Valores y autoridad (II/II)
Los colegios e institutos siempre han sido latas de sardinas, hoy son además centros de menores y guarderías. A causa del salvajismo general de la población, parece que uno ha de posar un cuchillo sobre el pupitre para generar miedo y lograr así no ser asaltado. Al tiempo, al asaltante no se le toca, porque “el nene no tenía la intención de hacer pupa”. Nunca antes se ha incluido con tanta frecuencia la palabra respeto en los murales de los colegios, y nunca se han producido en los centros tantos ataques, verbales y físicos. Los matones se forjan en las aulas.
Quince años de centro educativo son una auténtica pérdida de tiempo y dinero. La prueba es que nunca ha habido tantos analfabetos funcionales con título como hoy. La tasa disminuiría aplicando las siguientes medidas:
- Que los padres vuelvan a educar para que los profesores puedan enseñar. Un profesor no puede hacer su trabajo y además el de los padres, éste es sagrado e insustituible.
- Dado que los problemas académicos y personales de la secundaria se originan en primaria, magisterio debe dejar de ser una carrera maría. Cuando su acceso y estudio sean igual de exigentes que Medicina, la situación comenzará a cambiar.
- Reducir el número de alumnos por clase de treinta a doce, para que el maestro pueda dedicar a cada niño el tiempo que merece y necesita.
- Que los maestros y profesores vuelvan a ser figuras de autoridad. Que se les permita exigir orden, disciplina, y trabajo duro. Y quien no se someta, sea inmediatamente expulsado del colegio, y enviado a limpiar bosques o albergues de indigentes, a hacer labor social si pretende disfrutar del estado de bienestar sufragado por otros (médico de la Seguridad Social, calles limpias) y no ser expulsado de la sociedad.
- Reconocer al alumno que quiere lograr algo para sí y la sociedad que habita, explícitamente celebrar la inteligencia y el esfuerzo en el aula, la excelencia. Hoy ha dejado de aplicarse esta actitud porque al parecer supone un agravio para los tontos y los vagos. Esa mentalidad, así como la falta de medios, formación y ganas de trabajar por parte de algunos profesores, es la causa por la que muchos alumnos con altas capacidades son abandonados, porque en España destacar no está bien visto, y la envidia es el deporte nacional.
- Que cambie el sistema de financiación de los colegios públicos y concertados. En la actualidad mantienen el chiringuito abierto gracias a los ingresos que cada alumno en curso nuevo supone, así que pasas de curso aunque no sepas hacer la o con un canuto.
Cuando los padres vuelvan a hacer su trabajo, cuando deje de dilapidarse dinero público y éste se invierta en doblar el número de profesores, se exija disciplina y orden, se celebre la excelencia, no haya un solo maestro o profesor que haya terminado la carrera con menos de un 8 de media, cuando se le evalúe mensualmente y se le despida ante la ineficiencia, la vagancia, o el comportamiento inaceptable, España comenzará a cambiar.
Se llega a la universidad siendo analfabeto funcional, ridículamente infantilizado, sin saber vestir como un adulto digno, sentarse con la espalda recta, y tratar a un catedrático con el respeto que merece, porque no es tu compañero de borrachera.
Año tras año los catedráticos denuncian que los «alumnos» (abonar tasas de matrícula no te convierte en tal) no saben escribir. Aunque para qué aprender los mecanismos que rigen el funcionamiento de una lengua, si ya lo hace google por ti. Con diez años se enseña a los niños economía, informática y LGTB, cuando la mayoría ni siquiera sabe qué significa que otra persona te guste. Con 18 no conocen su lengua, no son capaces de elaborar una oración, y tras quince años de clases públicas y privadas de inglés, aún no son capaces de mantener una conversación en esa lengua, si bien dominan los tacos y el léxico sexual. Por eso algunos proponen que las clases de inglés empiecen en la guardería en lugar de en el parvulario. Seguro que ésa es la solución.
Carlos Rodríguez es el joven que en selectividad obtuvo la calificación más alta de la nación en 2019, 14 sobre 14 (y va a estudiar Dramaturgia, no informática ni economía). Debería haber abierto los telediarios, pero eso en España no se hace porque los mediocres se ofenden. Nos hemos podrido desde dentro, debilitado de manera irreversible. El mayor enemigo de España no son los ilegales ni la contaminación, son los españoles.
Deberíamos ser seguidores o admiradores de Carlos Rodríguez. En su lugar, nosotros, tan modernos y despreciativos hacia lo humanístico, emulamos una vez más a los clásicos sintiendo la imperiosa necesidad de contar con ídolos. Nuestras hormonas escogen aleatoriamente aquella imagen que nos cause una reacción emocional, que nos haga sentir. Productos prefabricados ocupan ahora el palco de honor: mientras hablamos de igualdad, perfeccionamos la reverencia y la idolatría hacia golpeadores de pelotas profesionales o monigotes de las pantallas. Deberíamos tomar como modelo de referencia y destocarnos ante la estadounidense Helen Keller, que llegó a la universidad siendo ciega y sorda. O al doctor español Bonaventura Clotet, cabeza de la investigación contra el sida en España.
Si hablamos de libros escolares, absurdamente llamados «de texto»: Menguan cada año y parecen destinados a chimpancés: son un compendio de oraciones cortas inconexas, que no forman un texto, un corpus de conocimiento. No se requiere hacer esfuerzo de comprensión lectora, porque el escrito ya está trabajado, todas las palabras clave resaltadas, y esquemas adjuntados. El léxico utilizado en libros de bachillerato es tan básico y limitado que parece destinado a primaria. Por supuesto, todo está acompañado de muchos dibujos, de trazado infantil, para que el «alumno» no se asuste y no vaya a pensar que acceder al saber requiere esfuerzo, y no vaya a correrse el riesgo de que, ya menstruando o afeitándose, empiece a comportarse como un adulto. Mejor venderle un tebeo por libro escolar, el infantilismo eterno es necesario para la manipulación.
En los libros escolares existen mentiras manifiestas, en otros casos indirectas, se incurre en ellas cuando el párrafo se simplifica; una vez superada la primaria, no existen verdades absolutas ni sencillas, y son los libros escolares los primeros que han de enseñar esto. Pero como todo ha de ser fácil y divertido, se generaliza y se utilizan sólo palabras baúl, lo cual hace desaparecer la posibilidad de aprendizaje, porque el texto no dice nada.
En libros de no ficción para adultos también se cae en estas simplificaciones, como en esa insultante colección de materias varias «para tontos» (dummies). El colmo ha sido incluir el adjetivo fácil en la portada de más de un libro para adultos que pretende transmitir conocimiento; en un libro de naturaleza y público parecidos editado en los años 60, en la contraportada se indicaba que el contenido que albergaba era «para todas las inteligencias». Ciertamente, no todos somos iguales.
Es inusual toparse con un largometraje o serial históricos que tengan alguna relación con el pasado: en la película María, reina de Escocia (Josie Rourke, 2018), se muestra a un hombre negro moviéndose con naturalidad en la corte isabelina, y a ambos personajes protagonistas, mujeres, con un comportamiento propio de finales del siglo XX. La mayoría de productos audiovisuales históricos son una mera invención con algún elemento que vagamente refiere el pasado: el léxico es actual, la locución de los actores arrabalera, su lenguaje corporal y el protocolo seguido, decepcionantemente modernos. ¿Cuál es la justificación? Que el público se “identifique”.
Bendita identificación, la forma más baja de apreciación del arte. En lugar de poner a los analfabetos una chincheta en el culo y empujarlos a la biblioteca para que se formen, se deforma la historia impunemente o se escupe sobre una obra literaria. Ambas se colocan a la altura del fango, para que la muchedumbre pueda “acceder” a ellas, cuando en realidad tal cosa es imposible: para acceder a la obra de Lope, por ejemplo, hay que empezar por repasar el libro de Lengua y Literatura de primaria, y después estudiar el de secundaria. Sólo entonces tendremos alguna noción vaga. Y para conocer algo más que el título de la obra y el resumen del argumento, es decir, para descubrir el valor de una obra literaria y su denso contenido, la exploración que realiza de su momento histórico y de la naturaleza humana, hay que pasar muchos años leyendo literatura culta.
Todo ello requiere tiempo, seriedad, y espíritu laborioso. Mejor generar basura, escribir sobre ella el nombre del fénix de los ingenios, y que el pueblo analfabeto trague la mentira de que conoce a Lope.
Lawrence Olivier era actor, la mayoría se gana la vida como actor. Las pantallas españolas están tomadas por individuos que se llenan la boca con nombres de profesores y escuelas de Nueva York y Londres, pero siempre hacen los mismos gestos y no llegan a dominar el arte de la vocalización. Las comedias españolas suponen un insulto a la inteligencia (quien la tenga), los dramas causan risa, y la actuación de los intérpretes que no saben dejar de interpretarse a sí mismos resulta menos creíble que el concepto de igualdad.
Dado que los pseudoactores no cuentan con suficiente público para vivir de su trabajo, viven de subvenciones, es decir, de crear productos que casi nadie consume (como español, si no quieres destinar tu dinero al cine español, te obligarán a hacerlo mediante impuestos). Y como montar jarana y melodramatizar es su especialidad, se manifiestan de cuándo en cuándo porque quieren más dinero. El ministro de cultura pierde el culo por salir en la foto, y no hay medio de comunicación que no acuda al jolgorio. Cuando los mineros se manifiestan, tres cuartos de lo mismo. A una concentración de agricultores o ganaderos no asiste ni el tato, porque eso del campo no es guay, no existe pantalla ni progresía de por medio.
Hay que ser progre, verde, hay que agachar la cabeza ante Bruselas; por lo tanto, se cierran las minas del noroeste de España. Procedemos a comprar carbón a Marruecos, donde trabajadores y mujeres viven en un paraíso. Porque España es coherente con política nacional y exterior. Se genera una economía pobre y sin futuro cuando se facilita el vivir de subvenciones en lugar de trabajando.
Feminismo… El feminismo consiste en que una mujer sea valorada por su intelecto, su personalidad, y su moral, no por el trozo de carne que conforme su exterior. En una sociedad tan superficial y sexualizada como la nuestra, el feminismo no existe. Se ha destrozado el movimiento y se ha convertido en lo contrario, una excusa para ser vulgar, irreverente, atacar a los hombres por el hecho de serlo, y sacar dinero. Si Emmeline Pankhurst levantase la cabeza, prendería fuego a aquellos y aquellas que han prostituido y tergiversado su discurso. Ella no necesitaba enseñar la aréola en una iglesia ni hablar de vulvas liberadas para tallar su nombre en los libros de historia. Siempre se mostró elegantemente ataviada (porque sentía respeto por sí misma y los demás), y se expresó con elocuencia y formalidad, porque tenía la capacidad de arrancar la piel al enemigo sin pronunciar un insulto o palabra malsonante, sin gritar ni ser grotesca. Ella estaba por encima de semejantes bajezas, porque era una señora.
Antes de manchar el movimiento feminista, esas individuas que parecen creer que ser activista es dejar letras en una pantalla y ser agresivas, chabacanas y desdeñosas, deberían pasar unos años estudiando la figura histórica y los escritos de Mary Wollstonecraft en versión original, Concepción Arenal, María de Maeztu, María Zambrano, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, y Federica Montseny (quien afirmaba “feminismo jamás, humanismo siempre”). También deberían dedicar horas a reflexionar sobre lo que supuso para la causa el suicidio de Emily Davison y la aparentemente discordante postura de Victoria Kent en contra del voto femenino, cuya denuncia causó a Emmeline Pankhurst convivir con ratas en la cárcel en más de una ocasión, y ser allí alimentada a la fuerza, práctica que dejó en su cuerpo secuelas de por vida. Salió de prisión, y continuó la lucha, porque era una verdadera creyente. Hoy sus descendientes no piden al gobierno inglés que les regale dinero para “compensar” el daño causado, porque ella también usó la violencia para defender su causa, y porque todos somos hijos de nuestro tiempo.
Adquirir bases intelectuales, habitar la biblioteca unos años, es pesado y aburrido, mejor salir a la calle a berrear, a molestar a los vecinos y comercios, dificultar el tráfico, y perder clase. Nunca hemos visto a Amelia Valcárcel, principal figura en la filosofía feminista española, ocupando la vía pública como si fuese un mercado de ganado.
Como en el siglo XXI el feminismo gobierna, presenciamos un fenómeno inaudito en la historia: una horda de hombres adolescentes y adultos que, dado que respetan a las mujeres, les solicitan con naturalidad y ligereza material pornográfico propio. Las niñas/mujeres ceden porque, como están tan liberadas, opositan a putas, y como son tan fuertes e independientes, temen que, si no ceden a la petición, el hombre dejará de prestarle atención.
Muchas de esas mujeres, por supuesto incluyendo actrices que se llenan la boca y ocupan portadas y titulares con el feminismo, han conseguido avances profesionales tumbándose de espaldas o poniéndose de rodillas. Incluso metiéndose en la cama de depredadores sexuales: algunas de las mujeres que han denunciado por violación o acoso sexual a Harvey Weinstein, aparecen en fotografías tomadas hace unos años, a su lado, posando sonrientes.
Si una mujer acude a una comisaría de policía con marcas en el cuerpo y afirma haber sido causadas por su pareja, un hombre, él no duerme en casa esa noche (¿qué ocurriría si su pareja fuese una mujer?). Si un hombre acusa a una mujer de maltrato, espera, no vamos a creer lo primero que se dice, mejor seamos cautos y profesionales e investiguemos primero.
Que la mayoría de denuncias por violencia doméstica (porque el machismo sólo es uno de los motivos por los que se practica dicha violencia) sean interpuestas por mujeres, no quiere decir que no existan hombres maltratados emocional y físicamente por sus parejas mujeres. Estos hombres necesitan el mismo apoyo y merecen la misma defensa legal que sus homólogas femeninas. Las denuncias falsas también son una minoría, y aun así deben ser recurridas, porque los hombres sobre las que recaen ven su vida arruinada, económica y socialmente. Aunque hoy en España no se exigen responsabilidades.
Si un hombre persigue a una mujer por la calle, ella puede denunciarle por acoso. Si el hombre porta una cámara en las manos, es legal. Con la firma del contrato de una película o serie o la aparición
en un medio de comunicación, viene adherido el derecho no escrito a que la chusma de fotógrafos espere a una mujer a la puerta de su trabajo a las dos del mediodía o club nocturno a las dos de la madrugada para meterle una cámara en la cara o bajo la falda (esto último denunciado por la actriz inglesa Keira Knightley), lanzando comentarios lacerantes para captar una posible instantánea de su reacción enfadada, porque valdrá miles de euros. El acoso y provocación se produce durante media hora hasta que la mujer llega a casa. A la mañana siguiente, en la puerta encontrará a las mismas personas, con la misma intención. Esa invasión y asalto se produce para miles de mujeres cada día, durante años, en cada ocasión que pisan la vía pública. Sin consecuencias legales para los agresores.
No recuerdo a ninguna feminazi denunciando esa situación.
La sociedad soslaya la autodestrucción respetando la autoridad, que se fundamenta en tres pilares: padres, profesores y policía. Una sociedad se condena al caos cuando el cuerpo de personas que hace valer la ley en la calle y cuidan del orden y seguridad en ellas, no es reconocido y valorado, incluso es diariamente vilipendiado.
Pese a ello, civiles continúan convirtiéndose en militares, y exponiéndose a no volver de las misiones con vida, o a hacerlo mutilados. Aunque su cuerpo llegue íntegro, una parte de su alma no suele tomar el avión, se queda en el lugar en que se han arriesgado a que les vuelen las pelotas para que España no sea una nación vulnerable a amenazas internacionales. Ellos se dedican, por ejemplo, a estabilizar la situación política en distintas zonas de África para que sus habitantes, desesperados por sobrevivir, no protagonicen invasiones a nuestra nación.
Los policías, guardias civiles y militares, en territorio nacional y extranjero, contemplan cada día situaciones que la población civil española no presenciará en su vida, y si llegan a conocerlas una vez, pasarán años en terapia. Para el monumento a “la nación de naciones” hubo partida presupuestaria, para servicios de salud mental de fuerzas de seguridad, para que sus miembros no se coman la pistola a causa del tormento que supone su vida laboral, nunca hay fondos.
Cuando hombres jóvenes, hombres valientes, que conocen el significado del sacrificio, el honor y el compañerismo, acudieron al noreste de España a defender lo jurado, la defensa de la Constitución, les entregaron como material de trabajo pelotas de goma (como si fueran a enfrentarse a niños de teta), que después de utilizar debían recoger, porque no hay dinero para hacer un pedido nuevo. Mientras, los santos héroes de la independencia aldeana les lanzan piedras, ácido a la cara, y lavadoras desde azoteas de edificios. Casi matan a Iván Álvarez, agente de la Unidad de Intervención Policial.
Él y sus compañeros cobraron por arriesgar la vida 15 € la hora, durmieron la noche anterior en un barco de nombre denigrante y comieron de lata; mientras, los presos tienen derecho a una alimentación digna. El actual presidente de gobierno que envió desprotegidos a esos hombres jóvenes para que se enfrentaran a terroristas, lució el día que visitó la zona un traje antibalas de 150.000 €. Qué valiente. En EE.UU. existe el movimiento Blue Lives Matter, las vidas de los policías importan; esa usanza no cruzará el océano.
El cocinero Alberto Chicote, en mayo de 2019, denunció que en cuarteles militares españoles se sirve tortilla de patatas con moho, comida gusanada, y fruta podrida. El cocinero recibió esta información de mano de soldados, que se vieron obligados a mantener el anonimato para no ser acusados de traición.
Miembros de las Fuerzas de Seguridad han sufrido desmayos durante los entrenamientos por insuficiencia alimentaria, y en Burgos han pasado más de un invierno durmiendo sin calefacción. Por supuesto, en los centros de ilegales la caldera siempre funciona a pleno rendimiento. Esas vejaciones se producen a diario, y no ocupan ningún titular. Los soldados, que son algunos de los más “indignados” (no los terroristas callejeros/perroflautas del 15M), lo viven en silencio y con resignación.
Parece que los cuerpos de seguridad son ajenos a España, ni siquiera es posible, sin ser familia, conocer cuándo regresan de una misión o despliegue. En EE.UU. su vuelta abre informativos, en España eso no ocurre ni en nuestros sueños más salvajes. Si se realiza una mención, pequeña y aséptica, no vaya a ofenderse alguien.
Los mismos defensores de la libertad de expresión, que silencian todo aquello que les causa picor o una pataleta, que desprecian todo lo que calce uniforme (excepto los barrenderos), cuando quedan atrapados en la nieve llaman a la Unidad Militar de Emergencias. ¿Qué hacen estos hombres entonces? Cumplir con su obligación. Por España, pese a España.
¿Qué tiene que ocurrir para que se produzca un giro radical, cuándo despertaremos del buenismo, la indulgencia, la debilidad, la droga progre, en definitiva, y empezaremos a defendernos con uñas y dientes, con orgullosa mano dura, de los ataques extranjeros y de todo aquello que vulnere la unión y fortaleza de la Patria?
Éste es mi pensamiento y corazón hechos tinta. Los progres censurarán mis palabras y me condenarán al infierno en el que no creen, porque no se puede consentir que alguien piense y se aleje del pensamiento único.

Amiga Amaya, nadie en este dignísimo diario El Español Digital va ni a criticar ni censurar tus «pensamientos y corazón hechos tinta» sino al contrario, felicitarte por tu valor y análisis correctos y desearte que sigas por ese camino de espinas.
Que nuestro reconocimiento te sirva para avanzar en tus valores e ideales.
Los nuestros, lo de la mayoría de lectores de este digital son DIOS y PATRIA y como le escribía Emilio Mola – el general Mola- al capitán Galán, «lo importante no es la forma de Gobierno sino el amor a la Patria».
Lo repite
Íñigo Caballero
Donostiarra y carlista desde que nací