvo cerrada al mundo antes del Concilio. La Iglesia estaba vigilante ante los errores del mundo para proteger la fe católica y asegurar la salvación de las almas a ella encomendadas. Y si el combate del error exigía la severidad, ésta se aplicaba porque así lo exigía la integridad de la fe.

La “frase” del papa Juan XXIII contiene el germen de los más terribles errores contra los que siempre lucharon los Sumos Pontífices: el liberalismo anticristiano y el modernismo anti dogmático. Ha sido cuestión de unas pocas décadas para que estos errores se hayan expandido, como un terrible cáncer con metástasis por toda la Iglesia.

La fe católica camina hacia un espantoso sincretismo religioso, una vez despojada de los dogmas de fe, que son relegados, cuando no atacados por la misma jerarquía eclesiástica.

Es la Iglesia que ya condena, es la Iglesia de la medicina de la misericordia la que calla culpablemente mientras las leyes civiles condenan a sus hijos por defender la fe, por rezar un simple rosario o por recordar públicamente la doctrina católica.

Mientras los errores, herejías se han extendido por toda la sociedad, invadiendo a la misma Iglesia; mientras se persigue la fe católica, se la amordaza y arrincona, la Iglesia de la misericordia deja a sus hijos a su propia aventura, indiferente a su bienestar y a la salvación de sus almas.


2 respuestas a «Una frase injusta y envenenada»

  1. Después de leer el texto íntegro del impecable discurso del Papa Juan XXIII pronunciado el 11 de octubre de 1962 con ocasión de la apertura del Concilio Vaticano II, no puedo estar más en desacuerdo con la interpretación que hace el autor de este artículo. Ya el mismo título “Una frase injusta y envenenada” es toda una declaración de intenciones.

    Extraer una frase de un documento y darle la interpretación que uno quiera es una práctica corriente en tergiversar y manipular escritos.

    En primer lugar -y esto ya desacredita totalmente el artículo- el párrafo citado en el artículo y que dice:

    “Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad.”

    Figura en el documento de Juan XXIII inmediatamente a continuación del siguiente:

    “Al iniciarse el Concilio Ecuménico Vaticano II, es evidente como nunca que la verdad del Señor permanece para siempre. Vemos, en efecto, al pasar de un tiempo a otro, cómo las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y cómo los errores, luego de nacer, se desvanecen como la niebla ante el sol”.

    Por tanto, los “errores” a los que se refiere Juan XXIII no son los errores sobre los que el articulista se explaya en sus críticas.
    Y, además de esto, hay otras declaraciones en el citado documento papal que se oponen frontalmente a la interpretación del articulista. Por ejemplo:

    “Después de esto, ya está claro lo que se espera del Concilio, en todo cuanto a la doctrina se refiere. Es decir, el Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad.”

    En fin, desde luego que si uno quiere hacer una crítica de cualquier cosa, solo debe extraer una frase de un conjunto, imaginar un significado para sus palabras y divagar. Yo, a ese proceder, lo llamaría manipular un escrito.

  2. Es el uso del lenguaje, lo que adultera la Verdad. Confunden premeditadamente misericordia con claudicación. Tu puedes perdonar a Caín, pero no debes aceptar su proceder… o, si no les puedes, únete a ellos. Los pobres de Marcos (Pedro) y Lucas (Pablo), no son bienaventurados por ser pobres, lo son porque, a pesar de ser pobres, dan testimonio del Reino, como bien dice Mateo. Ojito.
    No resistas al mal (al Malo), quiere decir que no uses el mal contra el mal. Lo que no quiere decir es que lo aceptes: no aceptes jamás el mal, pero no lo combatas con el mal, punto.

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