Viktor Orbán: el valor de ser, frente a los que no quieren ser

Viktor Orbán en 1989

El valiente y polémico Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, nación en 1963 en Székesfehérvár. Estudió inglés en la escuela secundaria, graduándose en 1981. En tal localidad fue secretario de la asociación de la juventud comunista, KISZ.​ En los dos años siguientes completó su servicio militar y luego estudió Derecho en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest. Tras su graduación en 1987, se estableció en Szolnok, cerca de Budapest donde ejercía como sociólogo en el Instituto de Capacitación de Gestión del Ministerio de Agricultura y Alimentación.

En 1989, el Partido Comunista Húngaro, en declive y para salvarse, intentó «reinventarse» convirtiéndose en el Partido Socialista Húngaro (MSZP), pero el «invento» estaba condenado al fracaso porque corrían nuevos y huracanados vientos procedentes de Moscú donde ya todo se derrumbaba a pasos agigantados.

Un poco antes, en 1988, Orbán formaba parte del grupo de fundadores de la Alianza de Jóvenes Demócratas Fidesz (acrónimo de Fiatal Demokraták Szövetsége), alejándose de sus raíces, así como del cada día más agónico comunismo húngaro. En ese mismo año, el joven Orbán, considerado promesa de futuro por el nuevo partido, recibió una beca de la Open Society Fundation de George Soros para estudiar nueves meses en el Pembroke College en Oxford. Soros siempre a la caza y captura de herramientas para sus propósitos globalitas se había fijado en el joven Orbán que por aquella época y conforme a las nuevas directrices de cara a lo por venir, alardeaba de la liberalización sexual, de la integración de Hungría en la liberal Europa occidental y de los preceptos mundialista que tomaban forma cada día más. Fueron los años en los que bajo el liderazgo de Imre Pozsgay, secretario general del partido comunista, se consiguió la retirada de las tropas soviéticas de Hungría, el acercamiento a Occidente y la constitución de Hungría en nueva república, siendo Orbán uno de los más activos y destacados participantes en las negociaciones entre el Gobierno y la oposición a la cual pertenecía su partido.

En las elecciones parlamentarias de 1990 Fidesz recibió el 8,95 % de los votos (22 diputados de un total de 386). En 1992 se unió a la Internacional Liberal. En las elecciones de 1994 su apoyo disminuyó al 7,02 %, considerándose un gran batacazo, lo que hizo reflexionar a Orbán, junto con otros, decidiendo entonces dar un giro casi copernicano al partido, abandonando la Internacional Liberal, derivando hacia posiciones conservadoras y patrióticas nacionales, al tiempo que consiguiendo agrupar a otras formaciones políticas de derecha. En 1995 el partido cambió su nombre a FIDESZ-MPP (alianza de Federación de Jóvenes Demócratas y Partido Cívico Húngaro).

En 1998 la labor de Orbán se vio recompensada cuando el FIDESZ-MPP ganó las elecciones parlamentarias con el 42 % de los votos en alianza con el partido Foro Democrático de Hungría (MDF) llevando como bandera principal la promesa de mejoras económicas concretas, convirtiéndose Orbán en el segundo primer ministro de Hungría más joven con 35 años de edad (después de András Hegedus) y siendo la primera vez en medio siglo en que Hungría tenía un gobierno no de izquierdas. Durante este su primer mandato, Orbán metió a Hungría en la OTAN (1999) y se convirtió en el niño bonito del globalismo, recibiendo numerosos premios internacionales de las diversas asociaciones, fundaciones y demás herramientas del entramado globalista.

Viktor Orbán

En 2002 el FKGP rompió la coalición gobernante haciendo caer al Gobierno, obligando a convocar elecciones las cuales supusieron un duro varapalo para Orbán y su Fidesz. En vez de amilanarse o atrincherarse en posiciones ideológicas inflexibles, por muy europeístas y globalizadoras que fueran, Orbán supo –y tuvo el valor– de analizar en profundidad la verdadera raíz de su fracaso que, según él mismo explicó después, fueron el haberse alejado del anhelo del pueblo húngaro por recuperar «la soberanía y la unidad nacional y sus principios cristianos»; es decir, por reconstruir la nación por encima y al margen del europeísmo e internacionalismo globalista que ya hacía estragos en otros países del entorno.

Tardaría ocho largos años más, pero lo consiguió. En la elecciones de 2010, Orbán y su nuevo Fidesz, consolidado en torno a un discurso patriótico, europeo pero no europeísta, democrático pero no partitocrático, occidental pero no globalista, de libre mercado pero no capitalista como tampoco socialista, se hizo con el poder con un resultado abrumador del 52,73% de los votos, es decir, con 263 diputados de los 386 que forman el parlamento húngaro.

Su discurso en medio del delirio de los suyos fue claro y contundente, en la línea de lo dicho y prometido durante los ocho años anteriores, sin arredrarse ni buscar la componenda: «El pueblo húngaro ha derrocado hoy al régimen de los oligarcas que abusaron de su poder, y el pueblo ha establecido un nuevo régimen, el régimen de unidad nacional (…) el sistema no puede reformarse; el sistema sólo puede ser derribado y demolido, para establecer uno nuevo en su lugar…». Y no perdió el tiempo ni estaba dispuesto a defraudar a sus electores, sino todo lo contrario y aún más: a atraerse y convencer a los otros.

Tenía, como había dicho, que derribar el sistema para rehacerlo desde nuevas bases. Tenía que llevar a cabo una revolución sobre nuevos principios… nacionales. Impulsó y logró sustituir la Constitución que seguía siendo la de 1949 por la denominada Ley Fundamental en 2011 –cuyas primeras palabras son «Dios bendiga a los húngaros»—  «la revolución constitucional permitieron desmontar los marcos y estructuras que servían a los intereses de la élite liberal y de la élite colonizadora global…»; transformó los medios de comunicación; protegió mediante numerosas iniciativas a la familia «Hungría debe proteger la institución de matrimonio como la unión entre el hombre y al mujer, establecida por el libre consentimiento, y la familia como la base para la supervivencia de la nación» y potenció los valores tradicionales cristianos «estamos orgullosos de que nuestro rey San Esteban… hizo de nuestro país parte de la Europa cristiana… Reconocemos el papel del cristianismo en la preservación de nuestra nación…». Todo, como vemos, en sentido radicalmente contrario a lo que en esos mismos años ocurría en el resto de países europeos.

Se acordó de la diáspora húngara asentada en Eslovaquia, Serbia, Croacia, Ucrania y Rumanía por los avatares de la historia, concediendo en Marzo de 2011 pasaporte húngaro a los magiares de Transilvania «los húngaros nos defenderemos entre nosotros y todos los húngaros defenderemos Hungría… No permitiremos que nadie desde Bruselas nos imponga ninguna conducta».

El éxito de Orbán ha sido, desde entonces, clamoroso. Fidesz obtuvo en 2014 el 51,48% de los votos y en 2019 el 52,56%. En las elecciones a la Asamblea Nacional viene manteniendo mayoría de dos tercios refrendado en este año de 2022 de nuevo con un 54,10% de los diputados.

Su discurso antiglobalista es uno de los ejes invariables de su política «Treinta años después del comunismo, de nuevo tenemos que encarar el hecho de que hay una fuerza global que quiere hacer de las naciones algo homogéneo. Vemos consternados ahora que las fuerzas de la globalización quieren convertirnos en homo bruselicu, cortando nuestras raíces nacionales. Queremos una Europa segura, cívica, cristiana y libre». Manifiesta constantemente y sin paliativos un rechazo frontal al relativismo, el multiculturalismo, el nihilismo y el desastroso Estado del Bienestar que destruyen cada día más a Europa «nos encontramos amenazados por un vacío espiritual y por la apatía, que es su consecuencia… La terrible amenaza que nos acecha es una sociedad en disolución…».

En el tan importante como decisivo terreno económico, Orbán ha triunfado también. En 2010 el Partido Socialista Húngaro dejó a Hungría en práctica banca rota. Frente a ello, Orbán ha reducido la presión fiscal a las familias con hijos, ha convertido la recaudación de impuestos en una herramienta eficaz y justa, redujo casi a cero la deuda del país con el FMI, ha creado empleos reduciendo el paro (el 3,0%) consiguiendo además aumentar los salarios, y otro largo etcétera de medidas que han devuelto a Hungría la prosperidad (el PIB ha pasado de 9.980 euros a 15.870 euros en una década) perdida durante décadas. Frente al rotundo fracaso del Estado del Bienestar, Orbán ha creado el Estado Laboral de forma que en vez de primar lo de aquél, es decir, la subvención, el subsidio, el endeudamiento y demás lacras, ha potenciado el trabajo y el esfuerzo personal, o sea «bajada de impuestos; producción, en lugar de deuda; trabajo, en vez de prestaciones sociales; actividad empresarial libre, frente a métodos deshonestos; una economía que defienda los intereses nacionales, en vez de al tinglado globalista;… niños húngaros, en vez de inmigrantes…».

En política, su discurso y sus acciones no pueden ser más políticamente incorrectas rechazando de plano la democracia liberal «Tenemos que afirmar que una democracia no tiene que ser necesariamente liberal. Porque una cosa no sea liberal, no significa que deje de ser una democracia… Están equivocados los que afirman que… el Estado de Derecho sólo puede imaginarse bajo los marcos intelectuales del liberalismo y sólo pueden realizarse mediante la democracia liberal… los valores liberales incorporan actualmente corrupción, sexo y violencia… (el liberal) es un comunista con grado universitario… debemos abandonar los principios y métodos liberales sobre organización de la sociedad, así como la manera liberal de ver el mundo».

Orbán ha echado de Hungría a Soros, quien como hemos dicho le dio una beca en 1989; debe ser porque lo conoce muy bien, así como a su entramado y objetivos. Frente a los «oligarcas liberaluchos», Orbán se opone radicalmente a la inmigración masiva, estando dispuesto a defender por todos los medios la identidad húngara y su modo tradicional de vida. En este sentido su política familiar es también diametralmente opuesta a la del resto de países europeos con la salvedad de Polonia y alguno más, bien que el húngaro la lleva a cabo con mayor decisión y éxito que los otros «las escuelas deben proteger los valores de la familia y mantener a los menores alejados de la ideología de género y la propaganda arcoíris», para todo lo cual promulgó la Ley de Protección de la Infancia que, entre otras cosas, ha conseguido que la tasa de natalidad húngara haya aumentado un 24% en la última década, los matrimonios han aumentado en un 89,5% y los divorcios han disminuido en un 57%; el número de abortos ha pasado de 40.449 al año a 26.941.

Su «Yo soy cristiano» y el lema de su Gobierno «Soli Deo Gloria» dicho sin vergüenza, ni miedo, ni complejo alguno, aún rechinan en los oídos de los líderes europeos tan opuestos a él. También su «Sin una renovación cristiana, Europa no recuperará su papel mundial… el cristianismo no es sólo una religión; es también una cultura sobre la cual hemos construido toda una civilización…».

Por último, en cuanto a la guerra ruso-ucraniana, la postura de Orbán ha sido, de nuevo, nacional, alejada del internacionalismo europeo, estadounidense y de la OTAN, manteniéndose inteligentemente neutral, lo que no ha hecho, por ejemplo, Polonia, de forma que Orbán ha dicho sí a la ayuda a los refugiados, pero un no rotundo al envío de armas a Ucrania.


3 respuestas a «Viktor Orbán: el valor de ser, frente a los que no quieren ser»

  1. Esta claro que Orban defiende la unidad de su patria desde la preparación y el bagaje acumulado, el trabajo serio durante años por su patria y la experiencia a lo largo de los años sin buscar su beneficio personal y largarse por la puerta de atrás a una jubilación millonaria conseguida a base de engaños.
    Los húngaros pueden sentirse respaldados por un presidente patriota que por el bien de Hungría está haciendo frente a la OTAN, a EEUU, UK, UE y a quien haga falta.
    Y es el único que actúa así frente al resto de países europeos.

  2. Impresionante y revelador artículo
    ¡¡¡Bien por Orbán!!!
    Resumiendo; podría decirse que ha descubierto para Hungría la receta de la “España Una, Grande y Libre”
    Y el volver a ese camino, que España abandonó siguiendo las imposiciones “globalistas” (introducidas su seno por un Caballo de Troya) es la única fórmula para que España, cual ave fénix, renazca de sus cenizas.

  3. Hungría no tiene soberanía nacional, lo mismo le pasa a todo país, unos tienen más o menos tanto por ciento de gobernanza, pero nada es lo que aparenta ser, quien controla la economía del país, el gobierno obedece sin rechistar.
    Hace tanto tiempo que ningún país tiene soberanía nacional, que ya ni se sabe que es la función regia que se aplica para que así sea.

    Saludos cordiales

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