VOX en el albañal
La Historia siempre se repite a sí misma. Como sus avatares se presentan de forma cíclica, ahora estamos atravesando uno de esos períodos en los que la disyuntiva que se ofrece a la sociedad occidental y más en concreto a los españoles, consiste en elevar la mirada o arrastrarla por el suelo. Es bien ostensible que el NOM, con el marxismo cultural de compañero de viaje, quiere que volvamos a caminar a cuatro patas, y sólo dos de cada diez individuos son conscientes de ello y se rebelan contra la tiranía de quienes pretenden transformarnos en cuadrúpedos.
El ser humano tardó millones de años en erguir su figura para poder contemplar los atardeceres, pero el poder en la sombra, dueño de la técnica, de la información y de los esbirros que las utilizan para sus tenebrosos fines, anhela destrozar las identidades personales, y convertirlas en rebaño para pastorearlas a discreción.
A lo largo de la transición, los ideales públicos se han perdido en un completo cinismo. Antes que pensamiento inteligente como fuente de opinión, el estáblismen pide el entusiasmo de los adictos que actúan al dictado. Esto vale para todas las leyes que tratan de deteriorar la índole de ese ente dotado de dignidad y religiosidad que es el ser humano, tal como se ha venido entendiendo hasta ahora en nuestra civilización.
Resulta esclarecedor que en España no existan personalidades políticas con peso específico propio, sino rufianes, títeres del dogma e iletrados con ínfulas, movidos por una mezcla de ignorancia, cobardía y rencor. Y estos políticos y sus mandarines, que han hecho del expolio y la falacia su principal objetivo, y aspiran a que lo veamos como inevitable, necesitan la mentira para sobrevivir, una mentira absoluta que contraviene los intereses de la ciudadanía y, más allá, de la razón.
Los liberticidas y los fanáticos, sus esbirros y sus cómplices, se realizan infringiendo la esencia de las leyes, y en esta línea hablan un idioma hecho de mentiras porque son la mentira misma. Así es como estos sacerdotes de la igualdad, de la libertad y del progreso, con la tiránica locura de su impotencia, reclaman a grandes gritos sus palabras fetiche, y en nombre de ellas tratan de crear una generación de ignorantes fáciles de manejar, porque su más secreta codicia de tiranos se oculta bajo palabras de virtud. Son delincuentes y malvados, pero los malhechores no se llaman a sí mismos criminales, sino salvadores.

La falsificación del recuerdo, la omisión de la experiencia, que es un recurso psicológico común en la especia humana, es en los frentepopulistas una obsesión desviada y enfermiza. En este sentido, su vida psíquica es una caldera a toda marcha planificada para negar o borrar lo que les resulta intolerable, como es su historia de atropellos y crímenes. Por eso, dado que la experiencia sólo es posible gracias a la memoria, se empeñan en olvidar, abreviar, inventar, tergiversar, imponiendo leyes falsarias como la de la Memoria Histórica; y con ello abren un mundo nuevo ilusorio e idílico para tapar el mundo viejo deforme y repugnante que es el suyo propio, y que les persigue recordándoles su condición, pues la memoria sólo es posible si logramos reducir en un signo nuestros fenómenos mentales.
Pero ninguna acción puede ser borrada, y menos las traiciones y las atrocidades.
Conocer es comprender todas las cosas según convenga más a nuestros intereses. Entre diversas maneras de considerar una cosa o de hallar la verdad, preferimos la que nos resulta más útil o la que nos interesa para nuestra supervivencia. El problema de estos leviatanes que nos ocupan es que habitan un mundo de apariencia y error, en el que la verdad ni existe ni es lo contrario al error, sino la posición de determinados engaños y delitos respecto a otros engaños y delitos que se suceden a lo largo de su tortuosa historia, en interminable cadena.
Y en esta hora de confusión en la que muchos se interrogan sobre el sentido actual de las cosas, y en la que los falsos intelectuales y los falsos políticos no ofrecen sino trampas y silogismos, y con una plutocracia manejando todos los resortes -sociales, económicos, políticos, judiciales, educativos e intelectuales- y un frentepopulismo envalentonado por la impunidad que le procura su papel de esbirro del sistema, ha irrumpido VOX, convirtiéndose, tal vez casi sin acabar de comprenderlo, en la única referencia política con posibilidades regeneradoras.
Ante la evidencia sociopolítica antedicha, se hacía urgente la presencia de un referente político de relevo, un partido que se propusiera como meta zanjar de raíz la corrupción omnipresente y recordara que la virtualidad de la democracia es generar mecanismos que conjuren las tendencias expansivas del poder en general y de los distintos poderes en particular, subrayando que al no ser esto así, nuestra democracia, en estos tiempos abyectos de decadencia, es inevitablemente macabra, una materia hedionda habitada por las sombras movedizas de hombres y mujeres de un nivel moral inquietante.
Es de creer, porque así parece demostrarlo hasta ahora en sus comparecencias públicas, que VOX es consciente de su crucial protagonismo histórico en esta hora; y es de esperar que lo defienda anteponiendo los principios a la supuesta conveniencia, ya que con ello estará protegiendo la razón de ser de España, una nación precursora, arraigada y noble, hoy a expensas de los indeseables.
Sabemos que la tarea de VOX -como la de cualquier partido que surgiera como alternativa a la casta partidocrática- no va a ser fácil, ni mucho menos. Que va a soportar, como viene ocurriendo, un permanente aluvión de malas artes, a base de insidias, trampas y manipulaciones con el fin de arrastrar a su militancia y a sus electores a una situación confusa y comprometida, sólo salvable con claridad de ideas, visitas a las hemerotecas, conocimiento de la historia de España y convicciones políticas y morales.
Si cuenta con convencimiento y confianza en sus ideas sociopolíticas y en la oportunidad del momento, y si ama a España, VOX debe no sólo enfrentarse a un parlamentarismo que está ahíto de provechos personales a costa de destrozar el progreso, la ética y el erario público, también habrá de dirigirse con habilidad al pueblo para quitarle sus aprensiones y apatías, enfrentándole a su propia responsabilidad. Porque los vicios del estáblismen seguirán descomponiendo al ciudadano hasta que éste no se convenza de que está siendo oprimido, explotado y humillado por él.
La casta política que sirve al multinacionalismo doctrinario y financiero, que discrepa de los españoles de bien y estimula a la hispanofobia, se ha venido paulatinamente fortaleciendo, entre otras cosas, porque los ciudadanos carecían de una referencia política. VOX, vínculo aglutinante, movimiento que debiera ser imparable, es ahora esa referencia. Que no se pierda.
