Venezuela y Bolsonaro

Hugo Chaves llegó al poder, por vía democrática, hace ya casi 20 años. No obstante, la vía democrática no santifica su gobierno ni ningún otro. Es simplemente una forma de llegar al poder. Lo importante son los hechos. Hitler también llegó al poder por vía democrática. Chaves cambió el nombre de República de Venezuela por el de República Bolivariana de Venezuela. Vista su evolución lo más correcto habría sido que la hubiese llamado República Comunista de Venezuela o al menos República Popular Democrática de Venezuela, siguiendo la denominación que utilizaron la mayoría de países que cayeron bajo las garras del comunismo. Chaves llevó a Venezuela a su actual situación totalitaria, policial y miserable mediante la aplicación de las ideas de Marx y Engels, que se resumen con mucha claridad en el Manifiesto Comunista de 1848.  Chaves con su uniforme militar aplicó su famoso “Exprópiese, exprópiese” a todas aquellas propiedades, empresas e industrias privadas que quiso. Por supuesto sin indemnización porque ¿quién podía reclamarle en su régimen autoritario? Pensó que bastaba con asumir la propiedad de las empresas privadas, y poner al frente de ellas a miembros de su partido, para que no sólo siguieran produciendo, sino que inclusive aumentaran su productividad para beneficio del pueblo. Sucedió lo contrario. Consumieron sus recursos, abandonaron su mantenimiento y fueron incapaces de hacer lo que los empresarios capitalistas hacen: lograr que funcionen, crear empleo, hacer que aumente la riqueza del país y pagar impuestos. La miseria se fue extendiendo. La solución para muchos venezolanos fue hacerse chavistas para poder comer y seguir viviendo. El Doing Business 2016 sitúa a Venezuela en el puesto 186 sobre 189 países, en función de las facilidades que otorgan para hacer negocios. ¿Quién quiere invertir allí? Siempre me he preguntado por qué los partidos y sindicatos comunistas de todo el mundo no invitan a sus militantes a invertir en fondos de pensiones que creen los estados de Cuba, China, Corea del Norte, Venezuela y otros con regímenes similares.

Maduro ha puesto la guinda al pastel transformando a la policía y al ejército en instituciones que ejecutan y protegen las decisiones criminales de su gobierno. Los videos que con gran riesgo han hecho circular los opositores por las redes muestran escenas de una enorme brutalidad policial, con uso de armas de fuego y muchos muertos. Maduro no ha necesitado a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) que se fundaron en La Habana en 1960, y que siguen allí existiendo para vigilar a los vecinos y señalar a los desafectos con el régimen. Aunque ya hay quien quiere, ahora, crearlos en Venezuela para que el control de la oposición pueda ser aún más fuerte.

Las cifras de emigración de los venezolanos, huyendo de la miseria y de la opresión político-policial, son escalofriantes a pesar de que tienen en muchos casos que abandonar sus casas y bienes inmuebles, que son rápidamente ocupados por los esbirros del régimen. La Justicia es una caricatura de sí misma. ¿Quién puede pretender justicia en un régimen totalitario y policial? Pablo Iglesias, Monedero y su partido Podemos, con sus asesorías bien pagadas, contribuyeron a crear la terrible y trágica realidad comunista venezolana de hoy.  Hace apenas unos años, en 2013, Pablo Iglesias en una entrevista elogiaba al comandante Chaves y decía que Venezuela era la demostración de que hay alternativa «Qué envidia me dan, dijo al despedirse, los españoles que viven en Venezuela”. No sabemos si Iglesias ha pensado en invitar a alguno de esos españoles, hoy escapados a España, a su hermoso chalet en La Navata para que le informen de sus puntos de vista sobre la realidad de Venezuela.

La inseguridad personal es altísima. La tasa de homicidios en 2016, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, fue una de las más altas del mundo, 56,3 por cada 100.000 habitantes, frente a los 29,5 de Brasil y los 0,63 de España, una de las más bajas. Hay que añadir que la ex fiscal general Luisa Ortega, hoy en el exilio, denunció que entre 2015 y junio de 2017 hubo, en Venezuela, 8.292 ejecuciones extrajudiciales. Un 22% de los 21.700 homicidios registrados en 2016 serían responsabilidad de las fuerzas del orden. ¿Qué más decir sobre el régimen “bolivariano”? Todos estos datos son un ejemplo más de la triste y trágica realidad a que llevan los regímenes marxistas que acumulan tanto el poder político como el económico y que, por eso, son totalitarios. Ante ello, el miedo a una posible llegada de Bolsonaro a la presidencia de Brasil, vecino de Venezuela, es poco creíble.

Bolsonaro ha ganado la primera vuelta con un 46% de los votos, frente al segundo, Fernando Haddad, que logró el 29,2%. Con él disputará la Presidencia en segunda vuelta, el próximo 28 de octubre.  A Bolsonaro en los medios se le suele tildar de ultraderechista es candidato por el Partido Social Liberal al que ha pasado procedente del Partido Progresista. A Haddad se le suele calificar de progresista. Es miembro del Partido de los Trabajadores (PT) que propugna el socialismo como forma de organización social, si bien Lula en 1989 dijo que “el PT jamás declaró ser un partido marxista». No obstante, el PT mantuvo contactos fluidos con la Unión Soviética, República Democrática Alemana, República Popular de China, y Cuba. Tras la caída del Muro de Berlín, los líderes del PT continuaron manifestando su simpatía por Fidel Castro y, más recientemente, por Hugo Chaves. El PT ha gobernado Brasil desde 2003, con los ex Presidentes Lula da Silva (2003-2011), actualmente en prisión con una condena de 12 años por corrupción, y Dilma Roussef (2011-2016) destituida provisionalmente por el Senado, en abril de 2016, en tanto se celebra su juicio por corrupción.

A Bolsonaro se le critica mucho. Probablemente sus palabras hayan sido sacadas fuera de contexto por medios sensacionalistas o grupos que pretenden descalificarlo. Pero no citan ninguna propuesta importante de Bolsonaro que justifique un rechazo tan radical. Permiso de Armas, control de la natalidad, etc. No resulta previsible que liberalice la venta y tenencia de armas, eso no forma parte de la cultura brasileña. Ni tampoco que vaya a establecer normas coactivas de control de natalidad a los más desfavorecidos. Lo cierto es que sus partidarios lo consideran el único que puede acabar con la violencia y la corrupción endémica del país. Sus propuestas económicas han sido valoradas positivamente por Piñera, actual Presidente de Chile, lo que lleva a pensar que son racionales y orientadas a estimular la economía y el empleo, que es el instrumento que más integración social genera. Su eslogan “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos” no anuncia un régimen teocrático. Cabe interpretarlo, simplemente, como la voluntad de servir a la nación por encima de los intereses privados y de partido, y como una afirmación de que los valores del Dios de Amor del Universo deben ponerse por encima de los intereses egoístas. ¿Dónde está el problema? En todo caso el futuro nos dirá, pero a priori no veo que su plan sea rechazable. Por otra parte, el resultado de la votación, en la primera vuelta, pone de manifiesto que casi la mitad, el 46%, de los votantes rechazan la política general que ha realizado el Partido de los Trabajadores en sus 14 años de gobierno. ¿Imaginan Uds. cuál sería hoy el resultado de unas elecciones libres, en Venezuela, con dos candidatos, Maduro y Bolsonaro?


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