Virtud y veneno de la mentira

La gran diferencia entre el papel que ha desempeñado la mentira en la política y el que desempeña ahora está en las técnicas que hacen posible el engaño masivo. Según Max Horkheimer, el hecho de que Hitler, que confesó en Mein Kampf que no creía que existiese nada parecido a una verdad objetiva, no llegase a obtener un triunfo definitivo e irreversible se debió, sobre todo, a que no disponía de las técnicas que lo habrían permitido. Dispuso de la radio, y a su través se adueñó casi por completo de la voluntad de uno de los países más cultivados de la historia, pero no pudo ir más allá porque se le opusieron fuerzas que no podía controlar, que no estaban al alcance de las habilidades de Goebbels, pero la inmensa mayoría de los alemanes creía vivir en un edén y pensaba no necesitar para nada de mayores libertades, que vivir en un espacio halagador y seguro en el que no fuese ni necesario ni aconsejable pensar era mucho mejor.

Ahora, por mal que estemos, no estamos ante un poder totalitario, experimentamos, en un grado bastante alto, la tendencia de los políticos a mentir, un mal que no se puede combatir de manera eficaz cuando sus adversarios no se comprometen a decir toda la verdad, cuando se empeñan en limitarse a decir aquello que muestra a los demás como mentirosos. Cuando la oposición a políticos mentirosos se reduce a subrayar lo mucho que tratan de engañarnos muestra ser muy corta en pedagogía política. Para sacar a alguien del error, y con mucha más razón para librarle de una mentira que le interesa creer, de las mentiras a las que contribuye y con las que coopera, hasta el punto de dejar de darse cuenta de lo mendaces que son, no basta con llamarle mentiroso, cosa que tiende a considerar como un mero ataque enemigo, sino que hay que mostrarle el camino que lleva del error a la verdad, por largo y difícil que sea.

Con personas que son capaces de quemar las calles por un muerto de otro continente y son, en cambio, incapaces de preguntarse si existe alguna causa que tenga que ver con la política que permita entender las razones por las que tenemos uno de los mayores  porcentajes de muertos en la presente pandemia, tal vez no haya mucho que hacer, en especial en los casos más interesados y recalcitrantes, pero lo que sí se puede hacer con el resto es ayudarles a entender cuáles han sido las razones de tal descalabro, pero es imposible hacer eso si se es político del bando contrario y no se está dispuesto a admitir la responsabilidad que le quepa a otras administraciones sin dependencia política del Gobierno de España.

No necesitamos acallar las voces de los que defienden lo indefendible, ni con cacerolas ni con improperios, sino abrir el camino a una verdad dolorosa, difícil y en la que habrá dosis de ricino para todos, ya se verá para quiénes más y para quiénes menos. Es lo que han hecho en Suecia donde el gobierno, ante las críticas por una estrategia de combate de la pandemia bastante distinta a la habitual, pero basada en criterios tan defendibles como otros, y que, a fecha de hoy, viene obteniendo resultados bastante mejores que los nuestros, ha dispuesto que se abra una comisión que estudie las medidas que el propio gobierno ha ido adoptando y averigüe qué errores se han cometido. Algunos pensarán que eso es pedir peras al olmo, pero solo es pedir racionalidad, civismo y ganas de mejorar.

Uno de los puntos en que hay pocas dudas de que hemos fallado de manera estrepitosa, tiene que ver con la prevención, pero no se trata sin más de discutir si el gobierno lo hizo mal, sino que habría que revisar las razones por las que el sistema destinado a detectar epidemias parece como si no tuviese otra forma de saber lo que estaba pasando en España hasta que la OMS no declarase que estábamos bajo la amenaza de una pandemia muy peligrosa. Pido perdón a mis lectores por poner un ejemplo que puede ser insultante para su inteligencia, pero que es necesario para que a muchos se les caigan ciertas vendas de los ojos.

Veamos, cuando llueve con abundancia en España no es necesario que los meteorólogos patrios esperen a que la organización Mundial del Clima les notifique el chaparrón, porque tienen medios sobrados para saberlo. Es verdad que un chaparrón es más fácil de detectar que un virus, pero produce un intenso sonrojo el argumento que trata de justificar los errores cometidos en prevención, aduciendo que la OMS no nos había advertido a tiempo. Es como el argumento de que Portugal está en nuestro oeste y por eso ha podido desempeñarse con una eficacia admirable, una grosera y malvada estupidez que dijo una ministra, y que reprodujo sin pasmo un periódico que se dice global.

El caso es que tenemos redes dedicadas a la detección de epidemias, pandemias y enfermedades raras con especialistas que se tiene por competentes y que, por lo que parece, no supieron ver lo que tenían delante de las narices. ¿O es que alguien ha dispuesto que esas redes se limiten a esperar noticias de la OMS? En el mundo entero las organizaciones internacionales dicen lo que les dicen sus antenas en los diferentes países, al parecer salvo en España. Por desgracia llevamos mucho tiempo escuchando esta clase de argumentos, como cuando se dice que España se atendrá a lo que diga la ONU, lo que se considera a veces el epítome de la sabiduría internacional, olvidando el pequeño detalle de que la ONU acaba aprobando aquello que defienden la mayoría de los países, parece que con la caballerosa suspensión de juicio de nuestra diplomacia, que es probable que consideremos también la mejor o una de las mejores del mundo.

Lo malo de las mentiras políticas es cuando se vuelven sistemáticas, cuando los ciudadanos pierden cualquier interés en las verdades de hecho y se dejan guiar con mansedumbre por lo que dicen sus líderes, por los valedores de su ideología imbatible, y, en consecuencia, en lugar de votar a quienes lo podrían hacer mejor, acaban votando a sus mentirosos de preferencia.

La única ventaja de la mentira es que promete felicidad porque es libre, no tiene que constreñirse a lo que es real, con sus limitaciones y claroscuros. No es ninguna casualidad que, como ha mostrado Arendt, los totalitarismos de este siglo hayan convertido a la mentira en fundamento de su política criminal, y que lo hayan hecho en una medida hasta entonces desconocida.

Revel ha dicho que la mentira es la primera de las fuerzas que dirigen el mundo, y el hecho de que tal cosa pueda considerarse cierta, en un momento en el que el valor de la democracia se ha convertido en referencia indisputable de la política, indica las grandes dificultades que ha de afrontar cualquier acción política bien intencionada.

En realidad, existe una razón muy de fondo para que la mentira y el poder se alíen con gran facilidad, una dimensión de la mentira que va mucho más allá del cálculo, del éxito que quepa atribuir al engaño. Mientras que la verdad constriñe al entendimiento y condiciona la voluntad, porque la verdad muestra lo que es, y lo que es no puede ser modificado a capricho, la mentira ofrece una amplitud muchísimo mayor porque su campo es infinito, le ocurre lo mismo que al error, que puede existir de mil maneras.

El que tiene un poder político que le permite mentir sin demasiado riesgo de ser desmentido puede jugar a sus anchas con la realidad, no necesita ni ser eficaz, ni ser certero, ni ser oportuno, porque puede construir un mundo a la medida de su interés. La mentira es libre en un sentido muy profundo, no tiene límite alguno y si se puede sostener cabe que llegue a ser todopoderosa. La sabiduría común tiende a ser optimista respecto a la mentira, piensa que se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo, pero es porque se refiere a mentiras que están en su nivel, mientras que el poder tiene la capacidad de mentir en un plano que aspira a ser inalcanzable, envolvente, definitivo.

¿Aprenderemos a desconfiar de la virtud de las mentiras y a librarnos de su veneno para poder mirar cara a cara a las verdades desagradables? En ello nos va la libertad, pero ya dijo Pericles que era cosa de valientes.


Una respuesta a «Virtud y veneno de la mentira»

  1. Hago este comentario sometiéndome a las limitaciones legales que hay al respecto en España, donde no existe libertad de expresión para hablar de este tema sino que lo que existe es persecución stalinista con la complicidad de TODOS, en un país donde se puede hacer apología de toda clase de crímenes y de toda clase de regímenes, hasta los más execrables, que no pasa absolutamente nada, pero que un comentario positivo hacia la Alemania de los años treinta no es que te pueda llevar a la cárcel sino que de hecho ha llevado ya en los últimos 20 años a muchísimas buenas personas a la cárcel, que han sido y son presos políticos de los que nunca se hablará en la tele, mientras que la extrema izquierda criminal goza de toda libertad no ya solo para expresarse sino no incluso para delinquir abiertamente porque tiene asegurada la impunidad. Ya solo por este hecho o por esta realidad injusta en sí misma por lo que tiene de perversa y de discriminatoria este artículo me parece deleznable, y me parece deleznable porque si hay en la Historia algún personaje que ha sufrido la calumnia y la mentira de la propaganda hasta niveles estratosfécios, ese personaje es Hitler o ese personaje es el Doctor Goebbels, y que encima de que son víctimas y no victimarios de la propaganda se les presente en este artículo como paradigmas de la mentira cuando en realidad son las victimas de la misma me parece incurrir en la injusticia y en la propia mentira que este artículo pretende criticar….pretende criticar incurriendo él en la propia mentira o en el vasallaje hacia el discurso oficial de la extrema izquierda.
    Lo que está pasando en España no lo ha ocasionado Hitler ni el Doctor Goebbels, estos personajes murieron en 1945, se tuvieron que quitar la vida para evitar sufrir la misma barbarie que sufrió Benito Musolini. Si Pedro Sanchez y Pablo Iglesias son unos mentirosos que están instaurando un sistema basado en la manipulación y la mentira, no será porque sean o sigan a Hitler o a Goebbels sino que más bien será por todo lo contrario, porque siguen a Lenin que dijo aquello de : «Contra los cuerpos la violencia, contras las almas la MENTIRA». Llamemos a las cosas por su nombre, y no vengamos a contar películas para obtener nuestro certificado de pureza de sangre antifacista.
    La relación de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias con el Doctor Goebbels o con A. Hitler no es de simpatía o de complicidad sino de verdadero antagonismo: antagonismo ideológico (recordemos cómo para la rendición de Alemania en 1945 se dió la orden simbólica de que todas las piezas de artillería y todas las armas que aún disponía Alemania, miraran hacia el Este, en señal simbólica de que el enemigo no era Francia ni Gran Bretaña sino que el enemigo de la Humanidad era la Rusia de Stalin y por ello todas las piezas que combatían en el frente Occidental se giraron hacia el Este. No se equivocaba Alemania apenas dos años después de aquéllo la llamada Guerra Fría demostró el error de las potencias occidentales de haberse aliado con Stalin y haber combatido a Alemania hasta su aniquilación total). Antagonismo moral, porque si algo representan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es que son la antítesis de lo que es una persona de honor, que odian y trabajan para la destrucción de la España Cristiana etc. etc. De modo que echar mano de Hitler y del Doctor Goebbels para referirse a la situación de la España actual es como pretender comparar un huevo a una castaña. Qué pronto hemos olvidado en España que gracias a esa Alemania se pudo salvar España en 1936, no ya por la ayuda material que proporcionó, que en parte también porque sin sus aviones y sin sus cañones de 8’8 mm. cómo habríamos podido hacer frente a las Brigadas acorazas de carros de combate T-26 que Stalin mandó a España a las órdenes de su General Pavel Romistrov, porque la República tiene el dudoso honor de haber constituido la primera División blindada de carros de combate que hubo en España, del Ejército Rojo de la República. Azaña presumía ante Franco del enorme poder militar de la República en comparación con sus fuerzas, a lo que Franco replicó con su famosa frase: “ustedes lo tienen todo, menos la razón“. El General Romistrov destacaría como criminal de guerra, como uno de los comandantes de las fuerzas soviéticas que conquistaron Berlín en 1945 (5º Ejército de Guardias). Después de la guerra fue nombrado Diputado del Soviet Supremo. Subordinado suyo en España fue el también General Paul Arman, alias Greisser, especialista en carros de combate, que murió el 12 de marzo de 1943, en la localidad de Porecjes, en el frente de Leningrado, cuando al frente de la 51ª División de Tanques trataba de romper la defensa numantina de las posiciones españolas de la División Azul, que se enfrentaban a los soviets sin medios acorazados, sin apenas armas contracarro, y con una desproporción de fuerzas de más de 500 rusos por cada 1 de ellos.
    En 1941 el piloto soviético Gregorio Sokolov murió en combate aéreo en los cielos de Moscú. En 1937 había sido enviado por Stalin a la guerra de España. Porque el gran error de muchos anticomunistas de salón es desconocer que la Guerra de España o la 2ª Guerra mundial son solo batallas de una misma guerra, la lucha eterna entre la Ciudad de Dios y la Sinagoga de Satanás que dijera el Apocalipsis y que tan magistralmente el profesor Gil dela Pisa desarrolló en su libro «La Piedra roseta de la ciencia política». La batalla de Belchite, la defensa del Seminario de Teruel, la Defensa del Alcázar de Toledo, no son distintas de la Batalla de Krasnybor, Smolenko, o la Defensa de Berlin de 1945, son sólo escenarios distintos pero la guerra es la misma, de hecho es la misma guerra de la Batalla de Lepanto, porque el papel que desempeñaba el Imperio Otomano para amenazar y destruir la Cristiandad en los siglos XV, XVI y siguientes, lo desempeñaba la Rusia de Stalin en 1936 y siguientes. Tan es así que se trataba de escenarios distintos pero de una misma guerra, que Rubén, el hijo varón de la Pasionaria, murió en septiembre de 1942 vistiendo el uniforme soviético como vistieron tantos y tantos rojos españoles que previamente se habían dedicado al crimen y al saqueo en la guerra de España y al perderla salieron por piernas a Rusia.
    El extraordinario trabajo publicado por entregas en estas páginas de El Español Digital dedicado a los bandoleros del maquis nos recuerda actos criminales como el cometido por el bandolero comunista el «Bellota», el 8 de Mayo de 1946, en un molino denominado La Dehesilla, en las cercanías de Monterrubio (Badajoz), su partida tuvo una refriega con la Guardia civil, donde un Guardia resultó herido y un bandolero de la partida muerto. Aunque no se diga en el relato publicado, parece ser que a la vuelta la Guardia civil que venía acalorada de la refriega calmó su sed en el molino y el molinero facilitó unas vendas o unas tiras de tela a modo de tales para el Guardia herido (hablo de memoria de lo que yo oí hace años en relación con este suceso). Este hecho debió llegar a oídos de «El Bellota» a través de los confidentes rojos que tuviera en el pueblo (de ahí la importancia de combatir a estos «simpatizantes»), que a los pocos días el Bellota llegó al molino y asesinó al molinero, a su hijo y a una sobrina ahorcándolos a los tres en un árbol, no sin antes violar a la sobrina que apenas era una niña hasta dejarla reventada. Como disfraz miserable para incautos de tan execrable crimen dejó unas octavillas de propaganda diciendo falsamente que el molinero había matado a sus obreros (cuando era una persona humilde que ningún obrero se podía permitir porque él mismo era un pobre obrero) y que era un gerifalte del nuevo régimen. Ni que decir tiene que el propietario del molino ni había asesinado a ningún obrero ni tenía cargo alguno en el régimen de Franco, llamando la atención que en la nota para nada se hablara de la supuesta causa para el ahorcamiento del hijo y menos aún de la violación múltiple y ahorcamiento de la sobrina. Esto que se lo apunten los que le hacen el juego al discurso antifascista y contribuyen con su estupidez a que les parezca bien que metan en la cárcel a gente por elevar una duda sobre determinadas cuestiones, mientras los de sentido contrario gozan de barra libre para expresarse y enarbolan sus banderas de la 2ª República hasta en la sopa, y en este caso no pasa nada ni lo de «El Bellota» (entre cientos de miles de crímenes que podrían citarse) tiene ninguna importancia. Y lo mismo podemos decir del dato aportado en otro extraordinario trabajo también publicado en estas páginas de El Español digital el pasado 20 de abril titulado «España y la Guerra bacteriológica» donde se exponen los intentos del Gobierno rojo de la República de introducir en España, en la retaguardia de la España Nacional diversas pandemias de enfermedades infectocontagiosas que habrían supuesto, de no haber sido neutralizados los intentos, un auténtico genocidio sobre la población civil en aquellas circunstancias de escasez y necesidad propias de una situación de guerra, que podría haber tenido consecuencias incalculables, y sin embargo ahí van todos con la bandera de ese Estado criminal -«la República del crimen», como con acierto la denominó el extraordinario historiador Joaquín Arrarás-, sin ningún pudor y sin ninguna consecuencia. De modo que la alusión a Hitler o al Doctor Goebbels en lo que está pasando en España me parece una impertinencia que solo se explica como acto de vasallaje o como tributo a modo de impuesto revolucionario impuesto por el discurso antifascista y que en este caso pega tanto como al Niño Jesús unas cartucheras con dos pistolas.
    Hasta que las personas que luchan por la Ciudad de Dios y en contra de la Sinagoga de Satanás no comprendan y no asuman que el tema de la Alemania N-S no debió cederse jamás a la propaganda enemiga, -independientemente de la opinión favorable o no que se pueda tener respecto de tal Alemania-, , porque lo que se juega trasciende con mucho este debate como trasciende por ejemplo la profanación de la tumba de Franco que no es un hecho que se circunscriba únicamente a los franquistas sino que en lo concreto es la profanación satánica de un hijo predilecto de Dios, y en lo general es la antesala del telón de acero y en evitar lo uno y lo otro tendrían que estar empeñados todas las personas de bien, no sólo los franquistas. Y hasta que no se tome conciencia en la Cristiandad que esta cesión ha sido el mayor error porque es la PRINCIPAL BRECHA por la que entra toda la propaganda roja a través de la cual el discurso anticristiano y anti español (valga la redundancia) inunda la nave por mucho que se cierren otras compuertas y otras espitas. Porque debería tomarse conciencia de la necesidad de derogar en España las leyes injustas que impiden defenderse frente al odio, -porque el delito de odio no es más que la hipocresía y el cinismo de tipificar como delito lo que no lo es para asegurarse los imperantes y su séquito que los que sufren de verdad el odio no puedan defenderse dialecticamente frente a ese odio, condenándolos a la indefensión permanente y perpetua- , debería ser una de las primeras y principales aspiraciones porque sólo cuando se cierre esta puerta de la propaganda enemiga de la Cristiandad, se podrá oponer una defensa eficaz. Desconocer esta necesidad es como desconocer que un coche sin gasolina no anda. De nada sirve poner en una casa ventanas anti atracos, cierres y cristal de seguridad en la terraza, si luego la puerta se deja con una cortina de flecos como esas que había antes en las droguerías.
    Por lo demás el artículo es válido pero su alegato final:
    «¿Aprenderemos a desconfiar de la virtud de las mentiras y a librarnos de su veneno para poder mirar cara a cara a las verdades desagradables? En ello nos va la libertad, pero ya dijo Pericles que era cosa de valientes.»
    se lo debería aplicar su autor a sí mismo para no caer en lo que denuncia, en el manido discurso del enemigo, porque la Ley de Desmemoria, Falsificación y Manipulación Históricas amenaza con penas de cárcel para quien se atreva a sostener la verdad en el tema de Franco y el Franquismo, y a perder su condición de funcionario a los profesores que no se sometan en el sistema educativo al discurso falso de la extrema izquierda, porque hemos llegado a esta situación porque se ha cedido un terreno que no debería haberse cedido. Y se ha cedido porque hay quienes comenten la estupidez de asumir el discurso del enemigo. Si no se puede hablar, no hablemos, hasta que las leyes injustas puedan ser derogadas, pero una cosa es no hablar y otras asumir las tesis de la propaganda roja.
    Como siempre, es mi punto de vista, no pretendo sentar cátedra.

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